Cada vez es más común ver estudiantes de
origen extranjero en nuestras salas de clases. Lo que ayer constituía una
novedad, hoy es habitual encontrarse con ellos en las ceremonias de entrega de
computadoras, en competencias deportivas y académicas representando a sus
escuelas. Lo que antes era habitual para establecimientos que participaban de
redes de intercambio de estudiantes provenientes de familias acomodadas, hoy es
común que estos vengan de familias modestas que producto de la inmigración
económica se insertan en nuestra escuela pública y conviven con los niños y
jóvenes de los barrios en los cuales sus padres y familiares han llegado a
vivir.
Este fenómeno de la inmigración hace que cada
vez vivamos en una sociedad más plural, en la que nos encontramos con una
multiplicidad de costumbres y de culturas y las escuelas son su reflejo
recibiendo alumnado de diferentes orígenes y culturas, lo que hace
imprescindible un enfoque intercultural de la enseñanza en un marco de valores
de respeto, tolerancia y solidaridad que constituyan una oportunidad para
enfrentar esas actitudes racistas y xenófobas que se suelen demostrar por
nuestros vecinos de piel oscura o a integrantes de nuestros pueblos originarios.
Esta inmigración ha acentuado una realidad socio cultural hasta ahora latente
en nuestra sociedad y que debe ser abordada con urgencia por nuestras
comunidades educativas y nuestras instituciones deben tener la capacidad de
anticiparse para orientar el proceso de inclusión social y educativa de los
nuevos estudiantes, diseñando un “plan de
acogida” que permita recibirlos con generosidad y comprensión, pero también
con apertura, favoreciendo un clima social de convivencia, respeto y tolerancia,
en especial en las zonas que acogen inmigrantes, fomentando que las escuelas
sean un núcleo de encuentro y difusión de los valores democráticos y de nuestra
cultura nacional y local.
Es fundamental el papel de la escuela en la
incorporación social del niño inmigrante y en su desarrollo personal; ésta debe
facilitar su acceso a nuestra comunidad, su conocimiento de la lengua cuando
corresponda, fomentar su relación entre iguales, su promoción y continuidad
escolar y desarrollar su potencial para participar activamente de nuestros
desafíos nacionales; la
incorporación de niños y niñas inmigrantes a nuestro sistema educativo implica
poner de relieve y de plena actualidad principios educativos tan utilizados
como la inclusión, la integración, la atención a la diversidad en el aula y la
atención personalizada de los alumnos; pero también es una oportunidad para que
nuestros hijos miren el mundo desde perspectivas humanas y culturales más
amplias, para que aprecien la riqueza de la diversidad y encuentren en ella el
potencial de la tolerancia, de la oportunidad para la innovación y del aprecio
de la diferencia como una fuente de riqueza y no como una amenaza a nuestra
integridad. En la convivencia cada uno aporta lo mejor de sí mismo y todos
tenemos la oportunidad para construir un mundo más justo y solidario, la
presencia y acogida de niños y niñas migrantes mejora nuestras escuelas, mejora
la enseñanza, mejora nuestra educación y nuestra sociedad.