Aprender a leer y leer bien es el primer logro escolar significativo en la etapa escolar, se constituye en una alegría para los padres cuando el hijo o la hija aprende, y por sobre todo, es una inmensa satisfacción para los docentes. Esto no debiera pasar desapercibido para la escuela, pues ha cumplido con su primera gran tarea, abrir el mundo del conocimiento a una mente inquieta para aprender más.
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Que los estudiantes aprendan
a leer comprensivamente de manera temprana, es tal vez el desafío más
importante que tiene la escuela en estos tiempos. Cuando nuestros niños y niñas
aprenden a leer, iniciamos con ellos la ruta del mejoramiento de la calidad de
la educación: los estudiantes que leen bien aprenden más, ganan en libertad
para seguir aprendiendo por sí mismos, aprenden a soñar y a crear, aprenden
ciencias y comprenden las preguntas de las evaluaciones correctamente. Cuando
un estudiante aprende a leer y la incorpora como una práctica regular, sigue
mejorando su capacidad lectora. No aprendemos a leer una vez y quedamos para
siempre con un nivel lector determinado, siempre podemos mejorar nuestra
habilidad para comprender, para inferir, para analizar, para desentrañar mensajes
desde una obra literaria hasta un manual de procedimientos.
En esta tarea la escuela no
está sola, hay múltiples estrategias que permiten apoyar la labor docente y la
Agencia de la Calidad de la Educación ofrece la Evaluación Progresiva. Ésta
consiste en un conjunto de herramientas para recopilar evidencia sobre la
comprensión lectora de los estudiantes, monitorear sus avances e implementar
acciones concretas para el mejoramiento escolar. Contiene pruebas de
comprensión lectora; ofrece reportes de resultados por curso y por cada
estudiante para informar a los profesores y directivos, de modo que puedan
rediseñar o fortalecer sus metodologías; y sugiere, a través de orientaciones
pedagógicas, cómo mejorar los resultados de cada estudiante y de toda la
escuela.
Esta estrategia –totalmente
gratuita para las escuelas- promueve la reflexión pedagógica a partir de los
resultados tanto por alumno como por curso, colocando en evidencia la necesaria
mirada integral sobre las metodologías empleadas por cada docente o por toda la
escuela; fortalece el trabajo en equipo de los profesores de prekínder a
segundo básico, ayudando a compartir las buenas prácticas entre los docentes,
fortaleciendo la cooperación y no la competencia al interior de las escuelas;
constituye una guía para el fortalecimiento del liderazgo pedagógico de los
directivos escolares; es una oportunidad para institucionalizar procesos de
mejora y practicas evaluativas que nos permiten focalizar el esfuerzo de la
enseñanza profesional en el aprendizaje real y permanente de los estudiantes.
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