Son una comunidad sorprendente. En estos
tiempos donde el paradigma dominante es la competencia y la fijación por los
rankings, desde hace más de diez años, esta comunidad escolar han apostado por
la colaboración. Han creado su propio modelo de trabajo, lo han implementado y
lo evalúan todos juntos, con la finalidad de responder a su contexto y a una
cultura de altas expectativas para el aprendizaje de sus estudiantes.
Aquí existe lo que en la teoría se denomina
el liderazgo distribuido, donde el equipo es lo fundamental. Los docentes
asumen un rol activo y de deliberación respecto al aprendizaje académico de los
estudiantes, reflexionando, analizando y tomando decisiones como equipo
profesional, en un ambiente de confianza, compromiso y responsabilidad con el
proceso de trabajo en la escuela. En esta escuela, la evaluación ha dejado de
ser un suceso, un acontecimiento, para transformarse en un proceso permanente
de las prácticas de trabajo profesional y en lo cual destaca el clima de
respeto existente, la buena convivencia entre los estudiantes, así como la
relación de confianza entre colegas y de parte del equipo directivo hacia el
trabajo realizado por los docentes, además del constante compromiso y
reconocimiento de la comunidad.
Esta experiencia de cooperación entre
profesores, si bien nació con la finalidad de mejorar los procesos pedagógicos,
ha ido más allá: ha potenciado el desarrollo de las competencias profesionales,
lo que a su vez, ha contribuido a
que la totalidad de los estudiantes logre un óptimo nivel de aprendizajes, pero
también, ha logrado generar un equipo docente fortalecido en su confianza
profesional y una gran cohesión interna, construyendo con ello un verdadero
círculo virtuoso. La escuela México ha logrado desarrollar un sistema de
trabajo caracterizado por la colaboración y articulación pedagógica entre los
docentes, lo que le ha permitido sostener una trayectoria de mejoramiento
continuo, asegurando aprendizajes para todos sus estudiantes.