miércoles, 31 de marzo de 2010

La sustentabilidad educativa

El desarrollo de una gestión sustentable pone el foco en la perdurabilidad del mejoramiento, ya sea en una organización escolar o en el conjunto del entorno local.

En los últimos veinte años hemos venido escuchando el término sostenible, perdurable o sustentable de manera insistente. Principalmente asociado a las demandas de mejoramiento del medio ambiente y al concepto de desarrollo socio-económico. Éste aparece por primera vez en el documento conocido como Informe Brundtland (1987), fruto de los trabajos de la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas, creada en Asamblea de las Naciones Unidas en 1983 y luego asumida en el Principio 3º de la Declaración de Río (1992), la cual señala que desarrollo sustentable consiste en “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”.

Por un lado constituye un imperativo satisfacer las necesidades como alimentación, ropa, vivienda y trabajo, pero si la pobreza es habitual, el mundo estará encaminado a catástrofes de varios tipos, incluidas las ecológicas; por otro, el desarrollo y el bienestar social están limitados por el nivel tecnológico, los recursos del medio ambiente y la capacidad del mismo para absorber los efectos de la actividad humana. Ante esta disyuntiva, se plantea la posibilidad de mejorar la tecnología y la organización social de forma que el medio ambiente pueda recuperarse al mismo ritmo que es afectado por la actividad humana. Así, se plantea que los límites al uso de los recursos naturales sugieren tres reglas básicas en relación con los ritmos de desarrollo sustentable: (1) ningún recurso renovable deberá utilizarse a un ritmo superior al de su generación; (2) ningún contaminante deberá producirse a un ritmo superior al que pueda ser reciclado, neutralizado o absorbido por el medio ambiente; y, (3) ningún recurso no renovable deberá aprovecharse a mayor velocidad de la necesaria para sustituirlo por un recurso renovable utilizado de manera sustentable. Si sólo aplicáramos estas tres reglas en las políticas públicas y en las actividades productivas, el bienestar de la sociedad sería indudablemente superior.

¿Cómo esto tiene consecuencias en la educación? Veamos. El desarrollo de una gestión sustentable pone el foco en la perdurabilidad del mejoramiento, ya sea en una organización escolar o en el conjunto del entorno local. El liderazgo sustentable considera, que tanto los directivos como el sistema escolar, deben facilitar la construcción de aprendizajes y cambios que perduren en el tiempo, y anticiparse a la situación que suele presentarse cuando hay recambio de directivos en los distintos niveles, en que muchos de los avances tienden a diluirse o perderse. Dicho en positivo, debe existir una consideración explícita por anticiparse a resolver la sucesión de los líderes sustentables, por lo que la formación de otros nuevos debe ser una preocupación permanente de los directivos actuales (se entiende de los directivos que promueven una educación sustentable). Otra preocupación debe ser la de generar liderazgos compartidos y no unipersonales dentro de las instituciones educativas, de modo de garantizar que las prácticas exitosas que se han instalado no se pierdan cuando haya cambios de directivos.

Pero tal vez lo más importante, es lo que la educación y el liderazgo sustentable promueven en la relación que se establece con el entorno. En este sentido, una escuela no debiera enfocarse a concentrar recursos –tanto financieros, como alumnos talentosos y capacidad de profesores- si es que ello se produce a costa de otras escuelas del entorno educacional, generándoles deterioro. De este modo, el liderazgo y la mejora educativa sustentable preservan y desarrollan el aprendizaje profundo para todo lo que se extiende y perdura, de modo que no se perjudique a quienes nos rodean y se genere un auténtico beneficio para ellos, hoy y en el futuro. Nuestro país aún tiene tareas pendientes para avanzar en la instalación de políticas, mecanismos de gestión e instrumentos legales soportables, viables y equitativos, que es el camino para tener un sistema educacional sustentable.

jueves, 25 de marzo de 2010

La importancia del liderazgo eficaz

Esta semana estuve en la conferencia que Viviane Robinson, Profesora de la Universidad de Auckland y Directora Académica del Centro para el Liderazgo Educacional, ofreció en nuestro país. Es tal vez la experta con mayores reconocimientos en materia de liderazgo educativo en todo el mundo. De manera sucinta, quisiera comentar algunas de las ideas por ella planteadas. Cinco dimensiones claves: el liderazgo eficaz establece metas y expectativas en su establecimiento escolar; busca y asigna recursos en forma estratégica; planifica, coordina y evalúa la enseñanza y el currículo; promueve y participa en el aprendizaje y desarrollo docente; y, asegura un entorno ordenado y de apoyo al trabajo escolar.

Según la investigación educacional acumulada, la promoción y participación en aprendizaje y desarrollo docente es la dimensión que más influye en los resultados de los alumnos y aquellos directivos que participan directamente con los docentes en el desarrollo profesional, sea formal o informal, su influencia es mayor. Porqué es tan potente está dimensión? Tiene una influencia simbólica: el “ver y sentir” a su jefe juntos a ellos genera una mayor comprensión de las condiciones que se requieren para alcanzar las metas del mejoramiento. Las instituciones escolares son centros laborales académicamente no jerarquizados por lo que existen mayores posibilidades de profundizar una relación profesional más productiva y eficaz.

Robinson insiste en que el liderazgo eficaz mejora los resultados de los alumnos, por ejemplo en comprensión lectora, resolución de problemas matemáticos y participación en clases; propone que la regla para medir el impacto debe ser en primer lugar el impacto sobre los alumnos y no sobre otros adultos. Es lo que he creído e impulsado por años: que antes de tomar una decisión, hay que preguntarse si ayudará a que los alumnos aprendan. Muchas veces los directivos están más apremiados por las carencias materiales –reales y ficticias- de sus establecimientos y olvidan el verdadero propósito de su liderazgo en las escuelas, muchas veces escuchamos que las carencias materiales son excusas para no innovar en desarrollo profesional o que las carencias valóricas de los estudiantes son un obstáculo para que estos aprendan cuando lo que debemos encarar como desafío profesional es precisamente dichas carencias para agregar valor a los estudiantes en la institución escolar.

En consecuencia, Robinson promueve el desarrollo de las capacidades de liderazgo en educación porque a mayor concentración de los líderes, de sus relaciones, trabajo y aprendizaje en su quehacer principal que es la enseñanza y el aprendizaje, mayor va a ser su influencia sobre los resultados de los alumnos. Es decir, el liderazgo le hace bien a las instituciones educativas y mientras más líderes educacionales se concentren en las escuelas, mayores serán las posibilidades de crecimiento profesional de los docentes y de aprendizaje de los estudiantes. Esto constituye un desafío mayor para nuestro sistema educacional caracterizado por la figura del “buen director” como aquel que tiene dominio sobre sus docentes especialmente cuando es capaz de opacar cualquier atisbo de controversia pedagógica o cuando se comprende a un mejor líder educativo como aquel que con fervor se opone a todo con el propósito de mantener notoriedad. El mejor líder educativo es aquel que integra el conocimiento pedagógico para crear relaciones de confianza y resolver problemas complejos en su unidad escolar.

El liderazgo educacional no es el liderazgo empresarial, es el experto en pedagogía, currículo y evaluación, por lo tanto, tenemos que reducir las exigencias a los directivos que distraen su atención de su quehacer principal: la enseñanza y el aprendizaje.

viernes, 5 de marzo de 2010

Ecos de una catástrofe

En general, se nos señala como una sociedad que carece de una ética cívica o de un marco valórico compartido. Algunos creen que en una sociedad pluralista no pueden existir referencias colectivas ampliamente compartidas, pues serían imposiciones que violentarían sino la conciencia, las creencias individuales. En mi caso, no comparto la exagerada reivindicación unilateral del individuo frente a la sociedad, que ha generado un débil sentido de lo público, lo que corre el riesgo de conducirnos a consolidar una perspectiva privatizante de la vida de las personas.
Pero tengo la sospecha de que hemos sido permeados por un individualismo extremo, que se expresa en múltiples formas de egoísmo social, algunas menos evidentes, como el desinterés por lo que ocurre en el entorno comunitario, por la baja participación organizada, por el consumismo sin sentido. Pero hay otras expresiones que son evidentemente escandalosas, como el endeudamiento suntuario y estas formas de violencia oportunista, de delincuencia demencial que no son más que expresiones de egoísmo social exacerbado. No me digan que la gente estaba al borde de la inanición luego de un día sin alimentos, para que hablar de los que en camioneta iban a participar de los saqueos. Esa “gente desesperada”, como dijo más de algún periodista o autoridad local histérica -y ellos incluidos-, han dado el más pueril de los espectáculos a las audiencias de los cinco continentes. Ahora entenderán en el exterior porque abundan las bandas de compatriotas que nuestros medios suelen presentar como “lanzas internacionales” (cual título de nobleza) que recién habían vuelto de tal o cual país cuando hacen noticias en las crónicas rojas de los medios de comunicación.
Tenemos que recuperar el sentido de la responsabilidad social: eso es la solidaridad, que no es un sentimiento, “es la firme convicción y perseverancia de trabajar por el bien común”; son “lecciones de auténtico patriotismo”, como lo entendía el Padre Hurtado. Muchos de los menores de 50 años no tuvieron en su trayectoria escolar educación cívica y moral, más del 80% de ellos tiene menos de 10 años de escolaridad, sólo los menores de 30 años están superando recién la educación media; es decir, tenemos un margen de vulnerabilidad enorme cuyas consecuencias son estas conductas vergonzantes de los últimos días. El sistema educacional y los educadores más allá de la escuela, podemos aportar mucho más para que nuestros conciudadanos tengan conductas sociales más responsables: más responsables con el prójimo, más responsables con el medio ambiente, más responsables con la comunidad a la cual pertenecemos, más responsables con los patrimonios que tenemos y que forman parte de nuestro capital cultural.
Son muchas las lecciones que podemos sacar de esta catástrofe que lamentamos profundamente, cada cual en lo que le corresponde o en el ámbito de sus competencias: los ingenieros por los caminos y puentes que se cayeron, los constructores por las casas y edificios que se partieron, las autoridades por la oportunidad en las decisiones que tomaron, pero nosotros, los educadores, no podemos justificar ni las conductas ni las revanchas vergonzosas, que humillan la condición humana. Y cuando me refiero a los educadores, permítanme incluir no sólo a los profesores, sino también a los comunicadores sociales, a los sacerdotes y evangelistas, a los líderes comunitarios y dirigentes sociales, a todos quienes tienen responsabilidad en la formación ética y valórica de nuestros vecinos. Tenemos un gran desafío: aprender a convivir mejor… y esa es también una tarea urgente.

miércoles, 3 de febrero de 2010

UNA SOCIEDAD INJUSTA NO


La educación de las personas determina cómo se vivirá en la edad adulta, tener un mayor nivel de educación significa que se tendrán ingresos más altos, una mejor salud y una vida más larga. En el mismo tenor, los costos financieros y sociales de largo plazo del fracaso educativo son elevados. La gente sin las aptitudes para participar social y económicamente genera costos más altos para la salud, el apoyo al ingreso, el bienestar de la infancia y los sistemas de seguridad social. Así que un sistema justo e incluyente que permita que todos dispongan de las ventajas de la educación es una de las palancas más eficaces para que la sociedad sea más equitativa. Un sistema inequitativo, que asegura a unos una educación de mejor calidad y a otros una de peor calidad, lo que en el fondo está promoviendo es que los que tendrán una buena educación, tendrán una mejor salud, mejores empleos, mayores ingresos, pero también tendrán mayores impuestos para mantener a quienes hoy tienen una mala educación, porque ellos tendrán los peores empleos, mayores problemas de salud, menores ingresos, no pagarán impuestos y requerirán el apoyo social a través de subsidios y programas especiales. En definitiva, los privilegiados con una buena educación, tendrán que asumir los costos de velar por quienes no la tienen hoy. Así se reproduce una sociedad injusta.
La educación se ha ampliado considerablemente en los últimos veinte años, pero las esperanzas de que eso originara automáticamente una sociedad más justa se han hecho realidad sólo en forma parcial. Las mujeres han logrado avances espectaculares, pero la movilidad social en general no ha aumentado y para algunos las desigualdades en ingresos y riqueza si han aumentado.
La equidad en la educación tiene dos dimensiones. La primera es la imparcialidad, básicamente significa asegurar que las circunstancias sociales y personales, como el sexo, la condición socioeconómica o el origen étnico, no sean un obstáculo para realizar el potencial educativo. La segunda es la inclusión, es decir, garantizar un estándar mínimo básico de educación para todos; por ejemplo, que cada persona sepa leer, escribir y hacer operaciones simples de aritmética. Las dos dimensiones están estrechamente entrelazadas: atacar el fracaso escolar ayuda a superar los efectos de las privaciones sociales que a menudo provocan dicho fracaso.
Y cuando se trata de la inclusión, muchos estudiantes tienen dificultades con la lectura y corren el riesgo de dejar la escuela sin haber adquirido las aptitudes básicas para trabajar y vivir en el siglo XXI. Adquirir las aptitudes necesarias en matemáticas y lectura en muchos casos es particularmente difícil, quienes a menudo salen perdiendo en ambos frentes: rendimiento más bajo y origen socioeconómico bajo. Entre las propuestas para superar esos obstáculos está fortalecer el cuidado y la educación en la infancia temprana, no clasificar a los estudiantes con retraso escolar para una educación especial, mejorar la enseñanza del lenguaje y reforzar el desarrollo profesional de los docentes para que aborden el retraso escolar.
Todos podemos hacer más para que exista menos injusticia. La estructura rudimentaria de nuestro sistema educativo afecta la equidad. Tradicionalmente, hemos clasificado a los estudiantes de acuerdo con sus logros. Las pruebas de estudios de primaria y de secundaria indican que ese tipo de clasificación puede aumentar las desigualdades y las injusticias, sobre todo si ocurre a principios del proceso educativo. Esta clasificación también puede debilitar los resultados generales. Seleccionar alumnos con base en los logros educativos tiende a crear grandes diferencias sociales entre las escuelas. También aumenta el vínculo entre el nivel socioeconómico y el rendimiento —tiende a acelerar el avance de los que ya han obtenido el mejor arranque en la vida gracias a sus padres— y también se relaciona con un rendimiento más sólido en el límite superior de la escala en matemáticas y en ciencias. La selección socioeconómica que algunos colegios hacen de los padres de sus alumnos fortalece esta realidad injusta.
Los directivos de las escuelas pueden aportar su grano de arena. Los estudiantes que avanzan con dificultad dentro del sistema enfrentan un riesgo adicional conforme llegan a los últimos años de la educación obligatoria, la falta de elecciones futuras y un riesgo alto de deserción en general. Las razones para desertar incluyen desilusión con la escuela, la falta de apoyo en la familia, experiencias negativas de aprendizaje y tener que repetir años por un rendimiento deficiente.
La mejor medida es prevenir el riesgo de deserción tan pronto como sea posible. La educación básica debe apoyar y ocuparse de los que avanzan con dificultad en la escuela así como de los que sobresalen. Una forma de mejorar el rendimiento y de evitar la deserción es identificar pronto a los estudiantes en riesgo y actuar de inmediato. Eso significa supervisar la información sobre asistencia, rendimiento y participación en las actividades escolares, y tener una respuesta concreta para mejorar los resultados y evitar la deserción.
Los profesores no necesitan esperar cambiar el sistema para avanzar en construir más equidad y justicia social. Lo que sucede en el aula obviamente afecta a la equidad, pero las relaciones entre la escuela, los padres y la comunidad también importan. El aprendizaje del estudiante se beneficia de una relación eficaz entre la casa y la escuela; pero un apoyo insuficiente en el hogar puede frenar el avance de niños de origen deprivado. Hacer que los alumnos repitan el año si no mantienen el nivel del curso es una opción popular, pero tiene altos costos personales, familiares y sociales y hay pocas pruebas de que los niños se beneficien al hacerlo. Los altos porcentajes de alumnos que repiten el año deben reducirse fomentando otros enfoques en el aula. Es posible mejorar los conocimientos en el aula con métodos como la evaluación formativa, un proceso que proporciona información sobre el desempeño al estudiante y al maestro; y que en respuesta, adapta y perfecciona la enseñanza y el aprendizaje, sobre todo de estudiantes en riesgo. Las estrategias de “recuperación de lectura” —intervenciones profundas y breves de lecciones individuales— pueden ayudar a emparejarse a muchos alumnos con deficiencias en esta área.
También, suponer que la tarea mejora el desempeño puede amenazar la equidad, ya que algunos niños no cuentan con el apoyo necesario de sus padres para generar resultados. Pero fomentar la participación de los progenitores, trabajar con los niños en la casa y hacer que intervengan de manera activa en las actividades escolares, sí mejora los resultados. Las escuelas que promueven la participación de los padres y los ayudan para que apoyen a sus hijos en el trabajo escolar tienden a obtener mejores resultados. Para que eso funcione, las escuelas deben dirigir sus esfuerzos a mejorar la comunicación con los padres en los hogares que carezcan de lo más indispensable y ayudar a crear ambientes familiares propicios para el aprendizaje. Los talleres de tareas en la escuela, en las horas complementarias, también pueden ayudar a los alumnos que cuentan con escaso apoyo en casa.
La calidad de la enseñanza es un problema. Las escuelas con alta concentración de familias de nivel socioeconómico bajo, tienen la mayor necesidad de maestros con experiencia, pero las escuelas “difíciles” sólo están disponibles para los maestros que tienen menos experiencia, es común que los buenos profesores busquen ser premiados con traslados a las escuelas “fáciles”. Debiera ser un incentivo profesional el desafío de trabajar en esos planteles, cómo el desafío del ingeniero con los obstáculos de la naturaleza cuando construye un camino.
En definitiva, los resultados de una escuela dependen de quiénes son sus alumnos tanto como de la calidad del plantel. Este nuevo año escolar puede ser para todos una oportunidad para reflexionar sobre el tipo de sociedad que estamos construyendo y de que podemos hacer personal y colectivamente para hacerla más equitativa y justa.

miércoles, 20 de enero de 2010

Recomiendan priorizar las matemáticas sobre la lectura en preescolares

Investigaciones concluyen que, de manera innata, el cerebro está preparado para distinguir números y figuras. Ello supone un cambio en el enfoque de las matemáticas que se enseñan en la etapa escolar. Por ello, a los cinco años, los niños deberían ser introducidos en ese mundo, antes que aprender a leer. por Beatriz Michell - 17/01/2010
Que los niños jueguen con los números magnéticos del refrigerador o que separen sus juguetes según semejanzas y diferencias son algunas de las actividades que se pueden realizar para que aprendan matemáticas antes de empezar la vida escolar. Un área a la que no se suele prestar mucha atención.

Los esfuerzos de padres y educadores, hasta ahora, han estado enfocados en introducir a los preescolares en el mundo de la lectura, pues las matemáticas se suelen reservar hasta la etapa escolar. Un error, según han concluido las últimas investigaciones acerca del desarrollo del cerebro en los niños y que tienen implicancias directas sobre la educación. A los meses de vida, los niños están preparados para aprender matemáticas, incluso, más aún que para introducirse en el mundo de las letras.

Estudios han encontrado que los bebés pueden reconocer figuras geométricas a los 18 meses y que, incluso, en la edad de cuatro o cinco años son capaces de dividir o multiplicar usando objetos. Y es que las matemáticas parecen ser parte de la naturaleza humana. Así como los mamíferos pueden reconocer cantidades rápidamente, yéndose, por ejemplo, a las ramas con más frutas, también el cerebro humano está preparado de manera innata para reconocer cantidades.

Así, a los cuatro años, el niño es capaz de comenzar a unir la cantidad física (siete), con el dígito abstracto (7) y la palabra numérica correspondiente (siete). Esta triada es clave para comprender los principios básicos de las matemáticas.

Todo ello supone un profundo cambio en la mirada a la enseñanza preescolar. En el currículo chileno, en los niveles de educación parvularia se les enseña a los niños de prekinder a reconocer números del 1 al 10 y algunas figuras, mientras que en kinder, a reconocer números del 1 al 20 y a contar.

Las investigaciones sugieren que se deberían adelantar materias, siempre con un enfoque concreto y lúdico. "Si enseñamos las matemáticas conectadas con la experiencia, podemos enseñar mucho. En cambio, si la enseñamos de forma abstracta, debemos esperar que el niño tenga esa capacidad, alrededor de los 11 años, y perdemos tiempo que después no se recupera", explica María Victoria Marshall, doctora en matemáticas de la Universidad Católica.

Pasos previos a la lectura

En la otra vereda, un estudio de la U. de Otago, en Nueva Zelanda, asegura que no hay ninguna ventaja en aprender a leer antes de los siete años. Los expertos encontraron que los niños que aprendían a leer a esa edad tenían las mismas habilidades lectoras que aquellos que se habían iniciado a la edad de cinco años.

Otra investigación, de la U. de Maastricht, en Holanda, sugiere que no es sino hasta los 11 años que los niños son plenamente capaces de unir las letras con los sonidos, proceso llamado decodificación y que es lo que se conoce como aprender a leer.

Los expertos reconocen que el proceso de lectura es complejo. Antes de iniciar la decodificación, el niño debe desarrollar la comunicación oral y saber identificar las palabras. "El conocimiento del lenguaje permitirá comprender los textos complejos. Si enseño a leer a los cinco años, me puedo perder una edad en la que es necesario desarrollar todos estos puntos que son la base para la comprensión lectora", dice Soledad Concha, investigadora del Centro de Políticas Comparadas en Educación de la UDP. "La investigación apunta a ofrecer a los niños los componentes de la lectura desde su nacimiento. Por ejemplo, a través de la lectura compartida, sin necesariamente enseñar a decodificar", dice Malva Villalón, académica de la UC.

miércoles, 13 de enero de 2010

Voto Continuidad


A propósito de las elecciones presidenciales, un candidato ha planteado dos temas que me han llamado la atención, no por sus virtudes de eficiencia, sino por las consecuencias que generarían en nuestra sociedad. La primera es la referida a la implementación del “bono Auge”: el candidato ha dicho que cuando el sector público no cumpla en determinado tiempo con otorgar atención a algún paciente, éste tendrá derecho a exigir un “bono” con el cual podrá dirigirse a una clínica privada y comprar el servicio requerido. Lo que en principio puede parecer atractivo –todos queremos atención oportuna, especialmente en salud-, el trasfondo implícito al implementar una medida de esta naturaleza conlleva fortalecer y consolidar una red privada de salud en el país, la cual siempre ha sido cuestionada, no sólo por sus costos, sino por el carácter discriminatorio. Se desvían recursos del sector público al sector privado; se incentiva a que los médicos especialistas sean contratados en clínicas privadas; se incentiva a la creación de servicios adicionales como laboratorios en el sector privado; medidas como estas se transformarán en políticas ejes de los servicios de salud para disminuir los plazos Auge y por esa vía apremiar aún más al sector público; no será extraño la proliferación de convenios con las Isapres y farmacéuticas que en principio ofrecerán atractivos planes de atención –y hasta descuentos- para atrapar a quienes ilusionados por la eficiencia privada terminarán en las redes expoliadoras de los derechos que se han garantizado en salud los últimos años. Implementar un bono de esta naturaleza es promover el egoísmo social, dónde quien más tiene –que podrá agregar dinero al bono-, podrá acceder a mejores servicios, pero que dejará en el desamparo a aquellos que no los poseen y sólo a lo que el bono pueda costearles. Lo que se busca es disminuir el Estado hasta reducirlo a una ventanilla en la cual podrán retirar el bono para ir a la clínica privada. En definitiva, lo que se busca es el fortalecimiento y ampliación del sector privado y la destrucción del sector público en salud.
La otra mediada que me ha llamado la atención es la referida a la creación de “50 liceos de excelencia” del tipo Instituto Nacional. Nuevamente la luz que atrae, pero además denota un desconocimiento de la realidad nacional y un desprecio al esfuerzo que por décadas muchos liceos “tradicionales” han realizado en las provincias de Chile para que muchas generaciones sean profesionales. Si bien se plantea como una idea que fortalecerá la meritocracia, lo que en el fondo conlleva es el fortalecimiento de la discriminación. Lo que el país necesita es profundizar los esfuerzos para que toda la enseñanza media –que ahora es obligatoria- sea de excelencia y no sólo la de algunos. En la práctica, medidas como esta profundizarán la brecha entre la calidad de la educación de los hijos de las familias modestas y de los de las familias de mayor capital cultural y social, los que en cualquier liceo o escuela tendrán buenos resultados. Se imagina usted un liceo de esos 50 en nuestra ciudad? Quiénes serían los que quedarían seleccionados? Ya se los imagina, y quiénes serían los que quedarían en los liceos existentes? A propósito, en estos liceos estarán los “mejores profesores” y los otros permanecerán…en los otros liceos. Esta es una medida extemporánea, ya tenemos liceos de excelencia en el país, que han realizado una tarea histórica por promover la movilidad social; es una medida que va en contra de la equidad y la justicia social que hemos tratado de implementar durante estos años, contraria a la pedagogía moderna que busca que todos aprendan y desarrollen el máximo de sus potencialidades; medida discriminatoria, que una vez más, vestida de la ilusión eficientista, se nos coloca como un velo que no nos permite ver el trasfondo egoísta que lleva incorporada. En el marco de una sociedad democrática, esta medida implica ofrecer privilegios para unos pocos, cuando la tarea es calidad para todos, sin exclusiones.
El próximo domingo algunas personas votarán por el candidato más simpático, otras por aquel que mejor se expresa, también votarán por aquel que representa un pasado más cercano a lo que es uno mismo, habrá quienes votarán por aquel que más ha visto en la propaganda electoral en las calles de la ciudad, por supuesto están los que votarán por el que garantiza la mantención de sus privilegios o la posibilidad de incrementar sus intereses. Indudablemente muchos votan pensando en que es necesario un cambio de políticas, un cambio de rostros en los cargos. Todas son razones legítimas, yo votaré este domingo –como Isabel Allende-, porque quiero estabilidad en este proceso de construcción de una sociedad más solidaria, cada vez más inclusiva, cada vez menos discriminatoria, cada vez menos egoísta. Votaré por el candidato que me garantiza continuidad en serio de las medidas de protección social que se han venido implementado durante estas décadas, para luego exigir más transparencia, más eficiencia y más recursos para tener mejor educación y salud para todos.

jueves, 8 de octubre de 2009

Política de formación de profesores y profesoras

La política de formación docente es hoy una preocupación nacional. El Ministerio de Educación comenzó hace un año el programa Inicia para mejorar la formación de los profesores, el movimiento 2020 ha puesto el tema en la conversación nacional, ayer y hoy la cuarta versión de Expobásica 2009 se centró en la política de formación inicial y continua de docentes.
Por Juan Eduardo García Huidobro


¿Cuáles son algunos de los grandes temas a tener en cuenta en esta política?

La OECD, ya hace algunos años, resumió el problema en la necesidad de “Atraer, desarrollar y retener a docentes efectivos” (2002). Para lograrlo, en Chile, en primer lugar, es necesario devolver la dignidad a la profesión docente. El mismo afán en que tengamos profesores mejor formados ha traído de la mano un discurso descalificador, lleno de generalizaciones injustas y humillantes: “los docentes no están preparados”, “los profesores son negligentes”, “se niegan a la evaluación”, “esconden su mediocridad”. Hay que ser enfático: el mejoramiento de los docentes pasa por la “subjetividad” de los docentes, su punto de partida no puede ser sino una sana autoestima y el convencimiento de que su trabajo es un servicio apreciado por la comunidad. Una primera política de interés podría ser una campaña de comunicación social sobre la dignidad del profesor, que muestre la nobleza de su labor y de a conocer miles de casos de profesores y profesoras que lo hacen muy bien. Una iniciativa de esta naturaleza ayudaría a quienes están trabajando y sería un acicate para elegir la profesión docente. Lo anterior debe ir de la mano de un mejoramiento salarial. Una campaña de “dignificación” no es creíble sin una perspectiva de aumento salarial que, junto con elevar las rentas básicas, permita llegar a niveles de salarios de calidad para quienes se dedican y pueden exhibir logros.

Adicionalmente el Estado, a través del Mineduc, debe poder regular mucho más el campo de la formación docente. Y, en este campo, hemos sido testigos de políticas zigzagueantes (por no decir contradictorias). Junto a medidas que parecían ir por el camino de la regulación como la acreditación obligatoria de las pedagogías, medida en curso, asistimos al controvertido artículo 46g de la Ley General de Educación que deja de exigir el título de profesor para enseñar en educación media. El programa Inicia es otra medida esperanzadora, pero “desordenada”. No se comienza definiendo las carreras que necesitamos en educación parvularia, básica y media (pese a que el mismo Ministerio ha estado promoviendo diferentes “menciones”, al menos en básica), para enseguida llegar a un acuerdo sobre los estándares mínimos que cada una de esas carreras debe lograr y para –por último- hacer una evaluación diagnóstica que nos señale cuan lejos o cerca estamos de la meta que se debe lograr. Se procede al revés, primero se mide, después se fijan los estándares y todavía no se anuncia definición de las carreras que existirán.

Otro problema que supone políticas estatales es el del ingreso a las carreras de pedagogía. Al menos, en educación básica, se pasó de un problema de carencia de postulante a las carreras de pedagogía a mitad de los 90 a un exceso de postulantes estos últimos años. Así, por ejemplo, en educación básica ha habido durante los últimos cinco años alrededor de 20.000 estudiantes (http://www.consejo.cl/ ), si les va razonablemente bien se estarían titulando cerca de 5.000 cada año y se requieren, de no mediar políticas más intensivas en uso de docentes (menos horas lectivas o menos alumnos por curso), alrededor de 2.300 por año. ¡Hay que adelantarse, estudiar el tema en todas sus implicancias y regular pronto el flujo de estudiantes en concordancia con los profesores que se requerirán! Lo que no puede pasar es esperar inactivos la cesantía de docentes titulado.

Las oportunidades de esta crisis