miércoles, 31 de octubre de 2018

Liderar para aprender

Liderar en nuestro tiempo es una tarea compleja, especialmente porque si bien sabemos que la dirección escolar es el segundo factor después del profesor en términos de impacto en el aprendizaje de los estudiantes, también sabemos que los directivos no pueden pensar solo en su escuela para mejorar el sistema.


Leading in our time is a complex task, especially because although we know that school management is the second factor after the teacher in terms of impact on student learning, we also know that managers can not think only about their school to improve the system.

Recientemente la Universidad Austral, a través del Programa de Desarrollo de Talentos ALTA-UAch organizó el Simposio: “La Compresión Lectora: instalación de competencias y capacidades para el mejoramiento de la comprensión lectora en docentes de la educación básica”. Un evento que contó con invitadas e invitados excepcionales y un auditórium atento y comprometido. 

Eventos como este constituyen un aporte al desarrollo de una enseñanza profesional y de aprendizajes más profundos y complejos para nuestros estudiantes, y a que las iniciativas que la escuela implementa para lograr sus objetivos sean más efectivos. Conocer experiencias que se han diseñado fundadas en información científica, implementadas con rigurosidad técnica y que han alcanzado logros estables y satisfactorios, siempre serán un aporte para que los líderes, tanto de las escuelas como de los territorios educativos, puedan considerar en sus definiciones estratégicas la promoción de la lectura. 

Sabemos que leer bien y oportunamente es un desafío permanente del sistema educativo y de cada persona. Más aún, el mejoramiento de la comprensión lectora constituye una habilidad que siempre podemos mejorar en profundidad y extensión, y a ello no solo las escuelas y los profesores están llamados a hacerse cargo, toda institución puede aportar a construir una cultura que favorezca mejorar el hábito y las habilidades. La escuela debe cumplir con los estándares que se espera logren sus estudiantes, en la oportunidad que corresponda, pero ello no acaba en su recinto, sino que el mundo laboral debiese tomar nota del impacto que tiene en satisfacción, productividad, desarrollo de la innovación y la creatividad, y los líderes educativos en la inserción en la sociedad y desarrollo del civismo que posee una población con mejores hábitos y competencias lectoras. 

Recientemente ha estado en nuestro país Michael Fullan, una autoridad en materias de liderazgo y cambio educativo, quien señala que los nuevos liderazgos deben pensar en el sistema y actuar como agentes de cambio desde la posición desde la cual ejecutan sus tareas, “es una persona que ejemplifica el aprendizaje”, configurando las condiciones para que todos aprendan. Liderar en nuestro tiempo es una tarea compleja, especialmente porque si bien sabemos que la dirección escolar es el segundo factor después del profesor en términos de impacto en el aprendizaje de los estudiantes, también sabemos que los directivos no pueden pensar solo en su escuela para mejorar el sistema, más vale para los líderes territoriales, que son quienes deben centrarse sistémicamente en la enseñanza en todas las escuelas. Es crucial para la propia escuela y el territorio educativo que los líderes educativos no dejen de mirar el conjunto del sistema, pues ellos forman parte de la dinámica virtuosa que facilita que éste cambie radicalmente. 

Impulsar de manera correcta una estrategia en la cual todas las escuelas puedan mejorar los aprendizajes de todos sus estudiantes, implica diseñar e implementar acciones tendientes a crear y fortalecer capacidades profesionales e institucionales, no pensar en que la diferencia que hace una escuela pueda ser replicable hasta mejorar todo el sistema, porque para que ello ocurra, se requieren niveles de comprensión y actuación que superen visiones individualistas, donde se da por supuesta la capacidad local, sino donde el líder educativo participa como aprendiz con los profesores haciendo avanzar a todas las escuelas hacia objetivos y metas compartidas.
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lunes, 22 de octubre de 2018

Los profesores: el respeto que les debemos

Un profesor respetado por sus alumnos, por los padres y por toda la comunidad, es un profesor motivado, que se plantea con seguridad en sus conocimientos y estrategias de enseñanza y con confianza en la utilización de sus criterios de evaluación. Un docente respetado posee un valor formativo para todos los miembros de la comunidad escolar. 

A teacher who is respected by his students, by his parents and by the whole community, is a motivated teacher who is confident in his knowledge and teaching strategies and with confidence in the use of his evaluation criteria. A respected teacher has a formative value for all members of the school community.

Hoy existe una valoración de las profesiones basada principalmente en el salario. Esto repercute en las decisiones de los jóvenes y sus familias, pero también en el valor estratégico que tiene el rol del profesional en la sociedad actual. La relación directa entre los ingresos económicos de las personas y el aprecio por la labor, carcome el ethos cultural de la profesión. En el caso de los profesores, carcome también su autoridad frente a los estudiantes como facilitador, transmisor o depositario del conocimiento y de la cultura. 

Si bien en los últimos años como país hemos realizado importantes esfuerzos con reformas que han permitido aumentar los ingresos de los profesores, como una forma de reconocimiento a su labor, aún queda mucho camino por delante. En esto la responsabilidad no es totalmente externa, sino que ha existido un relajamiento ante las evidencias de que la falta de valoración social carece de un correlato de reacción desde los propios docentes, ya sea individualmente o como colectivo perteneciente a una profesión relevante para el desarrollo económico, social y cultural de nuestro país. 

Siempre he señalado que uno de los factores asociados al mejoramiento de la valoración social de los docentes es el respeto que se les debe tener. Oportunidad que tengo le hago saber a padres y estudiantes, lo significativo que ello es para generar espacios apropiados para una enseñanza de calidad. Un profesor respetado por sus alumnos, por los padres y por toda la comunidad, es un profesor motivado, que se plantea con seguridad en sus conocimientos y estrategias de enseñanza y con confianza en la utilización de sus criterios de evaluación. Un docente respetado posee un valor formativo para todos los miembros de la comunidad escolar. 

Si los padres y la comunidad, por distintas razones, descalifican su comportamiento, relativizan su autoridad o dudan de sus conocimientos están transmitiendo a sus niños y jóvenes una visión menospreciativa de su persona y de su labor. Pero obliga a reconocer que un docente lo es siempre: no solo en la sala de clases y el centro educativo, sino que también y especialmente en los espacios públicos. Estoy obligado moral y profesionalmente a tener un estándar superior si quiero me respeten como docente, como profesor y maestro. Los jóvenes son duros cuando les llega el momento de juzgar a sus antiguos docentes y generalmente no coinciden aquellos que buscan el halago fácil y complaciente con el “buen profesor” que recordamos. 

La sociedad actual ha invalidado el viejo adagio de que eran compatibles “las virtudes públicas con los vicios privados”. Cada vez la línea que los separa es más débil, por lo que los profesores deben serlo siempre, en la sala y en la calle, como decía Gabriela Mistral. 

El reciente informe del BID Profesión: Profesor en América Latina ¿Por qué se perdió el prestigio docente y cómo recuperarlo? nos señala una ruta de cómo mejorar los sistemas educativos a través de la formulación de una estrategia que convierta a la docencia en una carrera atractiva con un prestigio social incuestionable, focalizando los esfuerzos en evidenciar la relevancia de la profesión para la sociedad, en el respeto por el conocimiento adquirido por quienes la ejercen, y en su reflejo con el nivel salarial comparativo con otras profesiones. Como dice Michael Fullan, el incremento del capital profesional es indispensable para ganar en prestigio social y respeto y autoridad profesional.

lunes, 1 de octubre de 2018

El reto de la calidad siempre

Ningún sistema educativo puede superar la calidad de sus docentes (Barber y Mourshed, 2007), por eso la comprensión del nivel y de las características del desempeño docente en las aulas debería transformase en un insumo esencial para la formulación de políticas públicas que apunten a mejorar paulatinamente las capacidades de las educadoras y profesores que actualmente se desempeñan en las aulas de nuestros jardines, escuelas y liceos.

No educational system can exceed the quality of its teachers, so understanding the level and characteristics of teacher performance in the classroom should become an essential input for the formulation of public policies that aim to gradually improve the capacities of educators and teachers who currently work in the classrooms of our pre-schools, schools and high schools.

En 2010, el informe de la consultora inglesa McKinsey colocaba a Chile entre los países cuyo sistema educacional ofrecía a sus estudiantes un umbral mínimo de calidad en sus escuelas, especialmente en el logro de las habilidades básicas de lenguaje y matemáticas. Esto se debía, según la publicación, a que como país estábamos en una etapa de bajos resultados debido a que los docentes carecían de la capacidad para construir modelos pedagógicos que les permitieran apropiarse de la innovación y la experimentación en las escuelas, pero también, de las habilidades y conocimientos como para que el sistema pudiese confiar en sus capacidades y en el de los colegios para comprender los nuevos desafíos de aprendizaje de los estudiantes y que tuviesen la capacidad para reaccionar, implementando prácticas eficaces en sus aulas de manera autónoma.

Este crudo diagnóstico no era muy diferente al que ya teníamos como país, y coincidió con la implementación de un Sistema de Aseguramiento de la Calidad de la Educación, con una nueva institucionalidad, que elevó los estándares de desempeño de todos los actores escolares, redefiniendo la evaluación de los aprendizajes de los estudiantes, pero también de los desempeños de profesores y directivos y de la propia institución educativa.

Se ha impulsado un diálogo pedagógico no solo sobre los sentidos que queremos, sino también sobre la relevancia de la información cuando debatimos, formulamos y decidimos sobre las políticas educativas que debemos implementar. Así, por ejemplo, valoramos la evidencia producida por la investigación educacional respecto del carácter clave que tiene el desempeño docente en la calidad de los aprendizajes de los estudiantes (Darling-Hammond, 2005; Barber y Mourshed, 2007), lo mismo respecto del potencial de igualador social de la educación inicial de calidad (Carnero y Heckman, 2003) en el desarrollo cognitivo y socioemocional en los primeros años de infancia, lo cual es posible alcanzar solo con programas de apoyo de alta calidad.

Por eso es prioritario contar en la educación parvularia con una nueva cultura educativa de calidad y ello debiese tener como objetivos una educación que ponga la mayor importancia al mundo interno del niño y a su núcleo psicoafectivo en los primeros años; descubrir, alentar y promover el desarrollo las capacidades de cada niño y niña en los primeros niveles educativos; dar especial atención al desarrollo de los nuevos lenguajes con enfoques multiculturales para la formación integral, promoviendo una concepción ciudadana amplia y humanista; institucionalizar la articulación del nivel inicial con la educación primaria y de ésta con la siguiente; y vincular más a la familia como agente educador y socializador, propiciando la reflexión y comprensión de su papel en el desarrollo de la infancia. Cualquier política que aspire a ser efectiva, no solo debe ampliar la cobertura, sino que también ambicionar la calidad.

Ningún sistema educativo puede superar la calidad de sus docentes (Barber y Mourshed, 2007), por eso la comprensión del nivel y de las características del desempeño docente en las aulas debería transformase en un insumo esencial para la formulación de políticas públicas que apunten a mejorar paulatinamente las capacidades de las educadoras y profesores que actualmente se desempeñan en las aulas de nuestros jardines, escuelas y liceos, a la vez que se encare con decisión la formación inicial en las universidades, de modo que nuestros docentes logren aplicar modelos pedagógicos originados en las propias reflexiones de sus prácticas y en la relación de éstas con los aprendizajes de sus estudiantes. En nuestras aulas existen oportunidades importantes de mejora, los análisis de los resultados de las evaluaciones de desempeño nos indican con claridad que las dimensiones asociadas al dominio del apoyo pedagógico son las más débiles, pero también las más difíciles de incorporar, tanto en el sistema de apoyo, como en las rutinas de desempeño, especialmente en los primeros niveles educativos.

Las oportunidades de esta crisis