lunes, 20 de noviembre de 2017

¡Si, se puede!


Las escuelas que mejoran a nada le dicen que no se puede, lo que no saben lo aprenden, transforman sus prácticas innovando, reflexionando juntos, apoyándose mutuamente, buscando soluciones en otras experiencias, monitorean sus implementaciones y evalúan sus resultados. 

Hemos conocido la segunda versión del libro Se puede publicado por la Agencia de Calidad de la Educación, en el cual se relatan doce experiencias de mejora escolar, doce experiencias que se han seleccionado para mostrar las muchas escuelas de nuestro país que han aprendido a mejorar, algunas de las cuales están en nuestras comunas y ciudades y se han constituido en el ejemplo de que nuestra educación está contribuyendo a la construcción de una comunidad más justa y solidaria.

Si bien nuestros avances no logran superar los desafíos que nos hemos planteado, de que no solo sean algunas las buenas escuelas, sino que sean todas las escuelas las que ofrezcan una educación de alta calidad a sus estudiantes, independientemente de su origen y trayectoria, estas experiencias de distintos lugares del país están dado cuenta que sí Se puede. Sí se puede cuando se configura un grupo de profesionales comprometidos liderados por un director o directora con una visión optimista sobre las capacidades de sus docentes y las de sus estudiantes, que creen en sus capacidades para aprender y transforman esa convicción en una práctica de trabajo colaborativa, de apoyo mutuo y tienen una atención permanente y vigilante sobre sus estudiantes, atentos a descubrir sus talentos para llevarlos a nuevos y mayores desafíos una y otra vez.

Las escuelas que mejoran a nada le dicen que no se puede, lo que no saben lo aprenden, transforman sus prácticas innovando, reflexionando juntos, apoyándose mutuamente, buscando soluciones en otras experiencias, monitorean sus implementaciones y evalúan sus resultados. Construyen una estrategia que persigue el aprendizaje de cada integrante de su comunidad, contextualizándola con su identidad y con sus recursos, definiendo así su propia trayectoria de mejoramiento permanente transformando reiteradamente tanto sus estructuras como sus culturas organizacionales. Las escuelas que mejoran permanentemente no les temen a las incertidumbres del futuro porque confían en sus conocimientos y habilidades para enfrentarlas, se han preparado para ello y las reciben como nuevas oportunidades para aprender y para mejorar.

La experiencia de la Escuela México de Osorno es una de ellas, constituye un adelanto de lo esperado para nuestro sistema escolar. Aquí los profesores comparten, aprenden juntos, reflexionan y evalúan de manera colaborativa con objetivos precisos, construyendo un espacio para el aprendizaje y la satisfacción de todos. Esta práctica propone el trabajo mancomunado de los profesores, donde la instancia de compartir se observa en diferentes espacios de la cotidianeidad y agrega valor al desarrollo del núcleo central de su trabajo profesional, como es el diseño e implementación de procesos de enseñanza y evaluación de los aprendizajes de los estudiantes.

Cada escuela ha construido su camino propio guiado por un liderazgo optimista, que reconoce los avances anteriores e impulsa nuevos desafíos, que recoge la diversidad de capacidades existentes y las colocan unas al servicio de otras para potenciar e incluir y crecer con todos. En cada experiencia es común un liderazgo honesto, que construye desde una vinculación con la realidad reconociendo las debilidades y convirtiéndolas en desafíos comunes, cambiando la cotidianeidad de las conversaciones transformando de paso la profesionalidad de los docentes de la comunidad escolar. Así como estas escuelas pudieron, otras podrán aprendiendo de ellas.

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