La pedagogía de los valores en la escuela en el transcurso de los próximos años se basará prioritariamente en el respeto al otro, la solidaridad responsable, la creatividad y el desarrollo de la interioridad.
No podemos negar que el aforismo “todo tiempo
pasado fue mejor”, posee una cierta seducción. Sin embargo, al contrastar con
los tiempos actuales los aspectos que se comparan, nos lleva a descartar su
halo de veracidad. Es cierto que la solidaridad, el respeto y un cierto
altruismo son valores ausentes en un mundo marcado por la competitividad, la
agresividad, y por un individualismo desde el cual todo lo que no sea el
interés propio se convierte en una molestia que hay que eliminar.
Victoria Camps, en Virtudes Públicas, señala que educar es dirigir, formar el carácter
o la personalidad, llevar al individuo en una determinada dirección, para
concluir que la educación no puede ser neutra. Más adelante afirma que en la
educación actual existen tres valores que están unidos en la práctica: pluralismo,
autonomía y tolerancia, porque éstos son
los valores propios de una educación democrática, opuestos a los valores
autoritarios, dogmáticos, sectarios de otros tiempos y de otras formas de
gobierno. Lo que definiría
al buen ciudadano sería la tolerancia y el imperativo de respeto ante la diferencia
de los otros. Para Camps, la educación es valorativa porque no se trata de
reproducir lo ya existente, por el contrario, muestra esta condición cuando es
crítica y progresista y no se conforma con las maneras de ser vigentes. En esta nueva etapa,
la educación que queremos tiene por objeto destacar que la formación de los
ciudadanos es una de las más importantes finalidades del sistema educativo y
que requiere del apoyo y de la participación de todos los agentes sociales, en
ella la tarea del educador es lograr que el estudiante se desenvuelva bien en
la sociedad y contribuir, a la vez, a la mejora de esa sociedad.
La pedagogía de los valores en la escuela en el
transcurso de los próximos años se basará prioritariamente en el respeto al
otro, la solidaridad responsable, la creatividad y el desarrollo de la
interioridad. Es por eso que la escuela desde hoy debe ocuparse en proveer a
sus miembros un “ambiente de respeto”, que no es otra cosa que elevar o mejorar
las percepciones y las actitudes que tienen los estudiantes, los docentes, los
padres y apoderados en relación al trato respetuoso entre los miembros de la
comunidad educativa, la valoración de la diversidad y la ausencia de
discriminación que exista en el establecimiento. Los estudios recientes señalan
que las características asociadas con un clima de convivencia basado en el
respeto entre los miembros de la escuela y que se reflejan en un ambiente en el
que las opiniones de los estudiantes y de los profesores son valoradas y
respetadas, donde existen relaciones de colaboración, confianza y apoyo de los
adultos a los niños, niñas y jóvenes manifestada en la actitud de escucharlos y
de preocupación personal; donde el carácter relacional del proceso de enseñanza
y aprendizaje se expresa en un apoyo académico y personal; y donde se respetan
las diferencias individuales y el orden y limpieza del establecimiento, junto a
mecanismos constructivos de resolución de conflictos; no solo mejora la
convivencia, sino el bienestar y la calidad de vida de todos los miembros de
una comunidad.