jueves, 27 de septiembre de 2007

No siempre lo deseable es factible

Efectivamente, esto es lo que la Presidenta parece querer recordarnos cuando en aras de lograr “el máximo de calidad para los que no pueden elegir”, dice estar disponible para reducir su propuesta de acotar la selección a un cambio de estructura de nuestro sistema escolar. Esto plantea un doble desafío, primero para el propio gobierno, quien debe esforzarse por definir una estrategia de argumentación empírica y valórica tendiente a ofrecer a los ciudadanos las razones que lo llevaron a tomar esta decisión, argumentar y explicar, pero también, replicar a la derecha en sus argumentos de convertir la selección en el principal camino a la excelencia académica. Si se comunican oportuna y persuasivamente las razones de las decisiones que se toman, los acuerdos que se alcancen no serán vistos como arreglos de intereses que sólo satisfacen las metas políticas y las demandas sectoriales. Pero también es un desafío para la oposición, ésta tiene que entender que lo que se le pide al gobierno también le es exigible; es decir; también debe ser transparente a la hora de plantear sus posiciones especialmente cuando estas constituyen verdaderos vetos a la mayoría política expresada en el Congreso Nacional. La Presidenta es realista, está consciente de que su gobierno tiene límites legales, políticos e informativos, y que la oposición condiciona sus actos de gobierno, que por lo demás, es propio de los regímenes democráticos.

Tenemos que aprovechar este momento, es la oportunidad para consolidar el núcleo de lo que hemos venido construyendo en la última década en materia educacional y ser capaces de valorar tanto aquello que ha significado un aporte a la construcción de un país más tolerante y democrático, como lo que ha sido un aporte al crecimiento económico de este tiempo. Hacer esta distinción otorgará estabilidad a las políticas educativas que han permitido al país avanzar. Luego abordaremos aquellos aspectos periféricos, aquellos programas que necesariamente deben acomodarse a las condiciones económicas, sociales y políticas siempre cambiantes. Así como el país tiene derecho a la estabilidad, los gobiernos tienen el derecho a poder hacer los cambios que requieran para la implementación de las políticas que ofertaron y por las cuales la ciudadanía los votó. Cuando no se entiende lo anterior, lo que predomina en la discusión pública son las teorías tipo “desalojo” que están en la raíz de los cambios traumáticos de los cuales la experiencia política de nuestro país y de nuestra región bien saben. Si somos capaces de identificar y afirmar un consenso sobre los aspectos básicos de nuestro sistema escolar, bien podremos hacer los cambios necesarios para perfeccionarlo.

En este sentido, en el ámbito de la institucionalidad necesaria para aspirar a una educación de calidad para todos, me atrevo a proponer el perfeccionamiento de la descentralización iniciada en la década de los ochenta y otorgar la autonomía a los gobiernos locales en materias de gestión escolar, garantizando su financiamiento y generando mecanismos de apoyo para el equipamiento técnico de los municipios. Estos necesitan mayores atribuciones administrativas, tanto en los ámbitos de los recursos financieros como del personal, para que puedan asumir la responsabilidad que se les atribuye por los resultados de los
aprendizajes de los estudiantes de los colegios que administran; así como también, responsabilizarlos de la supervisión técnico pedagógico de los mismos. Todos los sistemas escolares exitosos tienen un mando único, esa es la forma que permite generar un ambiente de mayor responsabilización y de una exigencia ciudadana permanente por la calidad. Mantener la situación actual sólo genera confusión en los directivos escolares y una ambigüedad que termina paralizando las innovaciones y la creatividad. Los municipios, como todo empleador, necesitan evaluar a sus docentes y actuar en consecuencia. ¿Cómo pueden comprender los padres que los profesores de sus hijos en los colegios municipales son evaluados por consultores externos que le han visto una vez cada cinco años como trabajan? Sólo con más autonomía se puede tener más responsabilidad. Pero también, el Ministerio de Educación que necesitamos para el siglo XXI no es aquel que llevó la cultura y los valores nacionales a cada rincón del país en el siglo XIX; son las familias y los propios estudiantes los depositarios del control efectivo de la calidad de la educación que imparten los establecimientos escolares, para lo cual sólo requieren información adecuada sobre el desempeño de los directivos, de los docentes de sus hijos y de los administradores locales para tomar las decisiones efectivas. Necesitamos un Estado orientador, evaluador y compensador, no un aparato atropellador, con discursos difusos y funcionarios sin convicción, que se evalúa asimismo y que es incapaz de generar el conocimiento para ofrecer los apoyos adecuados. Requerimos una institucionalidad que promueva y genere ambientes de cooperación y confianza entre los actores y no exacerbe la competencia y provoque el aislamiento con políticas fundadas en la diferenciación como valor de mercado –amparadas en la libertad de enseñanza-, sino una que sea consciente de la necesidad de la colaboración, que premie y promueva la asociación en torno a los propósitos deseables de la comunidad escolar, que fortalezca la capacidad de autogestión y mejoramiento permanente de las practicas administrativas y pedagógicas en nuestras escuelas, y que por sobre todo, invite a los ciudadanos a respetar y valorar a nuestros profesores, base fundamental de la formación valórica de nuestros estudiantes de hoy, trabajadores y ciudadanos de mañana.
http://www.lanacion.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20070905/pags/20070905194651.html

jueves, 30 de agosto de 2007

Oportunidad para una reforma de verdad

Sabemos cómo el gobierno y la oposición pretenden resolver los problemas de nuestro sistema educacional. Esto nos dicen tanto con el proyecto de LGE, cuya idea de legislar se ha aprobado con el rechazo de la oposición, y con la propuesta presentada por la derecha recientemente, la que pretendían imponer como alternativa al proyecto del gobierno.

Más allá de lo anterior, que no quedará sino en lo anecdótico de esta discusión, a lo que debemos abocarnos es a mejorar la propuesta que ha iniciado su trámite legislativo de tal manera que permita al país tener un sistema educacional moderno, eficiente y que logre resultados socialmente satisfactorios, tanto para los aspectos formativos como académicos de nuestros estudiantes. La trascendencia de estas decisiones importa seriedad en las argumentaciones y no caricaturizar las del adversario pretendiendo con ello una legitimidad o autoridad que no contribuye ni está a la altura de los desafíos que tenemos. Lo anterior no implica que sólo el debate experto sea el relevante; más aún, una reforma educacional es ante todo una reforma política de implicancias insospechadas para la formación ciudadana, técnica, profesional y científica cuando se carece de claridad en los sustentos. Por lo tanto, este no es el espacio para fabricarse satisfacciones personales o pretender imponer o consolidar una visión no mayoritaria del modelo educativo que queremos para nuestras escuelas, especialmente para las escuelas públicas.

Patricia Matte, “la ideóloga de la propuesta de la oposición” ha desmentido a la Ministra de Educación al señalar que “En la pura forma, a lo mejor es un 50% similar; pero el fondo es absolutamente diferente” (19/07), respecto de los grados de coincidencia que la segunda señalaba tendrían las propuestas del gobierno y de la oposición sobre las reformas que se pretenden a la LOCE. Esto es efectivo, existe un fondo de discrepancia mayor entre lo que pretende la derecha hacer en educación y lo que ha señalado el gobierno en su proyecto de ley. Si bien esta última puede y debe mejorarse en los aspectos instrumentales, como la integración en un cuerpo legal de los temas relevantes del marco regulador como la superintendencia, el valor diferenciado y modalidad de cálculo de la subvención escolar y la institucionalidad de un sistema de aseguramiento de la calidad, existen aspectos que dan cuenta de la profundidad de estas discrepancias.

En primer lugar nos resulta llamativo que la derecha no se pronuncie sobre los profesores y el Estatuto Docente, a los cuales ha demonizado los últimos años al señalarlos como los causantes de todos los males de la educación municipal; el gobierno tampoco lo hace, pero los primeros tenían la oportunidad de ofrecer algo mejor a nuestros docentes. La derecha no tiene alternativa para los profesores o hace cálculos que desconocemos y que debieran explicitarse en el debate. Hemos dicho que el Estatuto Docente es injusto, contiene restricciones y mayores obligaciones para los municipios, quienes además deben tomar decisiones incluyendo criterios sociales y políticos que incrementan los costos y disminuyen los beneficios; lo contrario hacen los privados. Alienta la permanencia y desincentiva la renovación docente en los municipios; lo contrario provoca en los privados.

Pretender mejorar la educación que se imparte en las escuelas municipales sin introducir modificaciones estructurales, es no conocer las limitaciones objetivas a la gestión que en estas se tienen. La propuesta de la derecha al minimizar el rol del Estado descuida todas las escuelas rurales y de aquellos sectores en los cuales no es conveniente la instalación de la oferta privada. En estos sectores no rentables los padres por más información que tengan difícilmente podrán “comprar” otro servicio educativo que el de la escuela de siempre, lo mismo ocurre para las familias de los sectores marginales para los cuales el costo de traslado a la escuela que le gustaría para sus hijos, hace imposible la movilidad. Esperamos que nuestros congresistas puedan incorporar correcciones que renueven la ambición de nuestros docentes para enseñar con pasión, colocando incentivos más que castigos, relevando el deber profesional por sobre un falso derecho de acceder a un mal llamado perfeccionamiento que difícilmente podrá superar las falencias de la formación inicial o responder a las necesidades generadas en la comunidad escolar en la cual se desempeñan.

En segundo lugar, creo que hay que abordar con decisión el término de las prácticas discriminatorias y de selección en el conjunto del sistema subvencionado, especialmente privado, es un complemento ineludible, especialmente la de carácter socioeconómico, que es la que profundiza la segmentación social de las escuelas y de sus resultados escolares. Si no se mantiene la determinación de eliminar la selección abierta y encubierta, a lo menos en toda la enseñanza básica, las “buenas escuelas” generarán practicas sofisticadas de selección de buenos alumnos y excluirán a aquellos de más bajo desempeño real o potencial y podríamos terminar premiando a las escuelas que han sido hábiles en excluir a los niños con mayores desventajas y castigando a las que han trabajado en los contextos social y educativamente más difíciles. Aquí quiero reiterar la pregunta que hiciera nuestra Presidenta el 21 de mayo en el Congreso Nacional: "¿es propio de una ética integradora que con recursos públicos se excluya a parte de nuestros niños, especialmente a los más vulnerables?”.

Tenemos que colocar incentivos poderosos para construir una sociedad más integrada y de ambas propuestas, la del gobierno se acerca más a estos planteamientos. Expertos como la OCDE han señalado esta falencia en nuestro sistema y pareciera que estamos comportándonos como en el dicho de que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Los municipios sufren un acoso permanente por efectos de la libertad de localización de la cual gozan los operadores privados en las zonas en las cuales no existe déficit de cobertura. La derecha ha ofrecido a los sostenedores privados la posibilidad de otorgar legitimidad democrática a un ámbito de negocios socialmente discutido y con la perspectiva de ampliarlo a costa de que los establecimientos municipales que no tengan resultados satisfactorios deban ser licitados, ¿a quienes?, a los privados, que seguirán gozando de la posibilidad de seleccionar socioculturalmente a las familias de sus alumnos, consagrando la segmentación social de nuestras escuelas y ciudades.

Se está sobre dimensionando la necesidad de tener escuelas más eficientes, por sobre el imperativo ético de tener un sistema educacional más equitativo. Hay que tomar medidas más audaces que modifiquen sustancialmente el modelo de reproducción social que se está creando a partir de la calidad de las escuelas que tenemos, porque lo que se avizora es la misma estratificación en la educación superior, como una cadena natural, como un pasadizo predeterminado que impide la integración y la cohesión social. http://www.lanacion.cl/prontus_noticias/site/edic/2007_08_13_1/home/home.html

El Maletín Literario y la Promoción de la Lectura

A propósito de la iniciativa gubernamental del “maletín literario” han surgido unas voces señalando sugerencias para su mejor implementación y otras para promover la lectura en nuestra población, pero también, hemos conocido algunas experiencias que se estarían iniciando con el objetivo de que nuestros alumnos lean más y mejor. Primero quisiera recordar que desde 2003 la Región de Los Lagos está certificando la competencia lectora en los alumnos de primero básico en el “día regional de la lectura”; lo mismo está haciendo desde 2006 la comuna de Maipú, con el “día comunal de la lectura”; ambas el 12 de julio, en conmemoración del natalicio de uno de nuestros Premios Nobel, en este caso el de Pablo Neruda. En esta fecha los alumnos reciben una “certificación de su competencia lectora”; que es el primer gran reconocimiento al logro académico más trascendente de su infancia. Cuando las personas aprenden a leer ganan en libertad, son más autónomas, comienzan a soñar mundos nuevos a los que acceden a través de la lectura, a aprender por si mismas, a acceder a información que seleccionan. En definitiva, aprender a leer es un hito transformador que no puede pasar inadvertido en el proceso educativo y más allá de cumplir con un indicador de eficiencia institucional, debe ser reconocido como el momento más significativo de la vida académica de nuestros niños: su “primer título” y reconocimiento social de éxito escolar.

En segundo lugar, me parece inexplicable que reconociendo la importancia de la necesidad de mejorar la comprensión lectora en la vida de las personas, de su impacto en la productividad del país, en la calidad de nuestra democracia, aún se carezca de una política nacional que impulse la lectura temprana de manera decidida. Estos esfuerzos regionales, comunales y de algunas escuelas, dan cuenta de la necesidad de otorgar recursos para que autónomamente estos niveles puedan definir sus estrategias o continuar más sistemáticamente con las que están llevando a cabo con mucho esfuerzo. El Ministerio de Educación debiera fijar una política de apoyo donde quepan las diversas iniciativas que se están desarrollando y que fortalezcan la integración de la comunidad y de la familia para generar un ambiente que promueva la lectura efectiva en nuestras escuelas. El “maletín literario” anunciado por la Presidenta puede ser una inversión vistosa pero poco efectiva si no se complementa por ejemplo, con medidas como las que comentamos.

En tercer lugar, quisiera señalar que aquí tenemos una gran oportunidad para dar un sentido a la gestión de nuestras escuelas. Muchas veces hemos escuchado que la gran reforma educativa que hemos venido implementando durante estos años carece de la adhesión necesaria y de un sentido movilizador para nuestros docentes y que en ello estaría la razón fundamental de la carencia de compromiso y entusiasmo con estos cambios y con los éxitos alcanzados. No deja de existir cierta razón en esta crítica, pues muchas de estas medidas han sido “bajadas” –y siguen siéndolo- desde el nivel central del sistema e implementadas con la misma rigidez tanto en la escuela de Futaleufú como en la de Pudahuel. Esta es una oportunidad para apoyar la generación de espacios de autonomía en las escuelas y el desarrollo del profesionalismo de nuestros docentes. Este es un espacio privilegiado para que los directores de escuela puedan definir las metas a lograr y los recursos a utilizar. No hay excusa para que los alumnos no puedan leer el primer año en la escuela, como no la hay para que el profesor no enseñe eficientemente sino con uno, con otro método, pues debe tener la libertad de elegir como enseñar, ser tratado como profesional, y no adscribir involuntariamente a metodologías que no domina o verse expuesto a asistir a mini cursos para ser habilitado, lo cual nunca logrará. Aquí se juega el profesionalismo docente, si éste no es capaz de que sus alumnos aprendan a leer, difícilmente podrá enseñarle las matemáticas, las ciencias, transmitir la cultura o la formación cívica necesaria para la convivencia social.

La iniciativa del maletín literario, siendo una buena idea, puede convertirse en un elemento extraño para las familias, incomprendida o un despilfarro de recursos por los especialistas y carente de sentido para la comunidad, sino es acompañada de un esfuerzo de coordinación con quienes tienen las atribuciones, la voluntad y el entusiasmo de transformarla en una gran idea para el país. La Presidenta nos ha planteado un desafío para con las familias más modestas, es nuestra responsabilidad no construir argumentos para descalificarla anticipadamente.

martes, 24 de julio de 2007

La difícil convivencia escolar

El hecho de que las escuelas aparezcan a menudo en noticias policiales nos preocupa seriamente a todos los miembros de la comunidad educativa. En efecto, los episodios de violencia en nuestros colegios parecen tener una gran capacidad de atraer la atención pública, causando lo que hoy día se ha dado en denominar una alta «alarma social», por lo que la aparentemente nueva lacra de la violencia escolar se añade a las ya innumerables fuentes de demanda y presión social con que nuestras escuelas y nuestro profesorado deben enfrentarse. El vandalismo y la agresión física son estrictamente fenómenos de violencia; en el primer caso, contra los bienes; en el segundo, contra las personas. A pesar de ser los que más impacto tienen sobre las comunidades escolares y sobre la opinión pública en general, los registros indican que son muy limitados en el total de los casos de conducta antisocial que se registran en los establecimientos escolares. Pero ahí están, para copar la agenda: “abusos deshonestos”, “acusación a docente”, “toma de colegio”, “narcotráfico escolar”, “riñas entre estudiantes”, “agresión de apoderados”.

En el debate acerca de la violencia y el comportamiento antisocial en las escuelas subyacen cuestiones y retos de gran alcance y con profundas implicaciones para nuestra sociedad. Lo que «nos estamos jugando» aquí, es si la escuela puede continuar siendo un instrumento de cohesión social y de integración democrática de los ciudadanos, o de si es un escenario donde se replican a menor escala los conflictos de las familias y de la comunidad, siendo ésta sólo un reflejo de lo que allí ocurre. Creemos que las medidas de atención a la diversidad, el aprendizaje de la convivencia, la educación en actitudes y valores, se muestran como prioridades irrenunciables para la educación institucionalizada. Sin embargo, el carácter no estrictamente académico choca, a veces incluso con dureza, con ciertas culturas profesionales y personales de directivos y con la propia practica docente, y aún mucho más, con ciertas posiciones ideológicas en política educativa y curricular; y esto es así sobre todo en el ámbito de la educación media, el nivel del sistema educativo donde siempre se concentran los grandes debates de fondo sobre la educación.


El riesgo de fragmentación social y cultural, y de deterioro de la escuela como espacio público y ciudadano que tales posiciones sin duda implican, hacen aún más urgente la toma de conciencia de los actores educativos acerca del auténtico alcance de la responsabilidad que tenemos sobre este tema, y del esfuerzo por distinguir los deberes permanentes con la formación de nuestros niños y jóvenes, con los afanes por usar las comunidades escolares como instrumentos de promoción de intereses personales, de espacios de competencia de poderes o de escenarios de notoriedad comunicacional. Esto último constituye una abierta manipulación de los estudiantes y de sus familias en su legítima aspiración de dejarles la mejor de las herencias posibles: una buena educación.

viernes, 13 de julio de 2007

El Maletín Literario y la Promoción de la Lectura

A propósito de la iniciativa gubernamental del “maletín literario” han surgido unas voces señalando sugerencias para su mejor implementación y otras para promover la lectura en nuestra población, pero también, hemos conocido algunas experiencias que se estarían iniciando con el objetivo de que nuestros alumnos lean más y mejor. Primero quisiera recordar que desde 2003 la Región de Los Lagos está certificando la competencia lectora en los alumnos de primero básico en el “día regional de la lectura”; lo mismo está haciendo desde 2006 la comuna de Maipú, con el “día comunal de la lectura”; ambas el 12 de julio, en conmemoración del natalicio de uno de nuestros Premios Nobel, en este caso el de Pablo Neruda. En esta fecha los alumnos reciben una “certificación de su competencia lectora”; que es el primer gran reconocimiento al logro académico más trascendente de su infancia. Cuando las personas aprenden a leer ganan en libertad, son más autónomas, comienzan a soñar mundos nuevos a los que acceden a través de la lectura, a aprender por si mismas, a acceder a información que seleccionan. En definitiva, aprender a leer es un hito transformador que no puede pasar inadvertido en el proceso educativo y más allá de cumplir con un indicador de eficiencia institucional, debe ser reconocido como el momento más significativo de la vida académica de nuestros niños: su “primer título” y reconocimiento social de éxito escolar.

En segundo lugar, me parece inexplicable que reconociendo la importancia de la necesidad de mejorar la comprensión lectora en la vida de las personas, de su impacto en la productividad del país, en la calidad de nuestra democracia, aún se carezca de una política nacional que impulse la lectura temprana de manera decidida. Estos esfuerzos regionales, comunales y de algunas escuelas, dan cuenta de la necesidad de otorgar recursos para que autónomamente estos niveles puedan definir sus estrategias o continuar más sistemáticamente con las que están llevando a cabo con mucho esfuerzo. El Ministerio de Educación debiera fijar una política de apoyo donde quepan las diversas iniciativas que se están desarrollando y que fortalezcan la integración de la comunidad y de la familia para generar un ambiente que promueva la lectura efectiva en nuestras escuelas. El “maletín literario” anunciado por la Presidenta puede ser una inversión vistosa pero poco efectiva si no se complementa por ejemplo, con medidas como las que comentamos.

En tercer lugar, quisiera señalar que aquí tenemos una gran oportunidad para dar un sentido a la gestión de nuestras escuelas. Muchas veces hemos escuchado que la gran reforma educativa que hemos venido implementando durante estos años carece de la adhesión necesaria y de un sentido movilizador para nuestros docentes y que en ello estaría la razón fundamental de la carencia de compromiso y entusiasmo con estos cambios y con los éxitos alcanzados. No deja de existir cierta razón en esta crítica, pues muchas de estas medidas han sido “bajadas” –y siguen siéndolo- desde el nivel central del sistema e implementadas con la misma rigidez tanto en la escuela de Futaleufú como en la de Pudahuel. Esta es una oportunidad para apoyar la generación de espacios de autonomía en las escuelas y el desarrollo del profesionalismo de nuestros docentes. Este es un espacio privilegiado para que los directores de escuela puedan definir las metas a lograr y los recursos a utilizar. No hay excusa para que los alumnos no puedan leer el primer año en la escuela, como no la hay para que el profesor no enseñe eficientemente sino con uno, con otro método, pues debe tener la libertad de elegir como enseñar, ser tratado como profesional, y no adscribir involuntariamente a metodologías que no domina o verse expuesto a asistir a mini cursos para ser habilitado, lo cual nunca logrará. Aquí se juega el profesionalismo docente, si éste no es capaz de que sus alumnos aprendan a leer, difícilmente podrá enseñarle las matemáticas, las ciencias, transmitir la cultura o la formación cívica necesaria para la convivencia social.

La iniciativa del maletín literario, siendo una buena idea, puede convertirse en un elemento extraño para las familias, incomprendida o un despilfarro de recursos por los especialistas y carente de sentido para la comunidad, sino es acompañada de un esfuerzo de coordinación con quienes tienen las atribuciones, la voluntad y el entusiasmo de transformarla en una gran idea para el país. La Presidenta nos ha planteado un desafío para con las familias más modestas, es nuestra responsabilidad no construir argumentos para descalificarla anticipadamente.

miércoles, 6 de junio de 2007

LOS INCENTIVOS DOCENTES PARA UNA BUENA EDUCACIÓN

Si bien nuestro país ha logrado aumentar el acceso a la educación para la mayoría de sus niños, niñas y jóvenes, la calidad sigue siendo aún muy baja. En un mundo cada vez más globalizado en el cual las competencias y conocimientos cumplen un rol crucial, los países cuyos trabajadores están predominantemente mal capacitados se quedarán atrás indefectiblemente y sus ciudadanos seguirán percibiendo bajos salarios y perdiendo oportunidades de salir de la pobreza y disfrutar de una vida mejor.

Desde el punto de vista de la utilización eficiente de los escasos recursos disponibles, es inquietante que a pesar de que hemos aumentado considerablemente el presupuesto en educación, las competencias que poseen los egresados de los establecimientos educacionales no son suficientes para obtener un ingreso que les permita costear un nivel de vida de calidad.

Como país enfrentamos enormes desafíos, particularmente aquellos planteados por el desarrollo, la pobreza y la desigualdad. Ya lo señalamos al inicio, la educación es reconocida a todo nivel como uno, si no el más crítico, de los medios para enfrentar estos desafíos. La democratización de la educación, a través del mejoramiento de su cobertura como de su calidad, es clave para superar la desigualdad social y económica existente. Asegurar que todos los niños tengan la oportunidad de adquirir las habilidades fundamentales en el nivel primario y secundario es crucial para superar las barreras de habilidades que perpetúan el subdesarrollo y la pobreza.

A pesar de que la mayoría de las personas reconoce la importancia de mejorar la calidad de los sistemas educacionales para reducir la pobreza y la desigualdad y aumentar el desarrollo económico, la manera de hacerlo no está clara. Un creciente conjunto de evidencia apoya la noción intuitiva de que los docentes desempeñan una función clave en lo que respecta a qué, cómo y cuánto deben aprender los estudiantes. Atraer personas calificadas a la profesión docente, retener a estos maestros calificados, entregarles las competencias y conocimientos necesarios y motivarlos para trabajar duro y esforzarse al máximo es probablemente el principal desafío en el ámbito de la educación.

La eficacia de los docentes y el desempeño académico de los alumnos

¿Quién es un buen profesor? ¿Cuáles son las características de un buen profesor? Casi todas las personas que han pasado por el sistema escolar pueden recordar a un profesor excepcional. Las personas suelen entregar una diversidad de razones para explicar por qué su profesor o profesora es excepcional, desde ser “cariñoso/a y preocupado/a”, culto, un buen comunicador, hasta el hecho de ser exigente y estimular a los alumnos a trabajar duro y ampliar sus propios horizontes. Estos son comportamientos complejos que no se miden fácilmente. En efecto, la medición de los factores que poseen los profesores eficaces y que no poseen los profesores ineficaces ha resultado técnicamente difícil y onerosa. Esta dificultad de medir con precisión los factores que afectan la eficacia de los profesores plantea uno de los desafíos para el diseño de los incentivos docentes.

En último término lo que debería preocupar a la sociedad es si los docentes están generando aprendizaje en sus alumnos. En otras palabras, a pesar del hecho de que la demostración de afecto por parte de los profesores y su dominio de los conocimientos de la asignatura que enseñan son comportamientos que probablemente estimulan a los alumnos a aprender, no todos los maestros que son afectuosos o dominan su materia también son profesores eficaces.

Consideramos eficaz a un docente cuando existe evidencia de que sus alumnos han adquirido los conocimientos y habilidades adecuados. Para medir la eficacia de un docente, en primer lugar nos basamos en los indicadores de aprendizaje de los alumnos disponibles a partir de las evaluaciones nacionales (SIMCE y PSU) de los conocimientos de lenguaje y matemáticas. Debido a que el aprendizaje de los alumnos adquiere múltiples formas y es difícil de medir y a que las pruebas constituyen una medida imperfecta del aprendizaje, reconocemos que los puntajes obtenidos por los alumnos en las pruebas constituyen una medida incompleta e imperfecta de la calidad de los docentes. Sin embargo, dada la ausencia de una mejor comprensión de los factores que dan cuenta de un buen maestro y de la insuficiencia de datos sistemáticos y comparables con respecto al aprendizaje de los alumnos, las evaluaciones nacionales constituyen nuestra mejor opción para arrojar luces sobre la calidad de la enseñanza y el aprendizaje.

La mayoría de los docentes no se responsabiliza por su desempeño en el aula ni, lo que es más importante, por el avance del aprendizaje de sus propios alumnos. En nuestro país, la mayoría de los profesores puede ganar un mejor sueldo sólo por mantenerse en la profesión dado que la escala de remuneraciones está asociada principalmente a los años de servicio y no a alguna medida de desempeño, no pueden ser despedidos debido a su desempeño y es muy poco frecuente que se reconozca o gratifique por su excelencia. Por ejemplo, para un profesor tipo que tiene todas las asignaciones (profesor ejemplar) el 42% de sus ingresos provienen de su antigüedad, el 18% del perfeccionamiento, el 12% por trabajar en condiciones difíciles, el 8% por asignación directiva, 7% incentivos individuales, 8% maestros de maestros, y el 5% del SNED.

Es difícil diseñar, lograr la aprobación y -un aspecto que suele subestimarse- implementar reformas destinadas a modificar los incentivos docentes. En consecuencia, son pocos los países latinoamericanos que han sido capaces de introducir reformas a los incentivos docentes y los que lo han hecho han seguido diversos caminos.

Un sistema amplio que afecta la enseñanza y la docencia

Si bien las reformas de los incentivos docentes constituyen una opción prometedora para mejorar la calidad de los profesores y el aprendizaje de los alumnos, éstas no operan de forma aislada, sino como parte de un sistema más amplio que afecta tanto la enseñanza como el aprendizaje.
En consecuencia, las reformas de los incentivos docentes pueden ser más eficaces para mejorar el aprendizaje de los alumnos cuando otras partes del sistema ampliado que afectan la enseñanza y el aprendizaje se encuentran desarrolladas.

Por ejemplo, la vinculación de los aumentos de sueldo con el desempeño de los docentes sólo será eficaz para aumentar el rendimiento académico de los alumnos si los docentes tienen claridad acerca de los conocimientos y competencias pedagógicas que se requieren para mejorar el aprendizaje de los alumnos.

Del mismo modo, los beneficios de las reformas destinadas a aumentar la responsabilidad de los profesores por los resultados sólo son posibles si los docentes saben ante quién son responsables y estas personas, a su vez, tienen autoridad para gratificar y sancionar a los docentes sobre la base de su desempeño. En breve, los incentivos eficaces constituyen una condición necesaria, pero no suficiente, para garantizar la calidad de los docentes y el rendimiento de los alumnos.

¿Cuáles serían los componentes de un sistema educacional orientado a atraer y retener a profesores calificados junto con motivarlos a desempeñarse al máximo de sus capacidades en nuestras escuelas? Existen por lo menos siete componentes que pueden influir en la calidad de la enseñanza, uno de los cuales corresponde a los incentivos.

En primer lugar, los docentes deben tener acceso a materiales didácticos adecuados y contar con condiciones de infraestructura básicas. A pesar de que esto parece obvio muchos profesores siguen trabajando en escuelas con recursos insuficientes.
En segundo lugar, los profesores deben saber qué se espera de ellos. A pesar de que en muchos entornos los estándares educacionales constituyen un problema sensible, todos los sistemas educacionales han establecido estándares para los profesores de las escuelas públicas. Por ejemplo, la mayoría de los sistemas exige que los docentes hayan completado un número mínimo de años de educación; que hayan completado programas particulares de formación docente o hayan aprobado programas de certificación; la mayoría exige que trabajen determinado número de días/horas a la semana y al año.

Un sistema que tiene la capacidad de contratar y retener a profesores altamente calificados es un sistema que tiene claras expectativas con respecto a los docentes en término de los conocimientos de las asignaturas y de las competencias pedagógicas que requieren, que entrega pautas específicas relativas a la conducta y a las acciones que deban realizar los profesores y que explicita las competencias y objetivos de rendimiento académico específicos que se espera que desarrollen en sus alumnos. Sin claridad con respecto a lo que esperamos de ellos, será muy difícil establecer incentivos con el propósito de que cumplan nuestras expectativas.

En tercer lugar, la modalidad de selección y asignación de los profesores a los establecimientos educacionales afecta la calidad de la enseñanza y el aprendizaje de los alumnos. No siempre estas reglas son claras ni transparentes, dejando el proceso abierto a las influencias políticas. Y cuando existen reglas claras, éstas suelen estar desvinculadas de las políticas destinadas a orientar los recursos a las áreas de mayores necesidades. Por ejemplo, en lugar de asignar a los profesores con mejores desempeños a las escuelas que atienden a los niños más necesitados, se suele dar prioridad de elección en la asignación de escuelas a los más experimentados, dejando así las escuelas que atienden a las poblaciones más desfavorecidas en manos de profesores nuevos y con menor experiencia. Las reglas de selección y los criterios de asignación deberían ser claros, transparentes y racionales. Sin reglas claras, transparentes y racionales para la selección y asignación de los profesores a las escuelas de acuerdo con propósitos específicos, dejamos el sistema abierto a otras influencias y terminamos con un sistema en el cual los maestros menos eficaces enseñan a nuestros niños más vulnerables.

En cuarto lugar, los sistemas educacionales requieren información acerca de la enseñanza y el aprendizaje en forma regular y medidas de avance en función de las expectativas que se han establecido. Esta información no sólo debe ser utilizada para efectos de rendición de cuentas, sino como una herramienta para mejorar la práctica docente. Sin una evaluación de los conocimientos y competencias de los profesores, de su conducta y desempeño y de los resultados de aprendizaje de los alumnos, ni las autoridades responsables de las políticas, ni los maestros mismos pueden saber en qué medida ellos están cumpliendo nuestras expectativas.

En quinto lugar, para enseñar bien, se requiere un aprendizaje continuo, para lograr que todos los alumnos aprendan, se requiere que los profesores de cada escuela trabajen en conjunto en el diseño de estrategias para cada alumno. Por lo tanto, si bien un sistema eficaz para atraer y retener a los buenos profesores es aquel en el cual existen claras expectativas con respecto a las competencias que deben tener los docentes y las conductas que deben exhibir y en el cual son monitoreados y evaluados en forma continua, tan esencial como lo anterior es la utilización de esta información para brindar a los profesores apoyo técnico y directivo que requieren, junto con las oportunidades de desarrollo profesional necesarias para que tengan éxito en la tarea de generar el aprendizaje de los alumnos.

Poder brindar este tipo de apoyo a los docentes implica contar con administradores escolares que sean también líderes pedagógicos y que trabajen en estrecha colaboración con los profesores en la utilización de la información derivada de las evaluaciones para ayudarlos a mejorar sus conocimientos de las materias y sus competencias pedagógicas en áreas específicas. Si no se entrega a los profesores el liderazgo pedagógico y las oportunidades de desarrollo profesional necesarias, no podemos esperar que adquieran nuevas competencias, mejoren su aprendizaje ni desarrollen las comunidades profesionales docentes necesarias para producir altos niveles de aprendizaje en los alumnos.

En sexto lugar, los profesores eficaces tienen autoridad para utilizar su mejor juicio profesional en la determinación de lo que se requiere para obtener resultados en función de los estándares acordados. sin autoridad, por ejemplo, para escoger entre los diferentes métodos pedagógicos, los profesores no pueden ser responsabilizados por fracasar en el cumplimiento de los objetivos de aprendizaje de los alumnos. Sin autonomía profesional y autoridad, es poco probable que el profesor, como el actor educacional con el mayor conocimiento y comprensión de las necesidades de sus alumnos, sea capaz de promover el aprendizaje de los alumnos al máximo de sus capacidades.

Finalmente, dados que las personas responden a una diversidad de incentivos, probablemente deberían existir múltiples políticas de incentivos para atraer y retener en la profesión docente a personas altamente calificadas y para lograr que trabajen duro en pos del mejoramiento del aprendizaje de los alumnos. Algunas ya existen: sueldos relativos adecuados, es decir, sueldos que sean por lo menos tan altos como los ofrecidos a las personas con similares características en otras profesiones; mejores sueldos para los profesores con un mejor desempeño; mejores sueldos para los que trabajan en condiciones más difíciles (zonas remotas, poblaciones desfavorecidas); una carrera docente bien definida, con oportunidades de promoción, reconocimiento público y prestigio para los de excelencia; una verdadera amenaza de perder el empleo como resultado de un desempeño inadecuado y una relación relativamente estrecha con el cliente (los directivos de los establecimientos, los padres o las comunidades) de que se están desempeñando de manera adecuada.

Nadie negará que la educación tiene tradición de evaluación y que se basa en la información de manera decisiva, la cuestión ahora es cómo utilizar la evaluación no sólo para sancionar el nivel de aprendizaje de los alumnos sino para valorar el conjunto del proceso educativo y al conjunto de sus agentes, como referencia para la mejora.

miércoles, 30 de mayo de 2007

Subvención Preferencial + recursos + gestión = ¿mejores resultados?

1.- Justificación de la subvención preferencial: + recursos




Cambiar la inequidad socioeducativa de los resultados de aprendizaje de los estudiantes en nuestros sistema escolar, no se logra solamente por el esfuerzo que el sistema escolar pueda y deba hacer al respecto, por lo que es necesario introducir correcciones, medidas que contradigan la segmentación provocada por las practicas de selección que han terminado diseñando un modelo en el cual los hijos de las familias de menores recursos asisten a instituciones deterioradas y donde se encuentran con otros niños y jóvenes de la misma condición. Escenario en el cual lo que se fortalecen son las incapacidades institucionales, la sensación de fracaso, de agotamiento profesional y el resentimiento social de padres y jóvenes.


Educar a los alumnos más pobres resulta más caro, ya que poseen mayores desventajas socioculturales; pero más dinero no elimina la condición de origen. Propongo que los alumnos prioritarios lo sean siempre, hasta su egreso del sistema escolar y no hasta cuando cambie de posición la escuela o su familia mejore sus ingresos muchas veces circunstancialmente.


Esta subvención reduce la desigualdad de recursos que afecta a los estudiantes pobres (escuelas de los dos primeros quintiles respecto de las del quinto), de manera que la brecha de financiamiento se reduce, pero no se revierte. Esto es válido para el gasto uniforme que contempla (de 14% a 5%). Pero para el caso del gasto focalizado, estas mismas escuelas tendrán más recursos que las del mayor quintil subvencionado (9%).


Esta subvención busca resolver el problema de las oportunidades desde una perspectiva individual, pretende que los niños pobres comiencen a ser más atractivos para las escuelas. Se convierten en un grupo desde el cual se seleccionará a aquellos con potencial de éxito escolar, profundizando la discriminación. Esto incrementará la cantidad de alumnos con menos capacidades –que dejarán sus cupos en los colegios privados a los prioritarios con capacidades-, en los únicos establecimientos que están obligados a recibir a todos: los municipales.


2.- Posibilidades de una mejor gestión (+ gestión)


Abordar con decisión el término de las prácticas discriminatorias y de selección en el conjunto del sistema subvencionado, especialmente privado, es un complemento ineludible, especialmente la de carácter socioeconómico, que es la que profundiza la segmentación social de las escuelas y de sus resultados escolares. Si no se mantiene la determinación de eliminar con la selección abierta y encubierta, las “buenas escuelas” generarán practicas sofisticadas de selección de buenos alumnos y excluirán a aquellos de más bajo desempeño real o potencial y podemos terminar premiando a las escuelas que han sido hábiles en excluir a los niños con mayores desventajas y castigando a las escuelas que han trabajado en los contextos social y educativamente más difíciles. Aquí quiero reiterar la pregunta que hiciera nuestra Presidenta el 21 de mayo en el Congreso Nacional: "¿es propio de una ética integradora que con recursos públicos se excluya a parte de nuestros niños, especialmente a los más vulnerables?”.


También, el 21 de mayo la Presidenta señaló “crearemos un fondo de apoyo al mejoramiento de la gestión municipal en educación. Se trata de una inversión significativa: 100 millones de dólares para que los municipios puedan hacer frente a las exigencias que plantea este esfuerzo nacional”. Muy bien, para generar capacidades de gestión profesional y técnica que en muchos municipios no tenemos, así le otorgaremos sustentabilidad a este esfuerzo. No puede ser para facilitar la jubilación de los profesores y rejuvenecer las plantas docentes, para esto debiera existir un fondo nacional permanente al cual puedan optar los docentes cuando lleguen a su edad de jubilación y retirarse dignamente.


Pretender mejorar la educación que se imparte en las escuelas municipales sin introducir modificaciones estructurales, es no conocer las limitaciones objetivas a la gestión que en estas se tienen.


Es difícil que en las escuelas municipales podamos tomar medidas más eficientes producto del exacerbado centralismo en la toma de decisiones:



  • Me gustaría destinar a los profesores mejor evaluados a las escuelas donde están los alumnos con mayores dificultades para aprender, pero no lo puedo hacer si el profesor no está de acuerdo.



  • La utilización de los recursos está dado centralizadamente, no puedo convenir la incorporación de estrategias de gestión y utilización de recursos materiales y profesionales si no cuento con la anuencia del Ministerio de Educación.



  • No puedo modificar la extensión de la jornada por las implicancias laborales y de financiamiento que ello tiene, si hasta construir horarios escolares donde se compatibilicen las disponibilidades laborales con las necesidades pedagógicas del trabajo escolar es una dificultad.



  • No puedo modificar la carga horaria de los docentes ni disminuir la cantidad de alumnos por curso en escuelas con alta vulnerabilidad, sino a un alto costo financiero.



  • Cada vez que hacemos un concurso para Directores, los actuales si no son elegidos quedan en la planta en las mismas condiciones.



  • El Estatuto Docente no es justo, contiene restricciones y mayores obligaciones para los municipios, quienes además deben tomar decisiones incluyendo criterios sociales y políticos que incrementan los costos y disminuyen los beneficios; lo contrario hacen los privados. Alienta la permanencia y desincentiva la renovación docente en los municipios; lo contrario provoca en los privados.

Volviendo al Proyecto de Ley de Subvención Preferencial


La Estrategia de Mejoramiento Educativo, que deberá ser presentada por los establecimientos escolares para su aprobación por el Ministerio de Educación en un plazo no superior a un año desde su incorporación al sistema y que tendrá una extensión máxima de cuatro años: ¿no basta con que sea aprobada por la propia comunidad y su sostenedor, quienes en definitiva son los que asumen el riesgo, las consecuencias y la responsabilidad de su éxito o fracaso? O el Ministerio de Educación rendirá cuentas a la comunidad escolar y asumirá las consecuencias de haber aprobado un plan equivocado, que no supo implementar ni corregir oportunamente? Falta confianza en los profesores, en los padres y en los directivos cuando se tienen que resolver problemas que difícilmente podrán ser bien comprendidos por un funcionario evaluador y mucho menos asesorar con las visitas esporádicas que pueden éstos hacer a los establecimientos. La evidencia sobre esta materia es que los buenos sistemas escolares integran los asuntos administrativos y pedagógicos en una sola unidad de mando.


Las posibilidades limitadas que en el Plan de Reestructuración (obligatorio para el sostenedor en escuelas Con Necesidad de Medidas Especiales y En Recuperación) pueda permitir la reorganización o reubicación de los docentes y directivos de la escuela. Sin modificaciones al Estatuto Docente, esto será un foco de conflictos que ninguna autoridad local estará dispuesta a asumir, acumulándose las tensiones y costos de un sistema laboral obsoleto.


La amenaza de cierre de las escuelas por mantener malos resultados en el SIMCE o el logro de los estándares deseados, puede provocar efectos contradictorios: desmotivación anticipada y fuga de los buenos profesores en escuelas de alta concentración de alumnos prioritarios. Pero también, que se concentren los esfuerzos en estos sectores instrumentales en desmedro de las múltiples acciones formativas que constituyen demanda a la escuela en estas comunidades con mayor fuerza. Orienta el uso de los recursos. Es decir, ¿tendremos que destinar menos tiempo y dineros a las actividades artísticas, deportivas, de formación valórica? Calidad en la educación es un concepto amplio y diverso.


Los municipios sufrimos un acoso permanente por efectos de la libertad de localización de la cual gozan los operadores privados en las zonas en las cuales no existe déficit de cobertura. Esto debiera restringirse, pues profundiza la segmentación social al elegir éstos a las familias socio culturalmente mejor dotadas y no ampliando la posibilidad de elección de las familias con una supuesta mejor escuela. (¿Qué los mueve al instalarse en estas zonas? No quiero decir la palabra).


Falta autonomía. Más recursos sin mayores atribuciones no nos hace más responsables. En esto estamos en desventaja con los establecimientos privados. Lo que pedimos es igualdad de trato.


3.- ¿Probabilidades de mejorar los resultados? (= resultados)


Se está sobre dimensionando la necesidad de tener escuelas más eficientes, por sobre el imperativo ético de tener un sistema educacional más equitativo.


Hay que tomar medidas más audaces que modifiquen sustancialmente el modelo de reproducción social que se está creando a partir de la calidad de las escuelas que tenemos, porque lo que se avizora es la misma estratificación en la educación superior, como una cadena natural, como un pasadizo predeterminado que impide la integración y la cohesión social.


Esta Reforma, con estas bases y dispositivos desplegados, ya no soporta más experiencias pilotos. Creo que tenemos que concentrar nuestros esfuerzos en alcanzar mayores niveles de igualdad de consecuencias: de las probabilidades que sujetos de diferentes grupos sociales tienen de acceder a similares niveles de vida como consecuencia de sus resultados escolares.


Al pedir una educación de calidad se pueden demandar cosas tan diversas como la potenciación de un modelo cultural, la facilitación de acceso al mundo del trabajo, el establecimiento de unos valores morales, la selección de una minoría de excelencia o la consecución de unos estándares instructivos considerados deseables.


Una educación que tenga logros instructivos al tiempo que resultados morales, que obtenga los máximos rendimientos de todos y cada uno de sus alumnos, así como de los recursos materiales y humanos de que disponga, donde la exigencia sea una constante para todos los miembros de la comunidad educativa, en la búsqueda de la mejora permanente. ¿Son muchos factores? Ciertamente, pero nunca se ha dicho que la educación sea una tarea simple. Buscar la calidad en educación será tan difícil como compleja es la naturaleza del fenómeno educativo.


Es probable que subamos el piso: más recursos mejora las oportunidades, me comprometo a mejorar la gestión, pero ¿mejorarán los resultados? Apuesto a que los promedios y resultados agregados serán mejores la próxima década, pero tengo dudas de que si habremos avanzado en equidad y justicia social.


La educación le ha cambiado el rostro a la sociedad chilena a lo largo de su historia: permitió la creación de una burocracia honesta y eficiente que nos dio estabilidad en el siglo XIX; permitió el surgimiento y la consolidación de la clase media a comienzos del siglo XX y nuestros dos Premios Nobel; la integración del campesinado y del mundo popular a los procesos de modernización nacional a partir de la década del 60; ha sido el más eficiente de los mecanismos de movilidad social que hemos tenido estos últimos 20 años. La educación me cambió la vida y se la ha cambiado a millones de chilenos y chilenas.


Tengo la esperanza de que a través de una mejor educación, vamos a derrotar la pobreza en nuestro país y le vamos a cambiar la vida a los hijos de las familias más modestas. Especialmente a ellos no les sirve la promesa de una buena educación en el futuro, necesitan buena educación hoy, que les permita seguir estudiando, tener mejores empleos y ser mejores ciudadanos mañana. Tengo fe en que lo vamos a lograr. (Presentación en Seminario del mismo nombre, organizado por la Fundación Chile)

Las oportunidades de esta crisis