La calidad de la
educación en Chile continúa siendo uno de los principales desafíos estratégicos
para el desarrollo del país, y su núcleo radica en la selección, la formación y
la retención en ejercicio de los docentes, todos eslabones de una misma cadena
que hay que fortalecer y no debilitar. La reforma de uno de los pilares del
sistema, como son los criterios de ingreso a las pedagogías, no puede
realizarse sin una mirada integral que considere los efectos a mediano y largo
plazo en la calidad del profesorado. En este contexto, las universidades formadoras
de profesores, y especialmente las públicas, que detentan un fuerte anclaje
territorial, se encuentran en una posición privilegiada para contribuir al
fortalecimiento de la profesión docente. Es esta y no otras razones las que
deben esgrimirse para legislar sobre esta materia.
Un primer aspecto
crucial es la selección de estudiantes de pedagogía. La evidencia internacional
ha demostrado que los sistemas escolares con mejores desempeños académicos,
como Finlandia o Singapur, mantienen criterios de ingreso altamente selectivos
y valoran tanto el rendimiento académico como la vocación (Darling-Hammond,
2017). Esto supone no solo respetar los estándares nacionales definidos por la
Ley de Carrera Docente (Ley 20.903), sino que, además, complementarlos con
dispositivos institucionales que permitan identificar tempranamente el
compromiso y las aptitudes pedagógicas de los postulantes. Si bien la matrícula
de estudiantes de pedagogías ha disminuido en los programas regulares, en las
universidades del CRUHC se han incrementado, suponiendo los efectos de las mayores
exigencias y de la acreditación. A modo de ejemplo, en la Universidad de Los
Lagos, la matrícula se ha incrementado en un 73% para el periodo 2021 - 2025 y
un 9,93% entre 2023 – 2025, periodo de vigencia de la PAES; además, los
puntajes mínimos y máximos se han incrementado en el último periodo en un 2,91%
y un 2,62%, respectivamente. Este es un signo inequívoco de que la medida ha
fortalecido la selección aumentando la matrícula y subiendo los puntajes de
ingreso de los futuros docentes.
En segundo lugar,
resulta indispensable fortalecer la formación inicial. La investigación ha
mostrado que la práctica pedagógica temprana y progresiva en contextos reales
es uno de los factores más determinantes para el aprendizaje profesional
docente. Kenneth Zeichner (2010) propone que las instituciones formadoras deben
incorporar la sabiduría de la comunidad, profundizar el trabajo en red con
escuelas asociadas a programas articulados con docentes, académicos y las
comunidades, asociarse con establecimientos rurales, multigrado y urbanos
vulnerables, a fin de que los futuros profesores desarrollen competencias
pertinentes a la realidad territorial. Junto con ello, la formación inicial debiera
integrar enfoques de innovación educativa, educación inclusiva y uso pedagógico
de tecnologías digitales, en consonancia con las demandas actuales del sistema
escolar (OCDE, 2019). Además,
es indispensable la incorporación de una evaluación centrada en la mejora, fortalecer
la coherencia en y con la gobernanza escolar, la confianza colaborativa y realizar
una evaluación sistemática de los cambios.
Un tercer desafío
se relaciona con la retención y acompañamiento de los egresados. La literatura
reciente evidencia que, en Chile, la “fuga” (abandono temprano de la docencia
y/o alta rotación en los primeros años) es significativa y está bien
documentada: así, para el primer año de ejercicio entre 7,7% y 12,8% de los
docentes novatos abandona, según cohortes 2005–2016, y a cinco años (cohortes
históricas), la deserción acumulada fluctúa según metodología y cohorte en
torno a un 20% (Valenzuela et al., 2021), de 23 a 27% (López, 2015) y hasta
40–45% (Valenzuela & Sevilla, 2013). En paralelo, solo el 30% sigue en el
mismo establecimiento a los cinco años según CIAE-U. de Chile (2021), mientras que,
para Carrasco, Godoy & Rivera (2017, MidEvidencias N°11), el 34,5% de los profesores
novatos cambia de establecimiento tras el primer año y el 50,5% lo habrá hecho
al cabo de tres años, siendo mayor esta rotación en las escuelas vulnerables.

Es este un
problema mayor, frente al cual las universidades y organizaciones de la
sociedad, con fuerte apoyo del Ministerio de Educación deben implementar
programas masivos de
mentoría y acompañamiento profesional que brinden apoyo a los
egresados durante la inserción laboral y generando ambientes de acogida en los
establecimientos escolares, reduciendo así la deserción y contribuyendo a
consolidar una comunidad de práctica docente territorial y creación de capital
profesional (Hargreaves & Fullan, 2012).
La universidad
debe reconocer que su misión no se limita a la formación inicial, sino que
también implica una vinculación activa con las políticas públicas y con el
territorio, lo cual significa aportar evidencia sobre los efectos de las
reformas educativas en los contextos regionales y locales, ofrecer alternativas
de acceso y nivelación para estudiantes con vocación docente, y promover una
cultura social que resignifique la pedagogía como motor de desarrollo humano y
cultural en su territorio que ha denominado como referente para su vinculación
con el medio.
En síntesis,
fortalecer la profesión docente requiere mantener y enriquecer los criterios de
calidad en la admisión, robustecer la formación práctica situada, articular
redes sólidas con escuelas locales y acompañar a los egresados en sus primeros
años de ejercicio. Estas medidas, inspiradas en la evidencia y en las
necesidades territoriales, profundizarán la vinculación de las universidades con
la formación de profesores de excelencia y con identidad regional.
https://opinion.cooperativa.cl/opinion/educacion/seleccion-formacion-y-retencion-de-profesores/2025-09-26/061333.html