domingo, 24 de mayo de 2020

La escuela del mundo rural

Si hay un sector para el cual la escuela es la institución más importante, ese es el rural.

En lo que se denomina como el mundo rural la escuela es el espacio más dinámico, en ella se desarrollan por supuesto las actividades educativas, pero también las culturales, se manifiestan las interacciones y relaciones sociales, se concreta la participación comunitaria. Por eso el confinamiento riguroso ha derivado en un empobrecimiento comunitario, ya que la cohesión expresada a través de las reuniones de los fines de semana, en los clubes deportivos y ceremonias religiosas, así como las de los clubes de adulto mayor, población cada vez más significativa, han desaparecido y con ello una cultura de la cercanía que se expresa en diversas formas de compartir. Para este mundo la escuela rural es una institución única, tiene una estructura pedagógico-didáctica basada en la heterogeneidad, en la diversidad de niveles educativos que posibilita la convivencia de estudiantes de distintas edades y capacidades, con diferentes competencias curriculares en el marco de una estructura organizativa y administrativa adaptada a sus necesidades internas, es inclusiva; goza de una suerte de entramado que representa un marco de valores que permanentemente se va reconfigurando al ritmo de los cambios que sufre su entorno, a la emergencia de una nueva ruralidad donde conviven la actividad predominantemente agraria ganadera con nuevas de carácter recreativo, turístico y residencial, planteando nuevos desafíos a una institución que se resiste a someterse a la estandarización.
 
Los estudiantes y docentes extrañan sus escuelas, pero temen reencontrarse. Saben de su condición vulnerable y que las medidas para imponer el distanciamiento social y físico resultan difíciles de mantener por tiempo prolongado debido a la urgente necesidad de recuperar esta cercanía, detener la crisis de convivencia, el miedo al contagio y la desconfianza. Es en el mundo rural donde las tecnologías de las comunicaciones han develado su precariedad haciendo imposible la vinculación virtual permanente, ha dado pié al predominio de las funciones básicas del WhatsApp o rescatado la importancia de la fotocopiadora; el mensaje de voz y el papel con instrucciones, ejercicios y correcciones, constituyen el vinculo didáctico más efectivo y estrecho en la relación de las comunidades educativas. Por eso entendemos lo que ha significado para miles de comunidades rurales a lo largo de nuestra región que sus escuelas estén cerradas.

Es en el mundo rural donde se constata que la escuela es presencial o no es. La virtualidad podrá constituirse en un instrumental de apoyos, pero la relación humana no podrá suplantarse; podrá la virtualidad constituirse en una alternativa pero no en la normalidad y las insistentes aspiraciones del homeschooling de desplazar a la escuela presencial no superarán el marketing porque no rescata a los niños y niñas de las actividades productivas con que el mundo rural les atrapa a través de las innumerables tareas cotidianas de la economía campesina o de ser mano de obra de la agricultura extensiva o el uso intensivo característico de la ganadería. La escuela rural presencial hoy es garantía para el ejercicio de los derechos y seguridad emocional de los niños y niñas, así como antes fue el instrumento de ampliación de sus derechos y bienestar social.

Pero también el aprendizaje en común es parte de la normalidad comunitaria y presencial, la escuela rural es instrumento clave para defender y garantizar la identidad colectiva, conservar el patrimonio natural e histórico, asume la responsabilidad como mecanismo de resistencia cultural al valorar el saber local que en numerosas ocasiones ha sido desplazado por otros de mayor reconocimiento político y mediático, al recuperar y conservar las tradiciones y los valores de su localidad, al profundizar en el conocimiento de la historia de los pueblos, los códigos culturales concretos, las formas de relacionarse, las costumbres, el estilo de vida. En definitiva, la escuela y sus agentes desempeñan una función crucial en la creación de un espacio educativo para que las peculiaridades locales puedan tener cabida y expresarse en la construcción y fortalecimiento de la identidad individual y colectiva de la comunidad educativa, al recuperar la memoria, al reconstruir la cultura y revalorizar la ruralidad, resistiendo el proceso homogeneizador y hegemónico al que nos somete la globalización.

En definitiva, la pantalla no es la escuela.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Los cambios que (se nos) vienen

No soy de los que cree que una nueva sociedad surgirá de las cenizas que dejará esta pandemia, una humanidad que cambiará todas sus convicciones para señalar una nueva ruta hacia un porvenir distinto, pero si tengo la esperanza de que a lo menos revaloremos nuestras prioridades y sean menos las mezquindades que las virtudes las que se alcen fortalecidas.

I am not one of those who believes that a new society will emerge from the ashes that this pandemic will leave, a humanity that will change all its convictions to point out a new route to a different future, but I do hope that at least we will reassess our priorities and be less the pettiness that the virtues the ones that will raise strengthened. 

Aún cuando parezca temprano escribir acerca de las características que las relaciones humanas asumirán en el tiempo de la post pandemia, pareciera que ya comienzan a configurarse algunas de ellas, pero habrá que esperar aún un tiempo para tener la certeza de cuáles la definirán. En principio, parece evidente que habrá una revalorización de las formas de comunicación, de trabajar y convivir, las que abarcarán todas las dismensiones sociales, desde aquellas más nimias hasta las más sofisticadas y complejas. Uno de estos cambios que comienza a reconfigurarse es una revalorización de las actividades laborales, otorgando nuevos sentidos a la contribución que realizan trabajadores que reciben pagos modestos pero que, en cambio, realizan tareas esenciales y que a menudo implican un riesgo de su propia seguridad sanitaria, trabajadores que se encuentran fuera del círculo privilegiado de las profesiones y cuya consideración bien puede significar una renovación valórica al colocar en evidencia nuestra dependencia, la desigualdad más allá de los gráficos y su contribución al bien común y bienestar general. El credencialismo característico de nuestra sociedad, que no solo distribuye honores sino también recompensas monetarias, a lo menos, debiera ser revisado con criterios de responsabilidad social.

Tal vez, los sectores más abordados han sido los de educación y salud. El sector de la salud pública ya comienza a sufrir transformaciones evidentes que delinean el perfil que adquirirá en el futuro próximo. En primer lugar, un mundo que presumía de la inevitabilidad de su cercanía en las relaciones personales, donde médico y paciente eran centrales para definir los recursos y servicios complementarios, ya no lo será con la misma fuerza y deberá dar mayor protagonismo a la telemedicina y el vasto mundo de las aplicaciones en los servicios asociados como son las consultas y el control de tratamientos, pero también abriendo oportunidades para que la relación entre profesionales se virtualice con el propósito de coordinar acciones de mejora en la gestión de los establecimientos y de las capacidades de los profesionales y técnicos, amén de una mejor distribución de las compensaciones internas. En segundo lugar, asumir lo anterior implica la exigencia de nuevos equipamientos para los establecimientos de salud, como serán la centralidad de puestos y salas de video conferencias y conexiones wifi para facilitar esta labor, como también las nuevas formas de gestión más horizontales y colaborativas que se anuncian indispensables. Ello ya debiera ir fijando las prioridades de inversión en el sector, de manera que podamos enfrentar los próximos desafíos con mayor celeridad.

En el sector educativo hemos transcurrido desde las discusiones de cómo continuábamos ofreciendo los servicios educativos a los estudiantes, cómo mejorábamos los dispositivos de apoyo y adecuábamos nuestras concepciones didácticas a una virtualidad medianamente conocida pero insuficientemente implementada, hacia el abordaje de los lineamientos de cómo serán tanto la vuelta a la presencialidad y cuáles serán los sentidos de la educación del futuro. Y aquí también han surgido a lo menos dos temas esenciales, uno producto de su ausencia y el otro debido a su presencia. En efecto, pareciera que hay una revalorización del vínculo presencial con el docente que hoy se extraña y con ello de una humanización necesaria de los procesos formativos y de los sentidos que ésta importa; y de manera contrapuesta, el debate acerca de cuánto de virtualidad se queda e incorporamos a los procesos y a la institucionalidad educativa. Esto significa que debemos reflexionar con una urgente profundidad acerca de los auténticos sentidos de las formaciones valórica y profesional, de las nuevas prácticas del ejercicio profesional docente y del rol que tendrán las tecnologías informáticas y comunicacionales en la cotidianeidad y en la formación virtual. Diversos estudios ya han señalado que más de la mitad de los docentes no se encuentran preparados para abordar la educación virtual, pero también, ha quedado al desnudo la insuficiente cobertura y estabilidad de la conectividad en todos los rincones del país; las compañías y el gobierno deberán sentarse a diseñar nuevas estrategias que permitan asegurar una conexión efectiva para todos los ciudadanos con una mirada de equidad social y territorial.

No soy de los que cree que una nueva sociedad surgirá de las cenizas que dejará esta pandemia, una humanidad que cambiará todas sus convicciones para señalar una nueva ruta hacia un porvenir distinto, pero si tengo la esperanza de que a lo menos revaloremos nuestras prioridades y sean menos las mezquindades que las virtudes las que se alcen fortalecidas.

https://www.elquintopoder.cl/educacion/los-cambios-que-se-nos-vienen/

miércoles, 8 de abril de 2020

Líderes educativos para tiempos de incertidumbre

Este momento de incertidumbre requiere de líderes que ayuden a mirar la complejidad de los sistemas que gobiernan nuestro mundo, pero también que sean guías para la formación de los futuros líderes ciudadanos que tendrán que vérselas con problemas más exigentes y será en ellos en quienes descansará buena parte del futuro de parte de la actual generación y de las que vendrán. 


This moment of uncertainty requires leaders to help look at the complexity of the systems that govern our world, but also to be guides for the education of future citizen leaders who will have to deal with more demanding problems and it will be in them that a good part of the future of the current generation rests and those who will come.


Las crisis, además de calamidades, traen oportunidades. Más aun en contextos de cambios como los que estamos viviendo en este siglo, donde la ambición de muchas personas, organizaciones y países ya no es ser solamente una excepción en su entorno o área de disputa, sino que ser excepcional, ser el mejor indiscutido y aspirar a estar al tope del ranking de turno; donde poco nos preocupa que los cambios que abordamos transformen nuestra identidad a tal punto que el futuro deseado ya nada tenga que ver con nuestro pasado; y si bien hemos estado viviendo en crecientes grados de incertidumbre y de desafíos problemáticos que demandan soluciones cada vez más complejas, la pandemia en curso, a la cual todos estamos tratando de hacer frente, ocurre en un ambiente de ambigüedades sin precedentes.

Lo anterior pareciera ir contra la tendencia que en educación a menudo se utiliza para entender los fenómenos: simplificando y separando los conceptos para ayudar a los estudiantes a acceder a contenidos desafiantes. Sin embargo, la complejidad generalmente involucra componentes del sistema que no se pueden simplificar de esta manera, porque romper un sistema en partes puede distorsionar nuestra comprensión de las interconexiones que rigen el comportamiento del mismo. Por eso, para muchos estudiantes, la consistencia de su día típico ha cambiado abruptamente y aparentemente sin una fecha de finalización clara, generando crecientes grados de incertidumbre y angustia.

Esto en si mismo constituye un reto para los sistemas educativos y sus instituciones escolares, y por ende para académicos y docentes, como es ayudar a los estudiantes a comprender por qué los profesionales médicos aconsejan precauciones como el cierre de escuelas y universidades y el distanciamiento social, siendo una oportunidad para definir una estrategia que les enseñe a pensar en la complejidad de los fenómenos sociales y en los cuales debieran estar ocupados hoy, más que en cumplir con contenidos que se transforman en irrelevantes y sin sentido a los ojos atónitos de quienes no alcanzan a establecer una coherencia que los involucre y que más bien entorpece la aprehensión de un mundo posible, reemplazado por uno cargado de explicaciones sino catastrofistas, conspirativas.

Ello constituye un nuevo desafío para los líderes educativos, quienes tienen la oportunidad de acercar la complejidad a los estudiantes para disminuir la incertidumbre, por ejemplo, señalando que constituyen como causas distribuidas que el control central de los gobiernos puede ayudarnos a abordar la pandemia, pero cuyo éxito depende de muchos actores distribuidos por todo el planeta, que es lo mismo que cuando se pretende el silencio de la sala de clases sin la colaboración de todos; que el contagio no responde a la matemática aditiva sino que nuestra interacción conduce a un crecimiento exponencial hasta volverse virales; que esta misma dinámica responde a una estructura ramificada provocando grandes cambios en periodos cortos de tiempo y que de persistir dichos comportamientos, nos encontraremos con resultados sinérgicos, más allá de la propia estructura ramificada, desencadenando una emergencia, una situación incontrolable, donde quienes ven a unos volcarse a los supermercados, les siguen hasta provocar desabastecimiento; o la concepción de los estados estacionarios dinámicos tanto en nuestras vidas como en los grandes eventos, que nos invitan a actuar para dar respuesta a las necesidades de equilibrio sistémico para vivir y sobrevivir.

Este momento de incertidumbre requiere de líderes que ayuden a mirar la complejidad de los sistemas que gobiernan nuestro mundo, pero también que sean guías para la formación de los futuros líderes ciudadanos que tendrán que vérselas con problemas más exigentes y será en ellos en quienes descansará buena parte del futuro de parte de la actual generación y de las que vendrán. Yuval Noah Harari, en “21 lecciones para el siglo XXI”, ante la magnitud de los cambios que estamos enfrentando se (nos) pregunta: “¿Cómo prepararnos y preparar a nuestros hijos para un mundo de transformaciones sin precedentes y de incertidumbres radicales?; ¿Qué tipo de habilidades necesitará para conseguir trabajo, comprender lo que ocurre a su alrededor y orientarse en el laberinto de la vida?”.

Así como en estos días, ante la avalancha de información acerca de la pandemia del Covid-19, se nos sugiere confiar en la opinión de los expertos médicos y no en otros opinantes por muy bien intencionados que sean, en educación, desde hace tiempo también se nos viene señalando que para enfrentar adecuadamente los desafíos que nos plantea la incertidumbre de vivir tiempos complejos, las instituciones educativas deben seguir la opinión de los educadores que con insistencia vienen señalando que debemos concentrar nuestros esfuerzos en desarrollar en los estudiantes de hoy el pensamiento crítico, las habilidades de comunicación, de colaboración y de la creatividad. Tal vez, esta sea suficiente tarea para nuestro sistema educativo en estos días complejos.

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Nuevos desafíos para la gobernanza regional



La fuerza del ejercicio democrático, deliberativo, exigirá nuevas formas de gobierno territorial y de relaciones con los ciudadanos, y los funcionarios de carrera, designados o electos, deberán aprender rápidamente a incorporar nuevas prácticas.

The force of democratic, deliberative exercise will demand new forms of territorial government and relations with citizens, and career officials, appointed or elected, must quickly learn to incorporate new practices.

La inminente instalación de los gobiernos regionales luego de la elección de los gobernadores este año y de la transferencia de nuevas competencias, nos coloca frente a otra realidad, donde la importancia creciente de las complejas y diversas relaciones intergubernamentales adquieren un carácter estratégico para la implementación de las políticas públicas y en cuyo escenario no se puede ignorar la diversidad de decisiones que se adoptan en el sistema, originando la posibilidad de que éstas puedan ser elaboradas en distintos niveles de gobierno y entre ellos, pero también, que las relaciones que se puedan generar entre los organismos estatales de distinto nivel y autoridad jurisdiccional, y entre estos y los actores sociales que intervienen, según tipo de decisiones de que se trate, impongan el desafío a las actuales autoridades y actores de la sociedad civil, de preparar la transición e institucionalización del nuevo ordenamiento político regional por intermedio de una agenda concordada con los servicios públicos del nivel central. ¿Qué se está haciendo al respecto? Nada.
Hasta hoy, la necesidad de un buen gobierno regional y local se discute en muchas circunstancias desde una perspectiva “unidimensional”.
Al hacerse sólo en referencia a la dinámica centralización-descentralización, pareciera olvidarse la importancia que tienen las estructuras, los órganos y los actores involucrados en el proceso de gestión de las instituciones intermedias que han sido las principales responsables de llevar adelante las políticas de transformación que suelen estar bajo su responsabilidad.
Piense en educación y salud por su complejidad y relevancia, pero también aquellas que desafían nuestros anhelos de mayor bienestar y mejor vivir, como ordenamiento territorial, políticas de vivienda, gestión de las aguas y de la basura, entre otros.
Para el caso de educación, por ejemplo, interpretar el rol de los actores que participan del nivel intermedio del sistema educativo, es decir, de aquellos responsables de implementar y administrar para un determinado grupo de escuelas las políticas diseñadas en otro ámbito u órgano jurisdiccional del sistema escolar, exigirá establecer definiciones para configurar el nivel intermedio y el rol de los actores que en el intervienen, más aún cuando en la complejidad actual conviven actores jurídicos diversos.
Es evidente que surgirá un nuevo modelo de autoridad coordinada, que superará las relaciones intergubernamentales en términos de jerarquía o de autonomía, y que deberá reconocer la existencia de una autoridad superpuesta y en la cual la negociación y la cooperación entre los diversos niveles de gobierno se constituirán en un requisito fundamental para el buen gobierno y la gobernanza territorial.
Así se podrán hacer las necesarias distinciones entre las funciones políticas y las actividades administrativas o de gestión propiamente tal.
La configuración de un nivel intermedio de gobierno con carácter y sentido territorial, consciente de su autoridad y de sus responsabilidades, se instalará como un desafío desconocido hasta ahora en el sector público y prevemos no exento de roces y conflictos, pero también de nuevos aprendizajes.
Por eso, todos estamos llamados a cooperar en la generación de ambientes, estrategias y diseño de procesos de toma de decisiones para lograr con éxito un proceso electoral primero y luego la instalación de un nuevo gobierno regional que no traiga frustración a los anhelos descentralizadores que por tantas décadas hemos anidado en nuestra cultura regional. 
Estos nuevos desafíos para la gobernanza regional y local dicen también, relación con la coordinación de acciones de gobierno con instituciones y actores para lograr propósitos de desarrollo en un marco democrático y participativo con explícitos compromisos de eficiencia en la gestión, considerando a lo menos, tres ámbitos que estarán muy presentes en la discusión sobre políticas públicas: la coordinación entre niveles, agentes e instituciones para propósitos comunes; la gestión eficiente y las soluciones adecuadas y, el ámbito de la práctica democrática y participativa con compromisos y metas conocidas y controlables por los ciudadanos.
En este sentido, el buen ejercicio del gobierno multinivel se constituye en una necesidad apremiante para que lo político responda a los desafíos de un buen gobierno, especialmente en las nuevas expresiones regionales y locales que comenzarán a configurarse más allá de las atribuciones de los nuevos gobiernos regionales.
La fuerza del ejercicio democrático, deliberativo, exigirá nuevas formas de gobierno territorial y de relaciones con los ciudadanos, y los funcionarios de carrera, designados o electos, deberán aprender rápidamente a incorporar nuevas prácticas.

descentralización; gobierno multinivel; regiones; poder local; políticas públicas 

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Los profesores, el respeto que les (nos) debemos

Un profesor respetado por sus alumnos, por los padres y por toda la comunidad, es un profesor motivado, que se plantea con seguridad en sus conocimientos y estrategias de enseñanza y con confianza en la utilización de sus criterios de evaluación. Un docente respetado posee un valor formativo para todos los miembros de la comunidad escolar.

Hoy existe una valoración de las profesiones basada principalmente en el salario. Esto repercute en las decisiones de los jóvenes y sus familias, pero también en el valor estratégico que tiene el rol del profesional en la sociedad actual. La relación directa entre los ingresos económicos de las personas y el aprecio por la labor, desgasta el ethos cultural de la profesión. En el caso de los profesores, carcome también su autoridad frente a los estudiantes como facilitador, transmisor o depositario del conocimiento y de la cultura. 


Si bien en los últimos años como país hemos realizado importantes esfuerzos con reformas que han permitido aumentar los ingresos de los profesores, como una forma de reconocimiento a su labor, aún queda mucho camino por delante.

En esto la responsabilidad no es totalmente externa, sino que ha existido un relajamiento ante las evidencias de que la falta de valoración social carece de un correlato de reacción desde los propios docentes, ya sea individualmente o como colectivo perteneciente a una profesión relevante para el desarrollo económico, social y cultural de nuestro país. 

Siempre he señalado que uno de los factores asociados al mejoramiento de la valoración social de los docentes es el respeto que se les debe tener. Oportunidad que tengo le hago saber a padres y estudiantes, lo significativo que ello es para generar espacios apropiados para una enseñanza de calidad.

Un profesor respetado por sus alumnos, por los padres y por toda la comunidad, es un profesor motivado, que se plantea con seguridad en sus conocimientos y estrategias de enseñanza y con confianza en la utilización de sus criterios de evaluación. Un docente respetado posee un valor formativo para todos los miembros de la comunidad escolar. 

Si los padres y la comunidad, por distintas razones, descalifican su comportamiento, relativizan su autoridad o dudan de sus conocimientos, están transmitiendo a sus niños y jóvenes una visión menospreciativa de su persona y de su labor.

Esto nos obliga a reconocer que un docente lo es siempre: no solo en la sala de clases y el centro educativo, sino que también y especialmente en los espacios públicos.

Como profesor/a estoy obligado moral y profesionalmente a tener un estándar superior si quiero me respeten como docente y maestro. Los jóvenes son duros cuando les llega el momento de juzgar a sus antiguos docentes y generalmente no coinciden aquellos que buscan el halago fácil y complaciente con el “buen profesor” que recordamos. 

La sociedad actual ha invalidado el viejo adagio de que eran compatibles “las virtudes públicas con los vicios privados”. Cada vez la línea que los separa es más débil, por lo que los profesores deben serlo siempre, en la sala y en la calle, como decía Gabriela Mistral. Somos responsables de nuestras palabras, del tono con el cual las decimos, de nuestros silencios, de nuestros gestos, de los contenidos de nuestras enseñanzas, de las experiencias en las que hacemos participar a nuestros estudiantes, de los ejemplos que damos con nuestra propia conducta, de nuestra vida pública. 

El educador tiene la obligación de ofrecer en sí mismo el ejemplo de lo que enseña, manifestándolo en lo corporal mediante el decoro, adecuándose a las circunstancias de lugar y tiempo.

Las conductas del docente deberán ser coherentes con sus enseñanzas, que no sólo se basen en sus conocimientos sino también en su modo de vida, lo cual permite que sus estudiantes lo consideren un referente ético, con autoridad en lo que enseña. Franklin Jones decía que “Los niños son impredecibles. Nunca sabes cuál será la siguiente inconsecuencia en que te atraparán”. 

El reciente informe del BID Profesión: Profesor en América Latina ¿Por qué se perdió el prestigio docente y cómo recuperarlo? nos señala una ruta de cómo mejorar los sistemas educativos a través de la formulación de una estrategia que convierta a la docencia en una carrera atractiva con un prestigio social incuestionable, focalizando los esfuerzos en evidenciar la relevancia de la profesión para la sociedad, en el respeto por el conocimiento adquirido por quienes la ejercen, y en su reflejo con el nivel salarial comparativo con otras profesiones.

Como dice Michael Fullan, el incremento del capital profesional es indispensable para ganar en prestigio social y respeto y autoridad profesional.

Nueva Constitución: dos objetivos y una condición





Tal vez usted tenga una agenda de prioridades de cambio social, quizás quiera incorporar otros valores nacionales e incluso aspira a que se refleje en él un nuevo tipo de sociedad y funcionamiento de las instituciones públicas, todo ello debe ser objeto de debate sin duda, pero para que ello ocurra, se alcance y permanezca, se debe trabajar y lograr desde ahora un ambiente de mayor reconciliación, asegurar una participación sustantiva de la ciudadanía y desplegar un proceso de preparación cívica para asegurar lo anterior.

El proceso de elaboración de una Nueva Constitución para nuestro país indudablemente significará el fin de una época marcada por la fuerte presencia de una estructura institucional coherentemente diseñada para mantener un régimen político y económico que ha favorecido a un sector de la sociedad, en el cual se ha concentrado el poder, la riqueza y los privilegios; dando paso a lo que podríamos denominar como un estadio de mayor democratización, especialmente como consecuencia del desencanto generado por el abuso de los poderosos en las distintas esferas de la sociedad, por la desmesura en la ostentación de una filosofía predominante del tener, por las inequidades injustificables basadas en la arbitrariedad y por la segregación social expresada en la configuración de nuestras ciudades, escuelas e instituciones donde el mérito era un espejismo o promesa tan seductora como decepcionante.

Si bien una nueva constitución constituye un hito político de envergadura histórica, más aún en nuestra sociedad donde nunca antes la ciudadanía ha participado en un proceso de esta trascendencia, también es necesario señalar que ella no resolverá todos los problemas que plantearon su discusión, pero que si abren un camino de deliberación que permitirá la búsqueda de soluciones ya no impuestas o condicionadas por vetos minoritarios, sino acordadas, convenidas o consensuadas a través de voluntades mayoritarias.

Hay que tener claridad inicial de que este será un proceso profundamente político que involucrará una disputa por el poder político y la deliberación por la supremacía de ciertos valores e instituciones sociales. No tener claridad y conciencia de que será un proceso de discusión colmado de obstáculos que impedirán el acuerdo, puede llevar tempranamente a la frustración y terminar el periodo sin un nuevo texto constitucional. Desarmar los atávicos traumas será uno de los primeros desafíos que tienen que abordarse y ello debe comenzar en la campaña para el plebiscito de abril, incluyendo luego la elección de los delegados constituyentes.

En este sentido, nos parece esencial enunciar ahora cuáles debieran ser los objetivos del proceso de elaboración constitucional. A mi parecer, el primero y más importante dice relación con la reconciliación nacional pendiente en varios temas dicotómicos que hemos una y otra vez postergado a pesar de los esfuerzos que en algunos momentos se han realizado: la reconciliación política signada por las violaciones a los derechos humanos es una herida en el alma nacional como se ha señalado y que aún sigue pendiente; la reconciliación con nuestros pueblos originarios, lo que implica un reconocimiento a nuestra diversidad étnica y cultural; la reconciliación entre la capital central y las regiones del país, esfuerzos tantas veces postergado e insuficientemente abordado; la reconciliación entre los sectores sociales que conviven segregados como desconocidos en las ciudades, en las empresas, en las instituciones educativas, sanitarias y espacios recreativos, entre otros. Si nos encontramos en este trance, no podemos dar la espalda a los temas que nos dividen, a aquellos que han desatado la crisis que nos tiene ad portas de la construcción de un nuevo pacto, por lo que todo el proceso debe estar diseñado de forma tal que favorezca la emergencia de un sentido de una identidad nacional común a través de un proceso inclusivo donde todos se sientan formando parte y no solo quienes lo están activamente, pues este debe volcarnos como comunidad a mirar el futuro y no luego de su culminación, nos aboquemos a realizar balances de cuanto hemos ganado o perdido.

El segundo debe ser promover y asegurar una amplia participación en todo el proceso, ello es  esencial para fortalecer la legitimidad del nuevo compromiso, pero también como oportunidad histórica debe marcar la historia del proceso mismo y no dar cabida a que se recuerde en el futuro que esta es la Constitución de un moderno Mariano Egaña, de un nuevo José Maza o de otro Jaime Guzmán. Los expertos deben vencer su desconfianza que tradicionalmente han tenido en la ciudadanía para entender los temas complejos y deben encontrar cuál es su mejor lugar en el proceso y no pretender remplazar al soberano ni al proceso deliberativo constituyente que hemos iniciado ni en los posteriores mecanismos legislativos. Para aspirar a una democracia duradera, debemos construir confianza en la capacidad y criterio del pueblo.

Asociado a lo anterior, es condición necesaria abordar la formación cívica para la participación en el proceso constituyente y que el papel del grueso de la ciudadanía no se remita a los actos electorales considerados. Se debe garantizar que el proceso de deliberación sea informado y trasparente, especialmente en estos tiempos donde las redes sociales constituyen importantes sino únicas fuentes de información de grandes sectores ciudadanos. La formación cívica puede ser un catalizador de la manipulación e intentos de entorpecimiento de acuerdos y consensos, por lo que debiéramos tomarnos en serio este proceso que bien puede asumir el Servicio Electoral convocando a universidades y organizaciones de la sociedad civil, de modo que la participación no sea considerada como momentos excepcionales de simple suma de intereses y demandas, sino que se perciba como un continuo que ofrezca oportunidades de opinión permanente y significativa durante todo el proceso, que contribuya a la creación de un ambiente de confianza y transmita transparencia e integridad del proceso deliberativo y de la actuación de los constituyentes.


Seguramente usted espera alcanzar otros objetivos y que estos queden plasmados en el nuevo texto constitucional, tal vez usted tenga una agenda de prioridades de cambio social, quizás quiera incorporar otros valores nacionales e incluso aspira a que se refleje en él un nuevo tipo de sociedad y funcionamiento de las instituciones republicanas, todo ello debe ser objeto de debate sin duda, pero para que ello ocurra, se alcance y permanezca, se debe trabajar y lograr desde ahora un ambiente de mayor reconciliación, asegurar una participación sustantiva de la ciudadanía y desplegar un proceso de preparación cívica para asegurar lo anterior. 

Nueva Constitución Asamblea Constituyente  Chiledespertó 
nueva constitución constituyente

miércoles, 30 de octubre de 2019

Sin miedo a la libertad


It has been said that crises are also opportunities and the current one, being the largest in the new century, may well be the one of the decisions that would allow us to move forward in the direction of society that for generations have been dreaming of, fighting for and building.

Se ha dicho que las crisis son también oportunidades y la actual, siendo la mayor en lo que va corrido el nuevo siglo, bien puede ser la de las decisiones que nos permitan avanzar en la dirección de la sociedad que por generaciones hemos venido soñando, luchando y construyendo.

En plena lucha contra la dictadura llegó a mis manos El Miedo a la Libertad, de Erich Fromm. Me conmovió en ese entonces en pleno periodo de formación profesional, aun hoy lo recuerdo con especial atención y se ha quedado en los anaqueles de los buenos libros que he leído y que recomiendo. Fromm, recordemos, está decidido a comprender las causas y consecuencias del auge del fascismo en Europa a mediados del siglo XX. Busco la frase exacta: “hemos debido reconocer que millones de personas, en Alemania, estaban tan ansiosas de entregar su libertad como sus padres lo estuvieron de combatir por ella”. Me asusta el sólo recordar a quienes conciben la historia como ciclos sucesivos en los cuales el hombre (y la mujer habría que agregar) no trepida en repetirla o tropezar con la misma piedra.

Es cierto que Erich Fromm vivió otra época, pero su posición con respecto a la solidaridad moral y al adoctrinamiento político no sólo resiste la prueba del tiempo, sino que además amerita ser recordada a la luz de nuestra convulsionada forma de vivir. En efecto, no existe en la historia humana una época tan proclive al temor, la angustia y la renuncia a la libertad como la moderna. La suma de miedos de nuestro tiempo se escriben con palabras como “terrorismo”, “calentamiento global”, “mutación genética” de nuevos virus o “desastres naturales”.

La angustia, en este contexto, es una derivada del ejercicio de la propia libertad, del desamparo que implica valerse por los propios medios en una sociedad que ha sometido todo al arbitrio del poder del dinero en la competencia mercantil, donde el hombre adquiere la necesidad de someterse al prójimo, y éste de renunciar a su libertad para ganar mayor seguridad. Así, quien es dominado necesita un dominador que le haga la vida más segura y donde el asistencialismo y el paternalismo son dos ejemplos claros de los riesgos expuestos.

Da escalofríos pensar el advenimiento de un “nuevo ciclo” al cual se va en búsqueda de seguridad, estabilidad y certezas. Fromm sugiere comprender las necesidades del hombre como socialmente dadas: “las inclinaciones humanas más bellas, así como las más repugnantes, no forman parte de una naturaleza humana fija y biológicamente dada, sino que resultan del proceso social que crea al hombre. En otras palabras, la sociedad no ejerce solamente una función de represión -aunque no deja de tenerla-, sino que posee también una función creadora”.

Fromm se definía como humanista y socialista, no obstante su concepción del socialismo variaba considerablemente de la que imperó en buena parte del siglo XX. El propósito del socialismo debía ser el de promover la individualidad y no la uniformidad, alentar la liberación de la servidumbre económica, promover la solidaridad humana y eliminar toda manipulación o dominio de unos sobre otros, el objetivo central debía establecerse en crear una sociedad donde el ciudadano participara activa y responsablemente en las decisiones. La producción y el consumo deberían subordinarse a las necesidades humanas y además tendría que establecerse como principio fundamental el de la utilidad social y no el de la ganancia material.  

Una de sus propuestas más visionarias la llamó “sueldo asegurado” o “ingreso garantizado”, que consistía en asegurarle a toda persona sin un ingreso, un sueldo mínimo que le permitiera cubrir sus necesidades básicas. El efecto más liberador de la medida se vería en que “La gente aprendería a no temer, puesto que ya no necesitaría tener miedo al hambre”, y  la sociedad debería evaluar en costos de criminalidad y drogas, y también considerando otras formas de ayuda social, si el ingreso garantizado no le resultaría mucho más económico. Así, el ideario frommiano está cruzado por las grandes aspiraciones de la modernidad: la búsqueda de la igualdad y de la libertad, dos principios fundamentales que en nuestro tiempo permitirían construir una sociedad donde se priorice el interés de las personas y no las ganancias empresariales o los beneficios para una clase política privilegiada que se ubica por encima de la mayoría. Para Fromm “el único criterio acerca de la realización de la libertad es el de la participación activa del individuo en la determinación de su propia vida y en la de la sociedad, entendiéndose que tal participación no se reduce al acto formal de votar, sino que incluye su actividad diaria, su trabajo y sus relaciones con los demás. Si la democracia moderna se limita a la mera esfera política, no podrá contrarrestar adecuadamente los efectos de la insignificancia económica del individuo común”.

A casi cuarenta años de su muerte, la vigencia de sus planteamientos parecen cobrar vitalidad como la de tantos humanistas que a través de la historia han advertido los riesgos de nuestro comportamiento individual y colectivo, y que bien valen un respiro tomarse estos días para iluminar nuestro camino y las decisiones que tomamos. Se ha dicho que las crisis son también oportunidades y la actual, siendo la mayor en lo que va corrido el nuevo siglo, bien puede ser la de las decisiones que nos permitan avanzar en la dirección de la sociedad que por generaciones hemos venido soñando, luchando y construyendo. Estos días de convulsión social me han recordado esta lectura que marcó mi definición política y me ha permitido preguntarme cuánto de riesgo corre nuestra libertad o si la aspiración a un mayor bienestar es una lucha sin miedo a perderla.
https://opinion.cooperativa.cl/opinion/politica/sin-miedo-a-la-libertad/2019-11-05/094512.html

Libertad Fromm igualdad 

Las oportunidades de esta crisis