No hay un solo ámbito
de la vida humana que no se haya visto impactada por el desarrollo de la
informática. El conocimiento se multiplica más rápido que nunca antes, se
distribuye de manera prácticamente instantánea y el mundo se ha vuelto un lugar
más pequeño e interconectado. La omnipresencia de la informática (y de las
tecnologías de las comunicaciones) es un desafío que nos impone la tarea
urgente de encontrar para ellas un sentido y uso que permita desarrollar
sociedades más democráticas e inclusivas, que fortalezca la colaboración, la
creatividad, la distribución más justa del conocimiento y que contribuya a una
educación más equitativa y de calidad para todos.
Las nuevas generaciones
viven intensamente la omnipresencia de las tecnologías digitales, al punto que
esto podría estar incluso modificando sus destrezas cognitivas, adquieren
gran cantidad de información fuera de la escuela, toman decisiones rápidamente
y están acostumbrados a obtener respuestas casi instantáneas frente a sus
requerimientos, tienen una sorprendente capacidad de procesamiento paralelo,
son altamente multimediales y al parecer, aprenden de manera diferente; se
trata de jóvenes que no han conocido el mundo sin internet y para quienes las
tecnologías digitales son mediadoras de gran parte de sus experiencias.
Es un desafío enorme
para las escuelas que deben enfrentar la necesidad de innovar en los métodos
pedagógicos si desean convocar y ser inspiradoras para las nuevas generaciones
de jóvenes. El impacto en las aulas pone en evidencia un reordenamiento de las
relaciones entre estudiantes y con sus profesores, los primeros han adquirido
mayor autonomía y responsabilidad en sus procesos de aprendizaje, lo que obliga
al docente a encontrar un nuevo rol de liderazgo en sala de clases, pero
también genera incertidumbres, tensiones y temores. Esta nueva realidad está
obligando a una readecuación creativa de la institución escolar, que como
espacio formal de educación con sus asignaturas, aulas, y espacios/tiempos de
enseñanza y aprendizaje requieren ser transformados para ser más permeables y
dinámicos, además de un rol distinto para los profesores quienes serán gestores
de aprendizajes que construyen posibilidades de desarrollo a partir de las particularidades
de sus estudiantes con los que trabajan en un esfuerzo colaborativo en el cual
todos aprenden y donde el docente es un guía hacia el encuentro con los
conocimientos, desatando nuevas habilidades y destrezas de interacción
colaborativa por un sendero de valores que posibiliten el desarrollo ético,
afectivo, intelectual, artístico y físico de sus estudiantes. Un número cada
vez mayor de investigadores considera que para obtener reales impactos en los
aprendizajes a partir de la inversión en informática educativa, se requiere la
triangulación de contenidos (incluido la infraestructura adecuada), sólidos principios
y modelos de enseñanza de alta calidad de la mano de profesores preparados.
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