miércoles, 11 de agosto de 2021

Prioridades para los cambios profundos en educación



El próximo gobierno debiera abordar a lo menos tres ámbitos de transformaciones si quiere incidir en la configuración de un nuevo modelo educativo para el país, más justo, solidario y sensible a las demandas ciudadanas y de los territorios regionales, nacional e internacional, y que reclama cambios profundos. Estos cambios deben ir en el sentido de terminar con la competencia y sus instrumentos accesorios como los incentivos, pagos por resultado o condicionados a requisitos de entrada, todos los cuales impiden el acceso y ejercicio del derecho a la educación, eliminando así el sesgo neoliberal. Tampoco debemos pretender hacerlo todo, debemos ser capaces de detectar, seleccionar y abordar aquellos plausibles de realizar en el periodo presidencial, considerando todas las posibilidades y obstáculos factibles.

Realizar cambios profundos no siempre implica desechar lo que con esfuerzo las generaciones anteriores han construido con sacrificio y compromiso creyendo que se hacía lo correcto

En primer lugar me parece necesario avanzar en el fortalecimiento de la educación pública, que es aquella que se imparte a través de los Servicios Locales de Educación (SLE) que se están instalando en el país. Esto requiere consolidar y mejorar lo realizado y apresurar el ritmo de incorporación de nuevos territorios. Algunas correcciones debieran ir en el sentido de cambiar el sistema de financiamiento desde la subvención por asistencia a presupuestos concordados, permitiendo proyecciones y estabilidad al mismo sistema y a las instancias decisionales; otorgar atribuciones de coordinación y ejecución de programas a las regiones, hoy existe un amplio espacio territorial, poblado de instituciones públicas, por lo tanto es necesario dotar a las regiones de una gobernanza territorial y coordinación multinivel que garantice los derechos y mejore la eficacia; dotar de atribuciones y capacidades para que en este nuevo escenario se avance en la configuración de programas curriculares pertinentes a las necesidades territoriales en un marco nacional de compromiso; disponer de un fondo para el financiamiento de diseños e implementación de programas de articulación con empresas, instituciones de educación superior y agencias sociales, construyendo espacios colaborativos cuyos beneficiarios sean los estudiantes de hoy y los territorios socio productivos.

En segundo lugar tenemos que concordar un nuevo trato con nuestros docentes, incorporándolos al diseño, implementación y evaluación de las políticas públicas en espacios decisionales, lo cual permitirá fortalecer su autonomía y capital profesional. Independiente de atender las demandas gremiales, no debemos entramparnos en ello y fortalecer la confianza en su profesionalismo colectivo. Para ello es imprescindible atender con prioridad los conflictos en materia de participación y atribuciones profesionales que fortalezcan su rol educativo, pedagógico y de liderazgo en sus comunidades. Paralelamente, es necesario establecer una carrera directiva para los establecimientos públicos de los SLE con urgencia, de manera que se atraigan a profesionales capaces, que asuman su rol trascendente de líderes de comunidades que miran el mundo desde ellas y se sientan contribuyendo a la configuración de una misión superior, conscientes de que no son islas competitivas sino parte de engranajes colaborativos que forman parte del esfuerzo de construir un sistema educativo más justo y que ofrezca bienestar personal, comunitario y social.

Tercero, haciéndose cargo de la contingencia social y sanitaria, el próximo gobierno debe tener una actitud proactiva en a lo menos tres ámbitos de acción urgente: uno, es necesario un fuerte plan de inversiones en los establecimientos públicos para dotarlos de equipamiento y capacidades para mejorar y mantener modalidades de trabajo virtual. Esta modalidad será indispensable para dotar de una identidad rectora a la educación pública, proyectándola y profundizando la justificación del cambio que se ha prometido, haciendo sentido al esfuerzo que está realizando el país para otorgar protagonismo al sector público. Dos, tenemos que diseñar e implementar con celeridad un programa de recuperación de las trayectorias educativas interrumpidas durante este último tiempo, tanto para estudiantes que se mantienen en el sistema escolar como para aquellos que lo han abandonado, a través de programas serios, flexibles y dentro de las escuelas y liceos, que permitan visualizar el interés y rol del Estado por hacerse cargo de la tragedia que muchas familias están viviendo. Tres, las instituciones de educación pública, en todos sus niveles, debieran implementar programas de formación continúa que materialicen la oportunidad de ejercer el derecho a la educación permanente de cada persona que vive en nuestro país, que contenga alfabetización digital, formación ciudadana para la democracia e inserción en el nuevo mundo socio ambiental con capacidades concretas, entre otras.

Realizar cambios profundos no siempre implica desechar lo que con esfuerzo las generaciones anteriores han construido con sacrificio y compromiso creyendo que se hacía lo correcto; es la oportunidad para demostrar que sobre lo avanzado somos capaces de volver sobre nuestros pasos para profundizar lo que ha resultado, desechar lo que ha perjudicado e innovar con los nuevos conocimientos y capacidades hoy existentes para abordarlos con urgencia, responsabilidad y renovados sueños.

https://www.elquintopoder.cl/educacion/prioridades-para-los-cambios-profundos-en-educacion/

https://opinion.cooperativa.cl/opinion/educacion/prioridades-para-los-cambios-profundos-en-educacion/2021-08-10/110119.html

https://elinsular.cl/opinion/2021/08/11/prioridades-para-los-cambios-profundos-en-educacion/

https://www.re-vuelta.cl/2021/08/10/prioridades-para-los-cambios-profundos-en-educacion/

#agendaeducacion #cambiosprofundos #educacionpublica 

miércoles, 9 de junio de 2021

Urgencia, énfasis y desafíos para la educación

La actual crisis social, política y sanitaria, tendrá consecuencias culturales. La convivencia en los hogares, en los lugares de trabajo; las relaciones de poder al interior de las instituciones complejas como las educativas y las de representación política; las formas de organización del trabajo y de las actividades productivas; la circulación de personas y mercancías por las vías de transporte tradicional; la investigación, el conocimiento, la cultura y nuestros modos de relacionarnos; todo está cambiando.


Las instituciones educativas deberán abandonar sus viejas estructuras verticales para acoger formas de trabajo educativo más horizontales, participativos, dialogantes y consultivos ante la emergencia de la diversidad de actores

Emergerá una sociedad distinta a cómo había sido hasta comienzos de 2020, no será un amanecer ante una nueva realidad, pero si la configuración de un nuevo espacio cuyo punto de partida ha sido esta crisis sanitaria que ha acelerado unos modos de vinculación y que seguramente consolidará una nueva forma de relación social, política y cultural para una buena parte de la humanidad, pero en especial para las sociedades de desarrollo más avanzado en cada región y al interior de cada país. Lo mismo respecto de las áreas que se transformarán con mayor profundidad, siendo la educación una de las cuales tendrá los mayores retos, pues más que la incorporación de nuevas tecnologías como ocurrirá en la industria y los servicios mercantiles, financieros y de transporte, implicará un cambio cultural que tendrá nuevos énfasis y desafíos en los ámbitos curriculares, de organización institucional y de las formas de enseñar y aprender:

  • Respecto de las transformaciones curriculares se hace evidente la profundización de la formación para una ciudadanía que acoja los temas globales y locales con mayor énfasis, responsabilidad y sentido colectivo. El desarrollo de conocimientos y de una toma de conciencia ante el cambio climático y la equidad de género; la valoración de la participación, de la tolerancia, del cambio y de la convivencia pacífica; el desplazamiento de la indiferencia ante el dolor, ante el egoísmo social, del individualismo por compromisos colectivos, la compasión y la solidaridad; entre otros, deberán ser los ejes del desarrollo curricular para la enseñanza y el aprendizajes de las ciencias, de las artes y de las humanidades.
  • Las instituciones educativas deberán abandonar sus viejas estructuras verticales para acoger formas de trabajo educativo más horizontales, participativos, dialogantes y consultivos ante la emergencia de la diversidad de actores. Lo anterior no solamente para el espacio donde se congregan estudiantes y profesores, que ya debieran comenzar a configurarse físicamente de maneras más acogedoras y menos asociadas a formas industriales, sino que también en los cuales se delibera la formulación e implementación de las políticas públicas, especialmente en los cuales se toman las decisiones que impactan en la cotidianeidad de la vida educativa, como son las escuelas, liceos y universidades. La arquitectura piramidal tradicional será desplazada en favor de nuevos espacios multinivel que asegurarán la gobernanza del sistema y garantizarán su eficacia en el logro de sus objetivos.
  • Enseñar y aprender será cada vez menos diferenciado. La pedagogía educativa que ya venía alterándose sustantivamente producto de los nuevos aportes de las ciencias y disciplinas sobre el conocimiento del ser humano y de éste y su relación con el entorno inmediato, pero que la crisis ha dado un impulso acelerador que permitirá a lo menos, profundizar dos áreas: primero, la centralidad de las y los estudiantes, como sujetos activos de los aprendizajes propios, el de sus profesores y el de la propia institución educativa; y segundo, no menos central que la anterior, la preocupación e inversión en la formación de los profesionales de la educación. En efecto, a la insuficiencia anunciada de docentes para los próximos años en ciertos niveles y disciplinas, tenemos que agregar la necesaria inversión en la formación permanente de los docentes de aula y de directivos vigentes en el sistema escolar y de las instituciones y formadores de los docentes, tanto para abordar las necesidades actuales como futuras antes enunciadas, como para instalar e incrementar mayores y necesarios niveles de coherencia entre las políticas públicas y los objetivos que la sociedad formule para que el sistema educacional los pueda cumplir de manera efectiva.

Los retos educativos para el siglo XXI se han visto revitalizados unos y han emergido otros, lo cual además de ser un desafío actual, constituye un deber abordar desde la practica escolar y académica, desde las política y la cultura, pero sobre todo, desde el seno de la profesión docente, desde la cual debiéramos no solo esperar sino que comenzar a escuchar y leer contribuciones que incrementen lo que Fullan y Hargreaves (2012) denominan “capital profesional”. Si nuestra preocupación por el bienestar de las próximas generaciones es genuina, no debiéramos discrepar en la urgencia de concretar esta inversión social ahora.


https://www.elquintopoder.cl/educacion/urgencia-enfasis-y-desafios-para-la-educacion/


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lunes, 2 de noviembre de 2020

Rescatando la fraternidad

Hace tiempo nos llamó la atención la irrupción del término sororidad, el cual define la relación de hermandad y solidaridad entre las mujeres para construir redes de colaboración que permitan promover sus derechos y los cambios sociales destinados a lograr la igualdad de géneros. Esta palabra sigue el mismo patrón al de fraternidad, cuya raíz latina es frater (hermano), pero que para este caso, la raíz sería soror (hermana), aludiendo así a una relación entre iguales para las personas de sexo femenino.


La democracia moderna -como la antigua de Aspacia y Pericles- arrancó como un intento de ensanchar la sociedad civil y de incorporar a más personas en el espectro de los libres e iguales.

Comenzar a definir los fenómenos o conceptos como corresponde, implica reflexionar sobre ello, visibilizarlo, invitar e incitar al debate, porque como dice Vladimir Nobokov, que “las palabras estén puestas a modo que signifiquen lo que significan” y que además, cuando pensamos lo hacemos no “en lenguajes, sino en imágenes”. Ambas frases que parecen simples son mucho más efectivas, tanto como si hasta hace pocos años ni siquiera teníamos en nuestro horizonte lingüístico el concepto de feminicidio, el cual ha irrumpido con tal fuerza que ha forzado a cambiar legislaciones centenarias, prácticas que creímos justificadas en seudo teorías o tan arraigadas culturalmente que parecían definir nuestras identidades.

Traigo a colación este tema debido a que iniciado el proceso constituyente, vuelven a ser protagonistas, como lo han sido durante ya más de 200 años los conceptos de libertad e igualdad, principios enunciados por la Revolución Francesa y que han inspirado otras a través de nuestra historia, dejando un reguero de sangre y muerte, pero también en el abandono al tercero de la triada, la fraternidad.

Quisiera recordar a Aspasia, pareja de Pericles en segundas nupcias de ambos, quienes vivieron rodeados de un círculo intelectual envidiable como Anaxágoras, Sócrates y otros sofistas; más allá de la discusión sobre su condición en la sociedad ateniense, lo que quiero resaltar aquí es que un su calidad de dirigenta del partido democrático de los pobres (de los thetes), plantea tempranamente que los ciudadanos de Atenas “son todos hermanos nacidos de una misma madre”, algo tan revolucionario como inexplicablemente olvidado. Este enunciado fraternal de Aspasia tenía un sentido inequívocamente democrático y emancipador al señalar que todos los atenienses son hijos de una sola madre, no de un solo “padre”, y menos aún de uno autoritario o despótico. Para Aspasia, que todos los habitantes de Atenas fueran “hermanos nacidos de una sola madre” quería decir que estos no “son esclavos ni amos unos de otros, sino que la igualdad de nacimiento según naturaleza nos fuerza a buscar una igualdad política en la ley, y a no ceder entre nosotros ante ninguna otra cosa sino ante la opinión de la virtud y de la sensatez”. Sugiero leer a Armand D’Angour, que acaba de publicar Sócrates enamorado (Ariel, 2020).

Los críticos reaccionarios a la democracia plebeya ática -Aristófanes y como bien sabemos Platón-, han hablado de la democracia como un régimen subversivo, como un régimen que otorgaba el poder a los esclavos, y hasta un crítico moderado como Aristóteles se refería a la democracia radical ática como una gynaicokratía, como un régimen en el cual mandaban las mujeres. Aspasia es entonces la defensora de la emancipación y de la libertad, que funda sus aspiraciones en una noción igualitaria de hermandad en la cual el poder no puede ser ejercido arbitrariamente en ninguna circunstancia. La manera más expedita de despojarlo de dicha atribución es concibiendo institucionalmente a sus detentadores y servidores solo como agentes fiduciarios y susceptibles de ser revocados sus mandatos a voluntad del conjunto de los ciudadanos libres e iguales.

Entonces, la democracia moderna -como la antigua de Aspacia y Pericles- arrancó como un intento de ensanchar la sociedad civil y de incorporar a más personas en el espectro de los libres e iguales. Más aún, posteriormente, el mismo Robespierre y los jacobinos franceses intentaron llegar más lejos hasta proponer incorporar a los esclavos de las colonias, a los asalariados sometidos “a tiempo parcial” y al final de sus días, a todas las mujeres arraigadas a la dominación patriarcal y patrimonial. La famosa fraternité jacobina expresaba precisamente eso, la necesidad de emancipar al conjunto de las “clases domésticas” e incorporar a lo que hoy denominamos sociedad civil y hermanándolas en ella.

Por eso es que no concuerdo con Agustín Squella cuando señala en su hermoso ensayo Fraternidad (2018: 11): “Quiérase o no, “fraternidad” es un término que posee una carga religiosa, puesto que sugiere que seríamos hijos de un mismo padre”, y menos aún su referencia a Henri Bergson para señalar que la democracia “es esencialmente evangélica”. Creo, que las fuerzas de la historia han opacado la contribución de las mujeres no solo en el plano material sino también cuando se les quiere resaltar o reivindicar, puesto que se buscan ejemplos que disputan habilidades masculinas en las artes, manualidades e incluso en las ciencias. Sin embargo, el mayor crimen de la historia ha estado en relegarlas –y lo que es peor, seguir haciéndolo- en su contribución al diseño de las estructuras sociales e institucionales, antes y ahora, pero sobretodo cuando la autoridad patriarcal encuentra un aliado en el dominio material de los bienes y sus consecuencias de dominación como el patrimonio y su herencia.

La democracia republicana tradicional era la promesa en la cual los pobres libres no tendrían que pedir permiso para existir social y civicamente. En la democracia fraternal republicana de impronta europea, aún más radical, señalaba que los pobres no libres, los nuevos esclavos “a tiempo parcial”, los pueblos colonizados y las mujeres se emanciparían accediendo de pleno derecho a la vida civil de todos los libres e iguales. Por eso, en una democracia contemporánea la fraternidad no debe ser concebida como emanada de un mandamiento divino ni tampoco de una norma superior de filosofía moral. Es la historia la cual nos enseña que la solidaridad democrática se gesta y se fortalece dentro de la acción política concreta, sólo así, de ser un medio, pasa a ser un fin, de ser un instrumento, se vuelve valor y de ser una exigencia, se convierte en virtud. Solo así podremos llegar a sostener que la libertad y la igualdad serán disfrutadas por todos los seres humanos como si se trataran de derechos intrínsecos, pues en su nivel más alto, la democracia consiste en dejar de pensar como un yo egoísta, para pensar siempre como un nosotros generoso en los asuntos sociales.


https://www.elquintopoder.cl/ciudadania/rescatando-la-fraternidad/


https://www.paislobo.cl/2020/10/rescatando-la-fraternidad.html


https://www.re-vuelta.cl/2020/10/31/rescatando-la-fraternidad/


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miércoles, 26 de agosto de 2020

¿Qué liderazgo para la nueva escuela?

Si el mundo está cambiando producto de esta pandemia, es también una oportunidad para la escuela, ésta no puede permanecer estática. ¿Qué ha de cambiar en la escuela? Lo más relevante es la redefinición del tipo de liderazgo que se desarrollará y aunque parezca de perogrullo, no dará lo mismo quien dirija una escuela. Hay efectos significativos directos -demostrados por la investigación nacional e internacional-, que un fuerte liderazgo pedagógico puede contribuir a crear estructuras que faciliten el trabajo de los profesores y que éste, a su vez, incida en la mejora de los aprendizajes y desarrollo emocional de sus estudiantes.


Si queremos una buena escuela, inclusiva y justa luego de esta crisis, los directivos deben contribuir a que los profesores enseñen mejor

Esta creencia es fundamental, si nuestros directivos saben que su liderazgo tiene consecuencias en el grado de colaboración y trabajo conjunto de los docentes, entonces debemos realizar esfuerzos formativos por promover e instalar en el sistema escolar modalidades diferentes a las tradicionales de conducir los procesos de gestión en ellas. El tipo o estilo de liderazgo que se practica en la escuela define las modalidades del trabajo profesional docente, es decir, de la enseñanza que se practica, y con ello las transmisiones simbólicas hacia los estudiantes, como las actitudes y valores que de ello se desprenden. Un liderazgo impositivo, impersonal, desconectado de la cotidianeidad, genera desconfianza en las relaciones interpersonales, indiferencia con el destino de los demás y de la comunidad, provoca apatía cívica, promueve el individualismo y la competencia anuladora de las virtudes y talentos de los otros.

En cambio, un liderazgo que se involucra en los desafíos personales y comunes, que practica la cercanía y el contacto personal con todos los miembros de la comunidad escolar, que está atento a sus necesidades y forma parte de la búsqueda de soluciones a las dificultades, provoca compromiso, solidaridad y colaboración. El estilo de liderazgo que se promueve y practica en nuestras escuelas no puede ser indiferente a los valores que se quieren inculcar en nuestras próximas generaciones.

Si bien la contribución del liderazgo pedagógico de la dirección escolar, en un contexto distribuido, centrado en el aprendizaje, es siempre indirecto, puesto que no reemplaza la labor del profesor, si puede contribuir a establecer las condiciones para que se trabaje bien en ellas. Sin duda la efectividad de un profesor está en relación con sus capacidades y motivaciones, con su compromiso y con las características del contexto, pero la creación de un ambiente y de unas condiciones que favorezcan a su vez un buen trabajo en las aulas, es algo que depende de los directivos y mientras más desfavorecido es el contexto social o menores los logros escolares de sus estudiantes, más significativa y necesaria es la calidad de los directivos. La escuela y los estudiantes más vulnerables son más sensibles a los efectos del liderazgo directivo, por lo que su calidad y efectividad importa más en estas escuelas.

En definitiva, si queremos una buena escuela, inclusiva y justa luego de esta crisis, los directivos deben contribuir a que los profesores enseñen mejor, pues la estrategia más prometedora para mantener un mejoramiento sostenido y sustantivo es el desarrollo de la capacidad de todo el personal de la escuela para funcionar como comunidad profesional de aprendizaje, donde lo predominante sea la responsabilidad colectiva con la mejora de la enseñanza, con el mejoramiento de los aprendizajes y el desarrollo emocional de los estudiantes, con procesos de toma de decisiones compartidas, informada y sobre la base de evidencia científica, guiada por el juicio y la experiencia colectiva. Los focos del trabajo profesional docente que promueve un liderazgo efectivo en las buenas escuelas buscan asegurar que todos los estudiantes aprendan, que se despliegue una cultura de la colaboración entre los docentes y profesionales de apoyo con el que hoy cuentan, saliendo del trabajo individualista, y con un enfoque en la calidad de los procesos y en el logro de resultados compartidos.


https://www.elquintopoder.cl/educacion/que-liderazgo-para-la-nueva-escuela/


martes, 18 de agosto de 2020

El miedo a volver a las escuelas

Hace un tiempo escribí que Victoria Camps en su libro “El gobierno de las emociones” señalaba que “no hay razón práctica sin sentimientos” para relevar la contribución de las emociones al bienestar de las personas y la sociedad, aunque también las hay aquellas que provocan deterioro personal e impactan negativamente en la convivencia social, e invitaba a conocerlas y aprender a gobernarlas, lo cual es posible, pues las emociones, en tanto expresiones humanas, se construyen socialmente. Educar las emociones (Victoria Camps)


El miedo es el virus más grave que puede afectar a los seres humanos. Hace que entremos en pánico y tomemos actitudes irracionales como discriminar a los demás, desarrollar una ansiedad grave y en algunos casos causar depresión

Las emociones se construyen en la convivencia, por eso educarlas es importante, ese esfuerzo otorga las herramientas para manejar los impulsos y a partir de ello, permite decidir qué conducta es la más apropiada según las circunstancias en las cuales se convive, de manera tal que las mismas contribuyan a una interacción social y personal constructiva, positiva y capaz.

Hoy son la desconfianza y el miedo los sentimientos que embargan a los padres y docentes. La desconfianza a las autoridades y sus medidas erráticas, a destiempo y descontextualizadas, algo de lo cual hay que estar consientes a la hora de abordar las estrategias para construir confianza con las comunidades. Miedo porque hemos sido invadidos por información real que da cuenta de los estragos en la salud de las personas, y nadie quiere ser contagiado, a pesar de los riesgos a los cuales nos vemos sometidos cuando incumplimos con las instrucciones sanitarias o cuando por necesidades laborales se está obligado a tomarlos.

Estas emociones generadas por el temor al contagio se imponen a la razón y hacen muy difícil mantener la calma, lo cual demuestra que el miedo es, comparado con los virus conocidos, el más contagioso e incontrolable y sólo se superará o cambiará por otra emoción más fuerte y positiva que se imponga a la primera razonando sobre el tema o aportando información creíble sobre la reducción del peligro. Así que el miedo a este ya conocido virus en sus características de letalidad, sólo se superará con informaciones que generen emociones positivas, como asumir que esa enfermedad tiene en estos momentos un bajo índice de mortalidad o creer que se trabaja en la dirección correcta para controlar su propagación. Sin embargo, la debilidad está en que no se cree, ni se tiene confianza en la autoridad, pues a las medidas erráticas inicialmente, sumó la falta de verdad en el número de contagiados y fallecidos.

“El miedo es el virus más grave que puede afectar a los seres humanos. Hace que entremos en pánico y tomemos actitudes irracionales como discriminar a los demás, desarrollar una ansiedad grave y en algunos casos causar depresión y perder la habilidad para reinventar y responder inteligentemente en situaciones estresantes. Debemos tomar todas las medidas recomendadas para la prevención y además, trabajar en nuestras herramientas de gestión de emociones para prevenir que nuestra salud psíquica sea infectada por nuestros miedos, desesperaciones y ansiedades”, ha dicho el reconocido psiquiatra, investigador y escritor Augusto Cury, autor de Ansiedad, cómo enfrentar el mal del siglo. Augusto Cury

Hoy mayoritariamente nadie quiere volver a las clases presenciales, pero bien es sabido también que la virtualidad está afectando fuertemente la equidad, mientras más tiempo estén fuera de la escuela los estudiantes más vulnerables, mayores serán las brechas de aprendizaje con aquellos que poseen mejores condiciones para mantener la virtualidad, pero también mayores serán las dificultades para reincorporar a aquellos estudiantes que han visto interrumpidos sus vínculos con sus escuelas y profesores. En algunas comunas cerca de la mitad de los estudiantes no han podido ser conectados o tienen vínculos débiles, una comunicación precaria que no es suficiente para asegurar un piso mínimo de calidad en la trayectoria educativa que se espera para ellos durante este año lectivo.

Por eso, el retorno a clases debe realizarse sobre la base de decisiones bien informadas y para ello los directivos deben asesorarse por los mejores especialistas a su disposición. La autoridad educativa nacional dictará las orientaciones generales, las cuales por muy concretas que sean, nunca serán lo suficientemente ajustadas a las características de cada escuela, he ahí el espacio para la gestión de la autonomía escolar y de la responsabilidad que tienen los liderazgos locales de asesorar y entregar los elementos de seguridad que necesitarán los directivos para ofrecer seguridad a sus comunidades. En los entornos de las escuelas existen recursos valiosos que bien pueden contribuir a que las escuelas y sus líderes puedan elaborar adecuados protocolos que contribuyan a la organización adecuada de la vuelta a clases: el retorno hay que prepararlo bien, la improvisación puede ser fuente de grandes riesgos para las comunidades.

https://www.elquintopoder.cl/educacion/el-miedo-a-volver-a-las-escuelas/

martes, 28 de julio de 2020

La codicia de la élite

En el libro Por qué fracasan los países Daron Acemoglu y James A. Robinson (2012: 25), nos cuentan que en sus primeros intentos de asentamiento los españoles en el Río de la Plata se encontraron con la fuerte resistencia de los pueblos cazadores-recolectores charrúas y querendíes, por lo que siguieron aguas arriba del Paraná buscando una ruta hacia los incas. En el trayecto se encontraron con los guaraníes, quienes ya eran un pueblo sedentario de economía agrícola, luego de un breve conflicto, fundaron Asunción, se casaron con sus princesas y establecieron una nueva aristocracia, reemplazando a la oligarquía dirigente, manteniendo y reforzando las prácticas del trabajo forzado y pago de tributos que tenían los guaraníes, pero ahora en su propio beneficio.

Nuestra élite ha diseñado una estrategia de cierre social a través del poder que le otorga el capital económico, negando la posibilidad de competir en igualdad de condiciones a los demás
Lo anterior que pudiera ser una anécdota histórica, en realidad respondía a una estrategia de los conquistadores, pero que, por sobre todo, tendría fuertes consecuencias que perduran hasta el día de hoy en la estructura social de nuestros países. Luego de un período inicial de saqueo del oro, la plata y las piedras preciosas y de destrucción de las jerarquías aborígenes, los españoles crearon una serie de instituciones que perfeccionaron la explotación de los pueblos indígenas, iniciando un ciclo interminable de desigualdad que ha llegado hasta nuestros días en América Latina.
La constitución de la aristocracia terrateniente tuvo una carácter hegemónico, lo que les permitió, con relativa facilidad, crear sus propias reglas de propiedad y comercio primero, que tradujeron luego en instituciones políticas de distribución del poder, las que posteriormente heredaron los dirigentes de la nueva república, quienes, hábilmente, a través de una serie de compromisos, han logrado incorporar y cooptar a los nuevos ricos surgidos de la minería, el comercio, la banca y la industria.
Si bien una de las condiciones para alcanzar la prosperidad es la existencia de instituciones adecuadas, que favorezcan el crecimiento y otorguen estabilidad, también es necesario que tengan la capacidad para adecuarse a las exigencias de cambios sociales, aunque lo común es la tendencia a dormirse en laureles o a sostenerse en espurios pactos con sectores de las oligarquías dominantes. Ahí hemos tenido el ejemplo del poder judicial y sus instituciones auxiliares, que tanto ha costado reformarlas.
En este sentido, muchas de las instituciones que no leen adecuadamente las exigencias por cambios más inclusivos, tienden a ser ellas mismas generadoras de conflictos y disputas entre la élite que quiere mantenerlas y las mayorías que exigen cambios. Es el caso de la oligarquía terrateniente, la cual, si en el siglo pasado hubiera entendido que la modernización de la agricultura implicaba la división de la propiedad parasitaria de la tierra, tal vez ellos mismos hubiesen sido protagonistas de la modernización de nuestra agricultura, de la dignificación del campesinado y haber contribuido a mayores niveles de inclusión social y política en el país. Ello no pudo ocurrir porque es común que en todas las sociedades los poderosos tengan la tendencia a aglutinarse para acceder al control del gobierno, menoscabando el progreso social a favor de su propia codicia. Estando en el gobierno, manipulan las reglas para beneficiarse en detrimento de la mayoría y mientras son más homogéneas, tienden a prolongar los conflictos con el ánimo de mantener los beneficios que su posición les otorga. Esto explica la reacción desmedida y exagerada por mantener a las AFP en nuestro país.
En efecto, nuestra élite ha diseñado una estrategia de cierre social a través del poder que le otorga el capital económico, negando la posibilidad de competir en igualdad de condiciones a los demás, lo que constituye una práctica cada vez más compleja si se considera que en la actualidad se ha buscado precisamente abolir estos mecanismos de distinción, promoviendo un sistema de competencia basado en valores universales como la meritocracia y la igualdad de oportunidades. Sin embargo, los niveles de endogamia y las estrechas relaciones familiares entre los dueños y los altos ejecutivos de las mayores empresas, bancos y corporaciones comerciales e industriales del país, parecen probar este supuesto, en la medida que, el valor de los apellidos y la familiaridad, siguen siendo criterios relevantes al momento de realizar una contratación o ampliar las redes de parentesco.
En cambio, las élites con intereses heterogéneos, se contradicen, y ello les obliga a construir un sistema de reglas más equitativo, porque cuando perciben que no pueden dominar a la mayoría y garantizarse una ventaja de largo plazo para si mismos, predomina la preferencia por negociar reglas justas y equitativas. Esto es lo que no es la élite chilena, la cual desde su constitución, siempre ha estado dispuesta a llevarnos al limite del conflicto: 1891, 1924, 1973, 1988. De no cambiar su disposición, 2021 será el próximo.
Daron Acemoglu y James A. Robinson (2012: 440) sentencian que “los países se convierten en Estados fracasados no por su situación geográfica ni su cultura, sino por el legado de las instituciones extractivas, que concentran el poder y la riqueza en aquellos que controlan el Estado, lo que abre el camino a los disturbios, las contiendas y la guerra civil”. Dios nos pille confesados.
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sábado, 18 de julio de 2020

La pérdida del rito

El filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han nos había llamado la atención al señalar que estábamos en riesgo de perder los ritos que le otorgaban significado a nuestra vida comunitaria, aquellos que la pandemia global está atacando. El riesgo es evidente, pues los ritos no solamente nos permiten reconocernos como parte de una comunidad, sino que “transmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada una comunidad”. Recientemente ha insistido al señalar que “La crisis del coronavirus ha acabado totalmente con los rituales. Ni siquiera está permitido darse la mano. La distancia social destruye cualquier proximidad física. La pandemia ha dado lugar a una sociedad de la cuarentena en la que se pierde toda experiencia comunitaria” (La Semana: Byung-Chul Han).

De ser efectivo lo anterior, es decir, de estar ocurriendo la desaparición permanente de estas acciones simbólicas que representan valores y órdenes que mantienen la cohesión, estaríamos asistiendo a la desintegración de aquellas comunidades que han fundado su identidad en la fortaleza de sus ritos, especialmente aquellas que han resistido los procesos de globalización y los han levantado como distinciones culturales que han permitido la viabilidad de sus instituciones, pero que han permitido a su vez constituir una memoria comunitaria, como una estructura estable que ha salvado y mantenido la integración social, la reproducción de los referentes culturales en cada generación y la transmisión de la herencia simbólica.

La experiencia ritual no dice de manera directa y explícita lo que quiere decir, sino que construye un contexto simbólico cargado de mensajes que contrastan con la experiencia cotidiana, que pueden parecer incomprensibles e incluso absurdos a los participantes de la ceremonia, sin embargo, son cruciales para la eficacia de la conservación cultural. En efecto, el contexto social particular en el que se recrea, está cargado por un conjunto codificado de prácticas normativas y por un fuerte valor simbólico para sus actores y espectadores que lo transforma en sí mismo en un espectáculo que “pone en escena la vida social”, al decir de Levi-Strauss, y que por lo tanto, sin el rito la vida social pierde sentido, porque es en ella donde encuentran su eficacia social. Más aún, es en el ritual donde se agregan múltiples contenidos como el saber, la moral, lo sagrado, la reproducción, el cambio, el poder o la rebelión, disolviendo dicotomías e integrando creencias y actuaciones, el hacer y el decir, muchas veces una válvula de escape para la subversión y el cambio para que todo siga igual.

El rito en tanto que forma y substancia cultural posee la capacidad para responder a las exigencias simbólicas de la sociedad postmoderna, para renovarse y adaptarse permanentemente a las expectativas de aquellos que reinventan sus formas. En tiempos de complejidad e incertidumbre lo que menos quisiéramos es que se derrumbaran nuestras creencias en las que estamos, cuando vemos el derrumbe de certezas, llega el virus que amenaza con la desaparición de nuestros rituales y ya no solo no podemos darnos las manos, rozar nuestras mejillas, despedir o velar a nuestros muertos, sino que mantenemos a distancia los unos de los otros, negándonos la acción reflexiva monológica, pero que tiene un profundo significado dialógico.

Nuestra cultura chilota ritualiza muchas de las relaciones sociales, las cuales a menudo tienen lugar en un contexto, creando formas, herederas de la tradición y en las cuales el pasado transmite saberes en modalidades de forma, favoreciendo la integración de una comunidad que se reconoce en el ritual y valida la eficacia simbólica de su permanencia y perpetuación.

A propósito de esta pandemia y el rito de la velada y sepultación nuestra poeta Rosabetty Muñoz nos dice: “Necesitamos los ritos, las ceremonias repetidas una y otra vez que llenan de sentido ciertos momentos, nos ayudan en una cierta comprensión del mundo. Especialmente sanadores, nos permiten un ritmo que expresa la relación con el tiempo. En estos días de pandemia, se vuelve difuso el transcurrir y nos hacen falta los pequeños gestos de estabilidad que hagan de anclas en medio del oleaje”. Rosabetty Muñoz en Guionb: Nos hacen falta los ritos Los ritos del buen morir.

Los ritos nos otorgan seguridades y el confinamiento a que nos ha remitido el virus nos ha negado de ellas, pero también ha cambiado nuestro comportamiento remitiéndonos a una inactividad intranquila, donde cada día gana más espacio la ansiedad, el insomnio, la angustia, la pena, la depresión. Este virus nos ha escondido detrás de mascarillas negándonos el rito más básico de reconocernos, aislándonos de nuestros familiares y amigos, no nos permite mirarnos a los ojos, y nos ha negado rituales apreciados como la conversación distendida, salir a tomar un café o una cerveza con los amigos, asistir a la misa o acto religioso de los domingos o al juego de pelotas por la tarde, como también, nos ha negado la celebración de los cumpleaños, las celebraciones institucionales y cívicas, todos ritos identitarios necesarios. Estamos perdiendo la comunidad como la hemos creado, mantenido y conocido; tendremos que recrear una nueva comunidad.

Las oportunidades de esta crisis