miércoles, 18 de mayo de 2011

Las urgencias de hoy

Cada cierto tiempo el debate educativo recobra fuerza, este parece ser uno de aquellos. Sin embargo, llama la atención la permanente carencia de voluntad para abordar los temas fundamentales que aquejan al sector y son en su mayoría de las veces, las causantes de los males principales y que a su vez, impiden mejorar la calidad de la educación de la gran mayoría de estudiantes del país.

El primero, es la inexplicable postergación de la educación pública: aunque el fracaso de la municipalización en general y su crisis son ya evidentes, a pesar de ciertas experiencias exitosas, existe un rechazo generalizado a la gestión educativa en manos de los municipios del país, a lo menos en la forma como se ha llevado hasta el momento. Se han realizado propuestas de modificación del sistema de administración hasta de reemplazo del mismo, sin embargo, una y otra vez no se aborda con la debida profundidad ni determinación para realizar cambios de fondo y no medidas superficiales como ha venido ocurriendo.

El segundo caso, es el de los profesores: es sabido que el estatus de la docencia en Chile es bajo para competir con las demás profesiones, pero no ha habido un abordaje integral para hacer atractiva la carrera docente; más aún, la desregulada explosión de la matrícula de las carreras de pedagogía en la última década se ha hecho sin respetar criterios mínimos de calidad, lo que no augura un buen futuro. Esta realidad empantana todo esfuerzo por mejorar la enseñanza con los actuales docentes que perdurarán por décadas en el sistema educacional con una formación carente de la solidez disciplinaria y pedagógica que han recibido en programas de formación deficitarios. La muestra más evidente no son solo los resultados en los aprendizajes de sus alumnos, sino que está en los resultados de la evaluación de desempeño a la que anualmente son sometidos.

Y el tercero, es el de las escuelas privadas subvencionadas: el desarrollo de este sector no ha seguido ningún criterio estratégico para el mejoramiento del sistema, sino que ha respondido a los intereses de los sostenedores privados, derivando en situaciones de sobreoferta, aumentando la segregación de los alumnos y afectando negativamente a los establecimientos municipales. En efecto, ellos operan en un cuasi mercado con mínimas reglas que les otorgan una posición ventajosa frente a los establecimientos municipales, desde la selección de las familias y sus hijos, la flexibilidad laboral, el acceso a recursos financieros y la escaza fiscalización pública sobre los recursos que reciben, constituyen para ellos una situación de privilegio que ha devenido en desmedro para la educación pública, para los docentes y para la calidad de la educación de nuestros estudiantes.

Los países desarrollados, aquellos exitosos, con los cuales nos gusta compararnos, tienen normas exigentes, estándares elevados, para la gestión de las escuelas, para la formación docente y para la instalación de nuevos establecimientos, sean estos públicos o privados. Ya es tiempo de tomar decisiones sobre estos temas relevantes para el futuro de nuestra educación y del país, mantener su discusión en la prensa y en los discursos de campaña para luego no hacer nada, no le hace bien a nuestro porvenir.

viernes, 29 de abril de 2011

La excelencia educativa en el debate

Todo tiempo pasado fue mejor. Esa parece ser la consigna del gobierno en materia educativa: volver al pasado en busca de recetas para enfrentar los desafíos del presente y especialmente los del futuro. Así parece ser en lo relativo a enfrentar el mejoramiento de la calidad de la educación media con la idea de los liceos de excelencia, debate que lleva un año, donde los detractores han insistido en que es una medida discriminatoria con la mayoría al preocuparse de una minoría de no más del 5% de la matrícula, al profundizar aún más la inequidad y la segregación, siendo ya uno de los sistemas más inequitativos del mundo. Por otro lado, el gobierno insiste en que es una oportunidad para que los estudiantes talentosos puedan acceder a buena educación en un ambiente de mayor rigurosidad académica fuera del poco estimulante que tendrían en los liceos tradicionales.

El gobierno tiene un concepto anquilosado de la educación que nada tiene que ver con la excelencia, sino más bien con una noción acientífica de la inteligencia humana. Bien estaba hace cincuenta o setenta años considerar que un niño era más excelente que otro en función de sus notas, y digo que estaba bien porque se creía, erróneamente, que la inteligencia solo se expresaba de una manera, o sea, mediante la acumulación de conocimientos que proporcionaba el estudio, medidos en un examen. Esto trajo como consecuencia que se confundiera la exigencia con los exámenes, y éstos con la excelencia.

No podremos crear una educación de calidad sin enmendar las inequidades que por tanto tiempo han estado incrustadas en nuestras escuelas y ello implica que tenemos que dar más a quienes más necesitan, colocar los mejores recursos humanos donde se requiere un mayor despliegue de capacidades. La palabra clave es incluir. Incluir a los que por generaciones han estado postergados de los beneficios del progreso, de la estabilidad socio económica, de los adelantos científicos, tecnológicos y del conocimiento. Si el objetivo de los liceos de excelencia fuese que el 5% de la matrícula de más bajo rendimiento sea la beneficiada, entonces sí sería una iniciativa moderna, a favor de la equidad educativa y la inclusión social.

A la excelencia no se llega, sino que es el punto de partida. No cabe esperar un alumnado excelente cuando el entorno está caracterizado por la suciedad, el descuido; cuando los profesores están desmotivados o a punto de estarlo por el escaso reconocimiento profesional y social que reciben en sus escuelas; cuando no hay medios didácticos, falla la comunicación con las familias y los planes de estudio son inflexibles y, por tanto, imposibles de adaptar a las necesidades de los alumnos. La excelencia debería ser contagiosa y caer en cascada desde los equipos directivos a los profesores, y de éstos a los estudiantes. Si tuviésemos un sistema educativo adaptado a la realidad de la persona de la que nos informan las distintas ciencias; si además dispusiéramos de libertad para adaptar los planes de estudio a las necesidades reales de nuestros alumnos; si las escuelas y liceos se vieran libres de las exageradas rigurosidades ministeriales y las universidades formaran maestros exigentes con ellos mismos en cuanto a conocimientos, talento y creatividad; si todo esto se diera, no habría necesidad de proponer ideas novedosas para alcanzar la excelencia para unos pocos y olvidarse de la mayoría.

viernes, 11 de marzo de 2011

La excelencia que no fue

Hoy se cumple un año desde que Sebastián Piñera asumiera como Presidente de Chile. Y como fecha simbólica, no pude sustraerme a la tentación de realizar una apreciación evaluativa, a riesgo de no abarcar ni dejar conformes a todos. Existen dos dimensiones en las cuales quisiera concentrarme: la gestión y la visión.

La gestión, que constituyó el centro de la retórica de campaña y de los primeros días del gobierno y que se expresaba en la frase “la nueva forma de gobernar”, ha sido poco eficiente. Los mandos medios carentes de preparación y varios de ellos sin vocación pública. Deslegitimaron la Alta Dirección Pública, despidiendo por razones políticas a quienes habían sido elegidos por eso dicho mecanismo, creando un clima de desconfianza y temor entre los funcionarios públicos; prometieron llevar al gobierno “a los mejores” y terminaron con los mismos operadores que dijeron despreciar. Por otro lado, en varios casos la ineficiencia ha sido sorprendente: las decisiones sobre Magallanes son un ejemplo de desconocimiento de la realidad local y lejanía de las autoridades; la toma de un hotel en la Isla de Pascua por tiempo prolongado; la baja ejecución presupuestaria 2010; las inmensas colas que se armaron en el SERVIU por los subsidios; lel destiempo con que la JUNAEB licitó la alimentación escolar; el comportamiento de la Intendenta del Biobío, quien se jacta de engañar al gobierno central para obtener subsidios para quienes no correspondía, sin recibir sanción alguna, traspasando el límite de la ética en los asuntos públicos. El propio Presidente Piñera ha intentado exaltar su ejecutividad, agilidad, eficiencia y resolución, buscando un posicionamiento y asociación gerencial con su casaca roja.

La pretendida agilidad ha terminado siendo una forma de pasar por encima de las reglas prudentes del manejo público, como el caso de Barrancones. Pero también, las llamadas “grandes reformas estructurales” son una expresión grandilocuente para medidas de poca envergadura y bastante dispersas. La reforma de la educación se levantó como la mayor transformación desde la década de los ’60 y, al final se envió al Congreso una reforma laboral del sector docente y una inyección de recursos para paliar su déficit, sin abordar los temas medulares en juego. Las mejorías resultaron gracias a las presiones de la oposición: carrera docente, educación pública, educación preescolar y más financiamiento para las escuelas municipales.

La visión de futuro, un sueño de país, al no estar presente en el diseño de la administración de gobierno, nos hace pensar que de manera deliberada las fuerzas políticas que acompañan al Presidente postulan una no estrategia, donde los eventos definan el devenir de la administración y sólo la prédica insistente y aislada del primer mandatario parece recordar que toda sociedad necesita un liderazgo que señale rumbos. Pero en esto no hay voluntad de coalición para asumirla como un desafío, más bien, lo que predominan son las desconfianzas y luchas de poder que prometieron desterrar. A esta falta de visión de futuro, el gobierno ha estado marcado por los conflictos de intereses menos preciando el trasfondo ético que ello lleva implícito. Desde la lentitud en vender Lan Chile y luego sus resistencias a enajenar sus acciones de Chilevisión y Blanco&Negro y la irrupción del caso Bielsa en la opinión pública, no se explican sin ese conflicto de interés que desestiman permanentemente. El punto es que esa confusión entre intereses públicos y negocios privados parece no inquietar al gobierno. Esa confusión se extiende a diversos funcionarios, que vienen de directorios de empresas privadas y esperan volver a los mismos, lo que inevitablemente condiciona sus comportamientos y debilita la defensa de los intereses públicos y del Estado. Por cierto, también abre espacio para irregularidades: un ex-funcionario que aparentemente utiliza material de gobierno para su empresa de seguridad, una empresa comercial utilizada para la emergencia durante el terremoto que no paga derechos aduaneros e impuestos; el sobreprecio del puente mecano, funcionarios regionales que hacen obras con empresas de las cuales son socios, etc. Como guinda de la torta, el propio Piñera incrementa en 200 millones de dólares su patrimonio durante el primer año de su mandato presidencial. Si es legitimo realizar en paralelo negocios privados y gestión pública, si el presidente así lo estima, porque no lo puede hacer un ministro, un intendente o un gobernador?

La ausencia de una mirada profunda del país y de una visión histórica nos hace sentir como un país a la deriva, que funciona con piloto automático. Quienes votaron y son partidarios de este gobierno sufren la crisis de expectativas insatisfechas, esperaban más de un candidato y Presidente que prometió y promete el paraíso en la tierra, pero cuando mira a su alrededor, ve que nada ha cambiado, que todo sigue igual. Como dije en mayo del año pasado, nada nuevo bajo el sol.

jueves, 3 de febrero de 2011

Al mal tiempo, buena cara

Durante todo el año he escrito sobre temas vinculados a mi pasión profesional, principalmente. Hoy, ad portas de mis vacaciones, quiero hacerlo sobre un tema distinto, a propósito de una conversación telefónica con un amigo de más al norte, que me decía que no venía sólo porque aquí llueve mucho e inesperadamente. Entonces le dije más o menos lo siguiente.
Tal vez en Chiloé mejor que en cualquier otra parte del país es aplicable este dicho. Pero no me refiero con ello a nuestra forma de interpretar los acontecimientos. Es decir, de que tengamos o no la capacidad o, incluso, el arte de pensar de modo ingenioso; de enfocar la vida con humor cuando tenemos una ocasión para angustiarnos, enfadarnos o deprimirnos. No, me refiero literalmente a lo que tenemos asociado como “mal tiempo”, a esos días de lluvia y viento, a esos días oscuros que nos obligan a permanecer en lugares cerrados.

El mal tiempo en Chiloé constituye una particularidad permanente de nuestra geografía, por eso cuando los turistas deciden venir a vernos, deben tener claro que lo hacen a un lugar en el cual la lluvia es parte de la oferta y atractivo de nuestro territorio. No llover en Chiloé en una semana sería extraño, la lluvia es la normalidad, es parte de nuestro paisaje, de nuestra belleza y elemento sustancial de las manifestaciones culturales que por estos días se expresan con fuerza y abundancia en todos nuestros rincones.

La cultura nuestra no se entiende sin la lluvia. La vida del fogón, la convivencia en la cocina junto al mate y las delicias de las onces. La lluvia en Chiloé embellece las ondulantes colinas que circundan nuestras ciudades y localidades, las aguas que escurren por las innumerables quebradas desde las alturas hasta llegar a nuestro mar, humedecen los sembradíos en los campos y limpian las calles de nuestras ciudades, para cuando nuevamente salga el sol, con luminosidad destellante y abrazadora, muestren con fuerza el carácter de sus construcciones, del trazado de las calles y del acontecer cotidiano que parece renovarse entre su gente en torno a sus plazas, terminales de buses o caletas y embarcaderos.

La lluvia en Chiloé es bella. No es aquella fuerza amenazante que inunda calles o estropea cosechas, al contrario, su fuerza se diluye en las laderas fertilizando esos arcos multicolores en medio de los fiordos y bahías, conectándola con los campos verde claro e intenso que reviven en cada rayo de sol que los sorprende entre los estratos y nimbos que raudamente pasan hacia el continente oriental sorteando las torres de nuestras innumerables iglesias y capillas de madera. Venir a Chiloé en verano, no es venir a las playas tumultuosas cargadas de música estridente, es venir a disfrutar de un paisaje natural y cultural que al combinarse constituyen una singularidad que supera otras experiencias veraniegas.

Le enviaré a mi amigo esta reflexión, tal vez lo convenza para que la próxima temporada esté con nosotros, o incluso en invierno, total, lluvia y sol siempre habrá, en cualquier época del año.

lunes, 24 de enero de 2011

La nueva ley de educación: un acuerdo amplio y necesario

La educación ha estado en el centro de la discusión desde hace años. Muchos analistas, expertos y comisiones han mostrado un diagnóstico similar: nuestro sistema educacional tiene una gran cobertura, pero la calidad es deficiente, en todos sus niveles. Ya en 1994 el Informe Brunner proponía cambios profundos a la forma en la cual se dirigían las escuelas. Impulsaba una mayor autonomía a nivel local, mayor liderazgo del equipo directivo, y hacía explícita la necesidad de contar con mejores docentes, para lo cual se proponían becas y mejores salarios.
El Programa para la Evaluación internacional de Estudiantes (PISA) 2009, señala: los estudiantes chilenos obtuvieron los más altos puntajes en lectura (452): 41 puntos sobre el promedio latinoamericano (411), 44 menos que el promedio OCDE (493), 40 puntos superior al 2000 (412). En matemática, Chile obtiene 421 puntos, OCDE 496 y menor a Uruguay (+6), 10 puntos más que en 2000 y OCDE +2, estabilidad general. En ciencias naturales, Chile obtiene 447 puntos, 406 promedio latinoamericano, OCDE 501 puntos. Se confirma que el puntaje es mayor mientras más alto es el grupo socioeconómico y cultural al que pertenecen las familias de los estudiantes. Lo más importante: Chile es el país que más avanzó entre 2000 y 2009. Es posible estimar que si Chile continuara subiendo su puntaje en la medida que lo ha hecho hasta ahora, en diez años alcanzaría el actual promedio de la OCDE. Esta es la generación de la JEC y constituye un balance positivo de lo realizado por los gobiernos de la Concertación.


Sin embargo, en los últimos 30 años ha habido una masiva migración desde escuelas municipales a colegios subvencionados. Al mismo tiempo, mientras cientos de miles de alumnos salen del sistema municipal, la cantidad de escuelas de dicha dependencia no sufre los mismos cambios. Así, la situación financiera de los municipios que han perdido más matrícula ha visto ajustados sólo sus ingresos pero no sus costos.

¿Cuáles han sido históricamente las razones por las cuales padres y apoderados han elegido sacar a sus hijos de escuelas municipales? Las encuestas muestran que son principalmente tres: la búsqueda de mayor calidad de los aprendizajes; una mayor disciplina y mejor ambiente escolar; y finalmente una mayor certeza de que no verán interrumpida la realización de sus clases.
Existe abundante evidencia en cuanto a lo que, efectivamente, perciben los padres y apoderados sobre la calidad de los aprendizajes es cierto. Sin embargo, cuando se toma en cuenta la vulnerabilidad de los alumnos, su nivel de ingresos y el gasto por estudiante, los colegios subvencionados no tienen mejores resultados que los municipales. Aún así, la situación es preocupante, pues el sistema como un todo posee una baja calidad, cosa que queda expuesta al ver los resultados de pruebas internacionales en las que nuestro país participa, como lo es la prueba PISA y TIMMS.


Lograr una educación de buena calidad con equidad para todos los niños y niñas de Chile es una misión de país. De ahí la necesidad de acuerdos nacionales, ampliamente compartidos, consistentes, coherentes y sostenidos en el tiempo. Construir esos acuerdos exige que cada uno de los actores sociales y políticos actúe con voluntad de entendimiento.


Muchas de las medidas no son nuevas, ni muy distintas de las planteadas en el pasado, pero son especialmente influyentes en el fondo del sistema educativo: nuevo rol de los directores, beca para estudiar pedagogía y el cambio del 5%, pues cambia la estabilidad existente por las consecuencias inmediatas. Esta nueva ley será un avance importante en relación a la profesión docente y rol de los directores, incorporando o perfeccionando mecanismos que fortalecen la autonomía y gestión de los directores y el ejercicio de la profesión docente en el sector municipal. Contempla financiamiento adicional para los municipios, destacando la entrega de recursos para solventar gastos de indemnizaciones y bonificaciones, entre otras medidas.


Un proyecto limitado e insuficiente ha sido complementado y enriquecido ampliamente por la oposición en el Congreso Nacional, superando la rigidez inicial del gobierno por un acuerdo amplio y necesario que le hará bien al país.

sábado, 15 de enero de 2011

Una propuesta inconsulta

La comuna de Castro ha tenido cada año mejores resultados en las mediciones asociadas a la calidad de la educación, sin que éstas sean la calidad en sí, constituyen un indicador de eficacia de la gestión local en materia educativa. En efecto, a comienzos de 2010 se conocieron los resultados del SIMCE tanto en cuarto como en octavo básico, colocando a nuestra comuna entre las cinco mejores del país, en cuanto a educación municipal. A comienzos del actual, hemos conocido los resultados de la PSU y nuevamente nuestros estudiantes han sobresalido, tres de ellos, han sido los únicos puntajes nacionales de algún establecimiento municipal de Temuco a Punta Arenas. Esto viene a ratificar que la mejor educación municipal de la región de los lagos, se encuentra en nuestra ciudad.

Lo anterior no es producto del azar, es el resultado de un esfuerzo compartido donde cada actor ha asumido su responsabilidad con profesionalismo. A pesar de las limitaciones que nos impone el entorno para tomar más y mejores decisiones, tenemos una administración local sólida, que puede proyectar su trabajo en el futuro próximo. Somos de las pocas comunas del país que no tenemos deudas ni con el sistema financiero, ni con nuestros proveedores, ni con nuestros trabajadores por algún concepto. Asimismo, tampoco recibimos recursos municipales para cumplir nuestra tarea de administrar los establecimientos educacionales que se nos han confiado y realizamos una permanente gestión de captura de recursos en fuentes externas para mejorar nuestra infraestructura, instalaciones y equipamiento, como también, realizamos alianzas estratégicas con instituciones de solidez y confiables para fortalecer las capacidades profesionales de nuestros directivos, docentes y asistentes de la educación.

A pesar de lo anterior, me ha sorprendido la presentación que ha realizado el gobierno regional de un plan denominado “loslagoseduca”, con el cual pretende dirigir los esfuerzos que los administradores locales realizan para mejorar la calidad de los aprendizajes de los estudiantes de las escuelas municipales. Amén de carecer de facultades para concretar su pretensión, el gobierno regional debiera esforzarse en crear condiciones para que los privados y las comunidades puedan enfrentar y resolver por sí mismas sus desafíos y dejar de lado la seductora idea de querer controlar todo. Vivimos en una sociedad que aspira a fortalecer sus autonomías locales, pues con ello se mejoran las prácticas de convivencia democrática y la calidad de vida. Un gobierno que permanentemente habla de fortalecer la libertad y las capacidades de decisión de las personas, aparece aquí, en la región de los lagos, con una iniciativa que busca ahogar la iniciativa local, contradictoria con los instrumentos de gestión existentes en el sistema educacional, con las fuetes de recursos a las cuales podemos acceder a través de nuestros gobiernos locales y con las medidas que el gobierno central está impulsando para modificar el sistema educativo nacional y que son fruto de un largo debate y difícil consenso durante los últimos años. El Ministerio de Educación no debiera apoyar programas de estas características que lo único que hacen es confundir, desorientar y saturar con una verdadera guirnalda de acciones desvinculas y desconectadas de las propuestas de reforma que el gobierno central está proponiendo en el actual debate parlamentario.

El Consejo Regional debiera observar con mayor detenimiento esta iniciativa antes de asignar recursos a una propuesta limitada en sus posibilidades reales de resolver los problemas que pretende, recursos que por lo demás, siempre son escasos y existen necesidades ilimitadas tanto en educación como en otras áreas sociales en nuestra región.

jueves, 25 de noviembre de 2010

La educación que nos falta

Ayer asistí a un seminario sobre la vinculación de la educación con los temas de la identidad cultural, en el cual, los docentes de la Escuela Especial Antu-Kau de Castro realizaron una excelente presentación acerca del proceso de creación pedagógico-cultural que han implementado y que ha logrado mejorar la autoestima, inserción social y los aprendizajes de los estudiantes y sobre todo, le ha otorgado sentido a su trabajo docente con niños, niñas y jóvenes con limitaciones severas. Una experiencia que muchas escuelas “normales” debieran seguir.
Mientras escuchaba a mis colegas, no pude dejar de pensar en el conjunto de medidas que esta semana lanzó el gobierno, las que ha titulado como una “verdadera revolución”, que de revolucionario no tienen nada: algunas ya existían y se remozaron, como las becas para atraer mejores estudiantes a las pedagogías; otras son continuidad de mecanismos existentes, como el fondo de retiro de profesores y el aumento de la subvención preferencial; y otras, son profundización de medias implementadas con anterioridad, como los incentivos a los docentes y directores. De hecho, muchos municipios y sostenedores privados del país han implementado por años premios al logro de metas colectivas e individuales.
Pero en realidad, lo que me gatilló dicha exposición, fue cerciorarme de la gran diferencia que existe entre quienes creemos que la educación debe tener un carácter comunitario y centrado en el valor de la persona humana, y entre aquellos que creen que la educación debe potenciar el logro de metas y el éxito individual. En efecto, soy de los que cree que el proceso educativo tiene un profundo sentido humanista, que la labor de la escuela es detectar y llevar a su máxima expresión los talentos que todos tenemos y que nos permiten desarrollarnos como seres humanos, realizar un aporte al mejoramiento de las condiciones de la vida en sociedad y trascender en lo que hacemos con los demás. Creo que el trabajo docente es esencialmente de equipos, colaborativo, solidario y complementario, y por lo tanto, los logros y gratificaciones son también comunes y de todos
En cambio, la educación centrada en los valores del individualismo promueven la competencia, ganarle al otro hasta anularlo (sacarlo de la competencia). Promover con incentivos para que un profesor le gane a otro es llamar a empobrecer el trabajo docente, es llamar al egoísmo personal y social donde cada uno se las arregla como puede, con las armas que tenga a su alcance. Premiar el éxito de alumnos y profesores individualmente es un llamado a construir una sociedad donde los más fuertes y poderosos siempre ganarán. Promover el individualismo es promover el materialismo, el tener más para ser mejor considerado en el mundo laboral y social, promover la competencia exacerbada en la educación es un camino contrario a la base humanista que la inspira.
No todas las satisfacciones y reconocimientos deben ser en dinero. Las medidas del gobierno pretenden acallar las críticas ofreciendo dinero a los estudiantes de pedagogías, ofreciendo dinero a los profesores en ejercicio, ofreciendo dinero a los directores, ofreciendo dinero a los profesores para que jubilen y a los jubilados. Cuando el dinero es nuestro, la generosidad suele faltar; pero cuando es de todos, pareciera ser que es de nadie.