Introducción
En las últimas
semanas, Chile ha presenciado una serie de graves hechos de violencia
protagonizados por estudiantes de enseñanza media. Estos sucesos, altamente
mediatizados, han generado alarma pública y motivado reflexiones sociales,
muchas de las cuales apelan a la conciencia de padres, madres, docentes y
adultos en general. Sin embargo, una mirada más profunda revela que estos
episodios no son hechos aislados, sino expresiones sintomáticas de un problema
estructural: el deterioro del tejido social y la crisis de sentido en nuestras
instituciones educativas. En este contexto, urge abandonar las respuestas
reactivas y moralizantes, para construir una política pública de convivencia
escolar que aborde la violencia desde una perspectiva de justicia educativa,
equidad social y formación ciudadana. En este desafío, las universidades
pedagógicas están llamadas a cumplir un rol estratégico.
1. La violencia
escolar como fenómeno político y estructural
Los hechos
recientes en liceos de Melipilla, San Pedro de la Paz, Coronel y Osorno no
pueden entenderse como simples desbordes de conducta juvenil, ni como
manifestaciones individuales de falta de valores. Por el contrario, deben ser
interpretados como síntomas visibles de una violencia estructural más profunda,
que atraviesa a la escuela como institución moderna: segregación social y
territorial, precarización de la vida familiar y comunitaria, erosión de los
vínculos intergeneracionales, deslegitimación del Estado y crisis de autoridad
pedagógica.
Desde la teoría
política educativa crítica, la escuela no es un espacio neutro ni aislado, sino
un microcosmos de las relaciones de poder presentes en la sociedad (Apple,
1997; Giroux, 1988). La violencia que irrumpe en sus aulas es reflejo de un
orden social que produce frustración, exclusión y silenciamiento, especialmente
en contextos de pobreza, racismo, machismo o discriminación estructural. En
lugar de reforzar discursos culpabilizadores hacia docentes o familias, se
requiere interpelar las condiciones institucionales, culturales y materiales
que producen subjetividades violentadas y violentas (Butler, 2004).
2. Justicia
educativa y formación ciudadana: bases de una política transformadora
Una política
pública efectiva para enfrentar la violencia escolar debe estar anclada en una
visión de justicia educativa, entendida no solo como igualdad de oportunidades,
sino como reconocimiento, redistribución y participación (Fraser & Honneth,
2006). Esto implica asegurar condiciones dignas de aprendizaje, fortalecer los
equipos de apoyo psicosocial en las escuelas, promover pedagogías críticas y
restaurativas, y garantizar la participación activa de estudiantes en la
gestión de la convivencia.
La violencia no
puede combatirse solo con más control o vigilancia; debe ser abordada mediante
culturas escolares democráticas, que valoren la diferencia, gestionen el
conflicto con diálogo y favorezcan una ciudadanía activa y deliberativa
(Biesta, 2013). Ello requiere formar sujetos capaces de comprender y
transformar su realidad, no solo adaptarse a ella. En este sentido, la política
pública debe reconocer la convivencia escolar como un eje transversal del
currículo y de la formación integral.
3. El rol
estratégico de las universidades pedagógicas
En este proceso,
las universidades pedagógicas tienen un papel insustituible. No solo por su
responsabilidad en la formación inicial y continua de docentes, sino por su
potencial para generar conocimiento situado, ético y transformador (De Sousa
Santos, 2005). Es indispensable que rediseñen la formación docente para
integrar competencias en justicia educativa, gestión de la diversidad,
educación emocional, resolución pacífica de conflictos y ciudadanía crítica
(Meirieu, 1998); desarrollen programas permanentes de investigación-acción en
conjunto con comunidades escolares, especialmente en territorios vulnerados,
para co-construir estrategias de prevención de la violencia con base
territorial y pertinencia cultural (Walsh, 2009); impulsen programas de
Vinculación con el Medio que vinculen a estudiantes de pedagogía con escuelas y
liceos a través de tutorías, mediación escolar, talleres socioemocionales y
participación comunitaria; constituyan observatorios regionales y locales de
convivencia y justicia educativa, generando datos, análisis y propuestas para
el sistema escolar y los gobiernos intermedios. De este modo, las universidades
pedagógicas pueden dejar de ser solo formadoras técnicas para convertirse en
actoras públicas comprometidas con la transformación social desde la educación.
4. Lineamientos
para una política pública nacional
A partir de lo
anterior, una política pública integral de prevención de la violencia escolar
debería contemplar al menos cinco componentes estratégicos:
1.
Diagnóstico participativo y territorializado, que
reconozca las múltiples violencias que atraviesan las escuelas (físicas,
simbólicas, digitales, estructurales).
2.
Fortalecimiento de las capacidades institucionales:
dotación permanente de profesionales psicosociales, formación docente continua
en justicia y convivencia, acompañamiento pedagógico situado.
3.
Currículo para la ciudadanía democrática, que integre la
educación en derechos humanos, género, interculturalidad, medioambiente y
resolución de conflictos.
4.
Red de apoyo intersectorial, articulando escuelas y liceos
con servicios de salud mental, programas sociales, municipios y organizaciones
comunitarias.
5.
Alianzas con universidades pedagógicas, como centros de
formación, investigación, acompañamiento y producción de conocimiento crítico.
Conclusión
La violencia
escolar no es una anomalía, sino una señal de alerta sobre las profundas
fracturas de nuestra vida colectiva. Para enfrentarla, no bastan discursos
punitivos ni llamados a la conciencia individual. Se requiere una respuesta
política, estructural y pedagógica, que reconozca la educación como derecho
social y espacio de construcción democrática. Las universidades pedagógicas
tienen hoy la posibilidad y el deber de liderar esta transformación, formando
docentes no solo como transmisores de saberes, sino como intelectuales públicos
y agentes de justicia educativa (Skliar, 2007). Sólo así será posible construir
instituciones educativas donde el conflicto no se transforme en agresión, sino
en oportunidad para aprender a convivir en la diferencia.
Hannah Arendt
entendió muy bien al decir: “La educación es el punto en el que decidimos si
amamos el mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad por él y así
salvarlo de la ruina que, de no ser por la renovación, de no ser por la llegada
de los nuevos y los jóvenes, sería inevitable. También mediante la educación
decidimos si amamos a nuestros hijos lo bastante como para no arrojarlos de
nuestro mundo y librarlos a sus propios recursos, ni quitarles de las manos la
oportunidad de emprender algo nuevo, algo que nosotros no imaginamos, lo bastante
como para prepararlos con tiempo para la tarea de renovar un mundo común.”
(Arendt, 1961).
Referencias
Apple,
M. W. (1997). Educación y poder. Barcelona: Paidós.
Arendt, Hanna (2018).
La crisis en la educación, en Entre el pasado y el futuro. Editorial Austral.
Biesta, G.
(2013). The beautiful
risk of education. Boulder: Paradigm Publishers.
Butler,
J. (2004). Vida precaria: El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires:
Paidós.
De
Sousa Santos, B. (2005). La universidad en el siglo XXI: Para una reforma
democrática y emancipadora de la universidad. Buenos Aires: CLACSO.
Fraser,
N., & Honneth, A. (2006). Redistribución o reconocimiento: Un debate
político-filosófico. Madrid: Morata.
Giroux,
H. A. (1988). Schooling and the struggle for public life: Critical pedagogy in
the modern age. Minneapolis: University of Minnesota Press.
Meirieu,
P. (1998). La elección de educar: Ética y pedagogía. Barcelona: Octaedro.
Skliar,
C. (2007). ¿Y si el otro no estuviera allí? Notas para una pedagogía (de la)
diferencia. Buenos Aires: Noveduc.
Walsh,
C. (2009). Interculturalidad, Estado y sociedad: Luchas (de)coloniales de
nuestra época. Quito: UASB.
https://opinion.cooperativa.cl/opinion/educacion/violencia-escolar-justicia-educativa-y-rol-de-las-universidades-hacia/2025-06-08/184708.html
https://www.elquintopoder.cl/educacion/violencia-escolar-justicia-educativa-y-el-rol-de-las-universidades-pedagogicas-hacia-una-politica-publica-transformadora/
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