Hemos conocido esta semana los resultados de
la prueba PISA 2015 que evalúa la alfabetización financiera de los estudiantes
de 15 años a nivel internacional. Se evaluaron los conocimientos, las
habilidades para resolver problemas y la realización de cálculos financieros.
Chile obtuvo 432 puntos, significativamente bajo el promedio, solo superando a
Brasil y Perú, los otros países latinoamericanos participantes.
Entre los hallazgos más significativos
podemos señalar los siguientes: (1) un 38% de los estudiantes chilenos no ha
desarrollado las competencias mínimas de alfabetización financiera; es decir;
estos estudiantes, en el mejor de los casos, pueden reconocer la diferencia
entre necesidades y deseos, tomar decisiones sencillas sobre gasto diario y
reconocer el propósito de documentos cotidianos, como una boleta o factura; (2)
solo un 3% se encuentra en el nivel más alto, nivel en el cual los estudiantes
pueden analizar productos financieros complejos y resolver problemas no
rutinarios, mostrando una comprensión amplia del sistema financiero, como la implicación
de los impuestos sobre la renta y explicar las ventajas de los instrumentos financieros;
(3) existe una alta correlación entre la alfabetización financiera y las
habilidades matemáticas; y (4) uno de cada tres estudiantes declara aprender
sobre temas financieros en la escuela, siendo más común en los grupos
socioeconómicos más bajos.
Esta información resulta esencial para
definir un programa de educación económica y financiera eficaz, que contribuya
a reforzar aquellos conocimientos y, sobre todo, aquellos valores, actitudes y
hábitos de comportamiento que ayudarán a los jóvenes a tomar decisiones
económicas y financieras de manera consciente, razonada y valórica, con
previsión de las consecuencias presentes y futuras de las mismas. Es importante
para el país que nuestros ciudadanos tengan conocimientos adecuados y conductas
racionales en materia de ahorro, de determinación del gasto, de las
posibilidades de inversión y de las consecuencias del crédito, pues estas
decisiones llevan implícito -si son bien realizadas-, un mejor bienestar
personal y social. Lo anterior grafica la relevancia de la escuela,
especialmente para aquellos jóvenes que solo encuentran en este espacio de
socialización las oportunidades de formación para desenvolverse en la vida
cotidiana. Implica además, un reto para la sociedad y sus instituciones: la
familia debe jugar un rol más activo al otorgar la debida importancia que tiene
iniciando tempranamente conversaciones como por ejemplo sobre el conocimiento,
ordenación y valor de las monedas, hasta el uso y gestión del dinero a través
de la realización de pequeñas transacciones; la escuela debe complementar el
currículo con rutinas desde la interpretación de las noticias económicas y
reflexión sobre el impacto en su vida cotidiana, la investigación y búsqueda de
información para consumir de manera responsable, el comportamiento del mercado
laboral, la aceptación y adecuación al presupuesto disponible, hasta la
identificación de aquellas situaciones que provocan frustración en relación a
la gestión del dinero.
Como en muchas materias que atañen a la
formación de la persona, las instituciones pueden aportar a la construcción de
una ciudadanía activa y responsable y la educación financiera es una nueva
oportunidad para establecer alianzas con la familia y la escuela.
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