viernes, 29 de septiembre de 2017

Escribir las palabras

“Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan…”. Así nos dice Neruda en Confieso que he vivido. Escribir es la forma de comunicación más utilizada por las personas; a través de las palabras bien organizadas expresamos nuestros sentimientos, nuestras ideas, nuestros conocimientos, le decimos a los otros quiénes somos, lo que queremos y lo que soñamos…incluso los medios tecnológicos se han constituido en promotores de nuevas formas que bien pueden estar al
servicio de un mejor desarrollo de la habilidad.

Escribir sobre nuestras falencias y debilidades puede ser más atractivo para nuestros lectores, pero creo que es más estimulante saber lo bueno que está ocurriendo en nuestro sistema escolar, a propósito de la entrega de los resultados del Simce Escritura 2016. Por ejemplo, que las escuelas rurales obtienen mejores resultados que las escuelas urbanas en los niveles socioeconómicos más vulnerables. Esto es muy gratificante pues más del 90% de los estudiantes que asisten a la educación rural, provienen de familias de niveles socioeconómicos medios bajos, señal inequívoca de que los esfuerzos públicos por otorgar prioridad a los sectores más desposeídos comienzan a entregar señales de éxito. Más aún, cuando revisamos cuáles son los establecimientos en los que los estudiantes obtienen mejores resultados, la dependencia administrativa de los establecimientos deja de ser una variable. En efecto, nos encontramos con la escuela Aucar en Quemchi, Anexa en Ancud o México en Osorno, con iguales o mejores resultados que establecimientos de larga tradición privada y selectiva. Más significativa es la diferencia de género, donde las mujeres obtienen mejores resultados que los hombres en todos los grupos socioeconómicos e incluso a los inmediatamente superiores.

¿Cómo se trabaja en los establecimientos cuyos sus estudiantes escriben mejor? Hay una serie de características comunes, como por ejemplo, en ellos predomina el trabajo colaborativo entre todos los actores de la comunidad educativa; tienen una disposición deliberada a la organización con un foco claro en el aprendizaje de sus estudiantes, tanto a través del trabajo en la sala de clases como en las actividades extraescolares; los directivos motivan a sus profesores y éstos a sus estudiantes en cada actividad que desarrollan desafiando sus expectativas hacia la superación permanente; promueven la escritura en contextos reales y diversos, con temas que interesan a los estudiantes; los profesores planifican la enseñanza para escribir bien y practican la retroalimentación de manera permanente con sus alumnos, revisando y reescribiendo sus textos para mejorarlos.

La escritura, como parte del lenguaje, constituye un desafío tan relevante como la lectura; es  fundamental para el desarrollo del pensamiento y con ello impacta en todas las áreas del aprendizaje al impulsar habilidades generales como la comprensión, el análisis, la coherencia, la inferencia, el desarrollo de las ideas y la cohesión, entre otras. Con ello estaremos promoviendo “escribir bien”, es decir, producir textos con propósitos claros, que son coherentes, que presentan ideas desarrolladas y organizadas de manera adecuada. Y, si además agregamos que ello lleva implícito el buen uso de nuestro idioma, sus reglas serán instrumentos del buen escribir, para seguir diciendo con Neruda que “Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció”. 

jueves, 21 de septiembre de 2017

Mejorando Mi Escuela


Nuestra escuela, aun siendo una buena escuela, siempre es posible que sea mejor. ¿Cómo diseñar una estrategia que permita mejorar lo que tenemos? 


Una de las características más relevantes de la sociedad actual es considerar el conocimiento como un recurso imprescindible, tanto para el desarrollo económico, como para el trabajo cotidiano y el bienestar personal y social. Es cuestión de mirar nuestro entorno y nos daremos cuenta de la dependencia que tenemos de la tecnología, donde la innovación avanza de manera permanente, donde el conocimiento es abundante y está disponible casi sin restricciones, se transforma y modifica constantemente.

En este contexto, la escuela también se ve afectada, deja de ser el único lugar en el cual las nuevas generaciones acceden al conocimiento y la información. Es sorprendente cómo los estudiantes y los padres llegan con saberes curriculares y sobre formas de cómo educar a sus hijos. Pero también esta nueva realidad lleva implícita una complejidad que exige a la escuela una transformación como organización ya no solo sobre qué y cómo enseñar, sino cómo todos aprenden.

En efecto, los conocimientos, habilidades y valores socialmente significativos que se espera sean desarrollados en la escuela, involucran capacidades complejas que exceden el trabajo individual de un profesor y exigen a la escuela dejar de considerar que a través de la forma de trabajo individual tradicional se pueden lograr. Haciendo un símil con un equipo, aun cuando todos sean los mejores en sus puestos, ello no garantiza que se alcancen los resultados: es necesaria una armonía de conjunto que permita que todas esas individualidades aporten al logro del objetivo común.

Nuestra escuela, aun siendo una buena escuela, siempre es posible que sea mejor. ¿Cómo diseñar una estrategia que permita mejorar lo que tenemos? Muchas veces tenemos un listado realizado por diferentes autores sobre qué es una buena escuela, pero son pocas las ocasiones en las que pensamos cómo lograr lo que se nos señala. Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que una buena escuela no es un estado final luego de un proceso estándar o único. No, una buena escuela está en permanente transformación y en sus procesos existen importantes aspectos para que ello ocurra: conocen muy bien su situación de partida o momento presente, tienen un buen diagnóstico y están atentos a su actualización; se plantean con claridad qué es lo que quieren cambiar y definen una trayectoria y formulan objetivos para ese nuevo estado deseable. Así se fijan prioridades porque no siempre es necesario cambiar todo, o bien, debido a que con los recursos que disponen no pueden abordar todo lo que se desea.

La escuela debe estar consciente que este proceso para mejorar es paulatino y que se le debe asignar tiempo y paciencia para visibilizar el cambio. Esto no es de un día para otro, y cuando se logran los primeros cambios, se debe continuar trabajando para consolidarlos; reflexionar respecto de la necesidad de lo que se quiere cambiar, y luego, planificar la implementación de las acciones que se han definido. Finalmente,  hay que monitorear el proceso que se implementará, evaluando con indicadores de resultados, pues dicha información servirá para impulsar un nuevo ciclo de mejoras.


lunes, 11 de septiembre de 2017

Liderazgo para el trabajo colaborativo

Un líder para la mejora escolar, de una escuela o de un conjunto de ellas, es un actor consciente de su privilegio, que es a su vez, su responsabilidad.

El liderazgo juega un rol clave en la creación de las condiciones para ser efectivos en el logro delos objetivos de las escuelas y de los sistemas educativos. Los líderes educativos son fundamentales para establecer relaciones entre los diferentes niveles de educación y formación, las familias, el mundo laboral y la comunidad local, con el objetivo común de mejorar la continuidad de estudios, la inserción laboral o la formación ciudadana.

Los buenos líderes educativos desarrollan una visión estratégica para sus instituciones, actúan como ejemplo tanto para el alumnado como para el profesorado y son clave para crear un ambiente efectivo y atractivo que contribuya al aprendizaje de todos. En este sentido, la cooperación dentro de los sistemas educativos se presenta como un desafío que puede cambiar las lógicas de trabajo competitivo por aquellas en las cuales la colaboración optimiza las capacidades de sus integrantes. Esta colaboración puede asumir distintas formas: desde el trabajo en red hasta agrupaciones más formales de las escuelas. El trabajo en red incluye la unión de docentes y otros integrantes de las escuelas para debatir ideas y compartir buenas prácticas sobre determinados temas, o el intercambio mutuo de recursos en beneficio de las distintas escuelas integrantes y sus comunidades. Normalmente los miembros de una red de trabajo colaborativo construyen una visión y unos procesos de desarrollo y de toma de decisiones comunes; sus representantes se reúnen para compartir recursos o trabajar juntos en iniciativas de mayor envergadura que benefician a las escuelas o a un territorio en conjunto.

Un liderazgo que promueve la colaboración en su territorio o entre los integrantes de una red de trabajo realiza acciones que permiten facilitar la transición entre niveles educativos (v.g. de la educación parvularia a la educación básica o de ésta a la secundaria, incluida la educación y formación profesional); garantiza la continuidad del apoyo a los estudiantes en su trayectoria escolar prestando apoyos permanentes; desarrolla iniciativas que integren a los padres; y fomenta la formación de los docentes y su desarrollo profesional permanente.

Es más fácil alcanzar una cooperación entre las escuelas si se cuenta con líderes que manifiesten una genuina preocupación por los demás. Trabajar en red y de manera colaborativa requiere de talentos generosos dispuestos a fijar metas comunes y diseñar estrategias compartidas que se propongan disponer de sus conocimientos y habilidades al servicio de los demás. El mejoramiento de los sistemas educativos requiere de liderazgos morales dispuestos a otorgarle un sentido respetuoso, comprometido y de pertinencia a las relaciones personales e institucionales, de modo que las jerarquías son posiciones que facilitan las condiciones de dichas relaciones y no los puntos de partida o condiciones para la colaboración. Un líder para la mejora escolar, de una escuela o de un conjunto de ellas, es un actor consciente de su privilegio, que es a su vez, su responsabilidad.

lunes, 4 de septiembre de 2017

La excelencia en la educación media


Todos los establecimientos escolares están llamados a tener una oferta educativa de alto rendimiento escolar y con altas exigencias en materia formativa. Los alumnos provenientes de sectores vulnerables material y culturalmente son los que requieren con mayor urgencia escuelas y liceos exigentes, con planes académicos rigurosos y docentes con altas calificaciones profesionales. La excelencia educativa de un establecimiento escolar consiste en que es capaz de retener, promover y provocar actividades exitosas de aprendizaje con sus alumnos.
Los jóvenes requieren de una educación que les permita demostrar con éxito sus conocimientos, tanto en la continuidad de estudios como en su desempeño cívico, social y laboral. Hace algunos años, se pensaba que lo más conveniente para los jóvenes más vulnerables era adquirir rápidamente un oficio, que les permitiera “ganarse la vida”, probablemente por las propias limitaciones de los sistemas educativos.

Pero para bien de la sociedad en general y de nuestro país en particular, la situación ha cambiado en beneficio de estos jóvenes. La única manera en la cual la educación se constituye en un mecanismo de movilidad social es con más años de escolaridad. Ahora, si esta es una escolaridad de formación técnica, ella responderá más a las opciones personales o a las posibilidades productivas que le ofrezca la sociedad.

Una educación media de excelencia debe ser académicamente exigente y rigurosa, además de fomentar la autoestima y la generación de estrategias que impulsen una comunicación efectiva en la sala de clases, para que el proceso de formación considere también los intereses personales de los jóvenes. Asimismo, nuestros docentes deben asumir que su labor es esencialmente de formadores humanistas, que quienes son sus alumnos hoy serán sometidos a fuertes exigencias en su continuidad de estudios o en sus relaciones sociales una vez que egresen y por lo tanto, el currículo debe ser un instrumento y no un fin para provocar en ellos la necesidad del perfeccionamiento profesional tanto en las materias pedagógicas como las del conocimiento del ser humano.

Nuestro desafío es una formación general de calidad que les permita acceder a los beneficios de la sociedad que estamos configurando hoy. Esto nos exige ser claros en nuestras decisiones y es por ello que proponemos fortalecer la enseñanza general, de modo que nuestros estudiantes puedan acceder a los beneficios y oportunidades que abren tener más años de escolaridad. Las metas de este gobierno han sido más ambiciosas en educación, con la idea de fortalecer desde la formación inicial, una educación que nos permita soñar lo que queremos para nuestros hijos y para todos los jóvenes de nuestro país.

Las oportunidades de esta crisis