lunes, 10 de diciembre de 2018

Motivar para aprender

Los estudiantes motivados logran rendimientos académicos más satisfactorios, lo que redundará en desempeños profesionales de calidad y en la construcción de saberes de excelencia; pero también en las probabilidades de deserción y de continuidad de estudios.

Motivated students achieve more satisfactory academic performance, which will result in a quality professional performance and the building of knowledge of excellence; but also in the probabilities of dropping out and continuity of studies.

La motivación es un aspecto influyente en el aprendizaje debido a que, por un lado, define lo que los estudiantes consideran reforzante y por otro, determina la cantidad de tiempo que éstos invertirán. También es un factor protector frente a eventos negativos y de conductas socialmente no deseadas y, al estar fuertemente vinculada con el rendimiento académico, cumple con ser un buen predictor del propio rendimiento y éxito académicos.

En este sentido, el compromiso que adquiere un estudiante con sus tareas cotidianas influencia su aprendizaje, su desempeño y sus logros. Al igual que la autoestima académica, la motivación educacional es influenciada por los profesores y por las prácticas motivacionales de los padres; los estudiantes motivados logran rendimientos académicos más satisfactorios, lo que redundará en desempeños profesionales de calidad y en la construcción de saberes de excelencia; pero también en las probabilidades de deserción y de continuidad de estudios. En efecto, los jóvenes vulnerables ubicados en el quintil más bajo del índice Autoestima Académica y Motivación Escolar al menos triplicaron en 2011 y duplicaron en 2013 su probabilidad de desertar, según un estudio de la Agencia de Calidad. Muchas veces los impactos no se perciben en el breve tiempo del año escolar, sino al final de sus trayectorias educativas. 

De hecho, hasta hace algunos años se pensaba que lo conveniente para los jóvenes más vulnerables era adquirir rápidamente un oficio, que les permitiera “ganarse la vida”, probablemente, por las propias limitaciones de nuestro sistema educativo. Sin embargo, para bien de la sociedad, hoy gozamos del consenso de que la única manera en la cual la educación se constituye en un mecanismo de movilidad social es con más años de escolaridad. Ahora, si esta es una escolaridad de formación técnica, ella responderá más a las opciones personales o a las posibilidades productivas que les ofrezca la sociedad. 

Decimos esto porque durante esta semana alrededor de 2 mil jóvenes de la provincia de Chiloé rindieron las pruebas de selección universitaria, PSU, representando un poco más del 60 % de quienes pudieron hacerlo. Por otro lado, en 2017, el 42 % de quienes las rindieron no alcanzaron a obtener el puntaje mínimo de postulación a carreras de las universidades pertenecientes al CRUCH, grupo de universidades en las cuales encuentran una calidad razonable para su formación profesional, una institucionalidad acreditada, pero también, pueden acceder a una serie de beneficios, entre ellos la gratuidad. Además, entre quienes, si superaron los 450 puntos, el 53,6 % obtuvo menos de 650 puntos, y solo 63 estudiantes más de aquello, quienes probablemente sí pudieron elegir la carrera en la ciudad que querían. 

Lo anterior constituye un escenario desafiante para la materialización de un proyecto universitario que esperamos no solo sustente una oferta educativa variada, sino que también sea capaz de asegurar el desarrollo de las otras dimensiones que constituyen la razón de ser de una institución de esta naturaleza, como es tener un cuerpo de investigadores que desde la realidad local contribuyan al conocimiento y comprensión del mundo actual, por un lado, y promover la reflexión crítica y constructiva de la realidad a través de la difusión del conocimiento científico, de las artes y del desarrollo integral de sus propios estudiantes, por el otro, estableciendo a la vez una relación simbiótica con su comunidad. 

Chiloé posee muchas fortalezas culturales, socioambientales y productivas que pueden constituirse en la fuente de inspiración para la ciencia, para el desarrollo de la creatividad y la innovación tecnológica, para la formación profesional y técnica en su afán de contribuir al incremento de un capital humano superior y avanzado en nuestra región y sur del país, pero debe hacerlo fortaleciendo sus bases, y una de ellas lo constituye el aseguramiento de un flujo de estudiantes que tanto en número como en calidad de los aprendizajes que se esperan para este nivel de egreso, sustenten, le otorguen viabilidad y estabilidad para que el anhelo por tanto tiempo prometido y pendiente, perdure y se enriquezca.

En este sentido, lo primero que debemos encarar con decisión, lo constituye un esfuerzo por incluir a quienes hoy no alcanzan a sentirse motivados por la educación superior universitaria: hay un 40% de jóvenes que requieren motivación e inspiración para soñar con más y en ello sus profesores y padres son insustituibles. Lo segundo, es que quienes sí superan esta primera barrera logren demostrar la adquisición de aprendizajes elevados, profundos y de calidad durante su trayectoria educativa, pero para lograr este objetivo, nuestros colegios de secundaria deberán focalizar su tarea en desarrollar las habilidades superiores que permitirán dotarles de las capacidades de aprendizaje, de la autonomía, de los valores y de los comportamientos que le permitan optimizar sus talentos. En ello los directivos tendrán que ocuparse ya no solo en que sus estudiantes aprendan y puedan seguir haciéndolo de manera incremental por sí mismos, sino que también sus profesores, porque mucho dependerá de un cuerpo docente consciente tanto de la importancia de su propio capital profesional, como de su liderazgo para motivar a las próximas generaciones.


Las oportunidades de esta crisis