Nuestra educación técnica debe quebrar el rol de reproducción de la desigualdad social con el cual se suele asociar, para convertirse en un puente que a través de la articulación con el mundo del trabajo y los estudios de nivel superior, promueva el aprendizaje a lo largo de la vida.
Diversas
investigaciones nos señalan que la educación técnica puede ser el punto de
partida en la trayectoria educacional de muchos jóvenes de sectores más desaventajados
y convertirse en una potente oportunidad para sus desempeños académicos, sus
expectativas educacionales y la continuidad de estudios en la educación
superior. Una educación técnica que promueve altas expectativas de sus
estudiantes y no solo tiene como horizonte inmediato el ingreso al mundo
laboral, puede tener un importante impacto en la calidad de la formación y
crecimiento del capital humano de una sociedad. Las mismas investigaciones
indican que para tener mayores logros y generar un impacto en la productividad
de un país, deben existir marcos institucionales claros, con participación del
sector público y del privado.
Estos
años se ha avanzado sostenidamente en mejoramientos curriculares, formación
docente, en equipamiento y financiamiento, así como también en la creación de
centros de formación técnica en las distintas regiones del país, abordando el
gran desafío de responder a las necesidades de formación de los territorios y
de manera pertinente al impacto que esto pueda tener en el ámbito productivo
regional.
Tenemos
desafíos relevantes que abordar en materia de calidad y pertinencia. La
educación técnica en su nivel medio debe abordar el desarrollo de competencias
cognitivas y socioemocionales necesarias para un buen desempeño académico de
sus estudiantes, estar atentos a los cambios cada vez más recurrentes en el
mercado laboral, y diseñar estrategias para abordar el desarrollo profesional
de sus docentes con criterios de alta calidad y flexibilidad, de modo que las
expectativas sociales y personales que sobre ella se tienen, se traduzcan en
beneficios altamente valorados. Es por ello que la articulación de los
distintos actores que intervienen en la visión de esta área educativa, debe
contribuir de manera significativa y eficaz a incrementar su valoración por
parte de nuestra sociedad.
Nuestra
educación técnica debe quebrar el rol de reproducción de la desigualdad social
con el cual se suele asociar, para convertirse en un puente que a través de la
articulación con el mundo del trabajo y los estudios de nivel superior, promueva
el aprendizaje a lo largo de la vida, con retornos personales y sociales altos,
y se constituya en un factor dinamizador del desarrollo productivo, tenga un
papel redistributivo y contribuya a la movilidad e inclusión social.