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miércoles, 1 de octubre de 2025

Selección, formación y retención de profesores

La calidad de la educación en Chile continúa siendo uno de los principales desafíos estratégicos para el desarrollo del país, y su núcleo radica en la selección, la formación y la retención en ejercicio de los docentes, todos eslabones de una misma cadena que hay que fortalecer y no debilitar. La reforma de uno de los pilares del sistema, como son los criterios de ingreso a las pedagogías, no puede realizarse sin una mirada integral que considere los efectos a mediano y largo plazo en la calidad del profesorado. En este contexto, las universidades formadoras de profesores, y especialmente las públicas, que detentan un fuerte anclaje territorial, se encuentran en una posición privilegiada para contribuir al fortalecimiento de la profesión docente. Es esta y no otras razones las que deben esgrimirse para legislar sobre esta materia.

Un primer aspecto crucial es la selección de estudiantes de pedagogía. La evidencia internacional ha demostrado que los sistemas escolares con mejores desempeños académicos, como Finlandia o Singapur, mantienen criterios de ingreso altamente selectivos y valoran tanto el rendimiento académico como la vocación (Darling-Hammond, 2017). Esto supone no solo respetar los estándares nacionales definidos por la Ley de Carrera Docente (Ley 20.903), sino que, además, complementarlos con dispositivos institucionales que permitan identificar tempranamente el compromiso y las aptitudes pedagógicas de los postulantes. Si bien la matrícula de estudiantes de pedagogías ha disminuido en los programas regulares, en las universidades del CRUHC se han incrementado, suponiendo los efectos de las mayores exigencias y de la acreditación. A modo de ejemplo, en la Universidad de Los Lagos, la matrícula se ha incrementado en un 73% para el periodo 2021 - 2025 y un 9,93% entre 2023 – 2025, periodo de vigencia de la PAES; además, los puntajes mínimos y máximos se han incrementado en el último periodo en un 2,91% y un 2,62%, respectivamente. Este es un signo inequívoco de que la medida ha fortalecido la selección aumentando la matrícula y subiendo los puntajes de ingreso de los futuros docentes.

En segundo lugar, resulta indispensable fortalecer la formación inicial. La investigación ha mostrado que la práctica pedagógica temprana y progresiva en contextos reales es uno de los factores más determinantes para el aprendizaje profesional docente. Kenneth Zeichner (2010) propone que las instituciones formadoras deben incorporar la sabiduría de la comunidad, profundizar el trabajo en red con escuelas asociadas a programas articulados con docentes, académicos y las comunidades, asociarse con establecimientos rurales, multigrado y urbanos vulnerables, a fin de que los futuros profesores desarrollen competencias pertinentes a la realidad territorial. Junto con ello, la formación inicial debiera integrar enfoques de innovación educativa, educación inclusiva y uso pedagógico de tecnologías digitales, en consonancia con las demandas actuales del sistema escolar (OCDE, 2019). Además, es indispensable la incorporación de una evaluación centrada en la mejora, fortalecer la coherencia en y con la gobernanza escolar, la confianza colaborativa y realizar una evaluación sistemática de los cambios.

Un tercer desafío se relaciona con la retención y acompañamiento de los egresados. La literatura reciente evidencia que, en Chile, la “fuga” (abandono temprano de la docencia y/o alta rotación en los primeros años) es significativa y está bien documentada: así, para el primer año de ejercicio entre 7,7% y 12,8% de los docentes novatos abandona, según cohortes 2005–2016, y a cinco años (cohortes históricas), la deserción acumulada fluctúa según metodología y cohorte en torno a un 20% (Valenzuela et al., 2021), de 23 a 27% (López, 2015) y hasta 40–45% (Valenzuela & Sevilla, 2013). En paralelo, solo el 30% sigue en el mismo establecimiento a los cinco años según CIAE-U. de Chile (2021), mientras que, para Carrasco, Godoy & Rivera (2017, MidEvidencias N°11), el 34,5% de los profesores novatos cambia de establecimiento tras el primer año y el 50,5% lo habrá hecho al cabo de tres años, siendo mayor esta rotación en las escuelas vulnerables.


Es este un problema mayor, frente al cual las universidades y organizaciones de la sociedad, con fuerte apoyo del Ministerio de Educación deben implementar programas masivos de mentoría y acompañamiento profesional que brinden apoyo a los egresados durante la inserción laboral y generando ambientes de acogida en los establecimientos escolares, reduciendo así la deserción y contribuyendo a consolidar una comunidad de práctica docente territorial y creación de capital profesional (Hargreaves & Fullan, 2012).

La universidad debe reconocer que su misión no se limita a la formación inicial, sino que también implica una vinculación activa con las políticas públicas y con el territorio, lo cual significa aportar evidencia sobre los efectos de las reformas educativas en los contextos regionales y locales, ofrecer alternativas de acceso y nivelación para estudiantes con vocación docente, y promover una cultura social que resignifique la pedagogía como motor de desarrollo humano y cultural en su territorio que ha denominado como referente para su vinculación con el medio.

En síntesis, fortalecer la profesión docente requiere mantener y enriquecer los criterios de calidad en la admisión, robustecer la formación práctica situada, articular redes sólidas con escuelas locales y acompañar a los egresados en sus primeros años de ejercicio. Estas medidas, inspiradas en la evidencia y en las necesidades territoriales, profundizarán la vinculación de las universidades con la formación de profesores de excelencia y con identidad regional.

https://opinion.cooperativa.cl/opinion/educacion/seleccion-formacion-y-retencion-de-profesores/2025-09-26/061333.html


jueves, 21 de agosto de 2025

La política en la sala de clases: desafío y oportunidad para el profesorado

En el contexto electoral, donde la contingencia política se filtra desde las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales, resulta ingenuo suponer que no alcanzará a la escuela y que esta pueda aislarse de sus influencias y tensiones. Así, los estudiantes llegan al aula portando preguntas, interpretaciones y, con frecuencia, discursos ya elaborados, muchas veces reproducidos sin filtro desde plataformas como TikTok o YouTube. Ante ello, el profesorado no puede simplemente continuar con el programa curricular como si nada ocurriese. Más aún, eludir la discusión política contingente equivale a dejar a los jóvenes expuestos a un ruido informativo sin guías ni herramientas para diferenciar la evidencia de la propaganda.

John Dewey advertía que “la democracia tiene que nacer de nuevo en cada generación, y la educación es su partera”. En este sentido, la escuela debe configurarse como un laboratorio de vida democrática, como un espacio donde se aprende a disentir sin destruir los vínculos, a argumentar sin humillar y a escuchar con apertura el cambio de opinión. Entonces, cada docente enfrenta un dilema, entre evitar la imposición de su perspectiva personal y, simultáneamente, no caer en una neutralidad pasiva que permita la circulación de afirmaciones falsas o discriminatorias. Diana Hess (Controversy in the classroom: The democratic power of discussion. Routledge, 2009) propone el concepto de neutralidad activa, argumentando que, en una clase de educación democrática, es imposible y no deseable ser neutral en el sentido de ocultar las propias opiniones o pretender que todas las posturas son igualmente válidas sin análisis. En su lugar, el docente debe ser justo, creando un entorno donde todas las perspectivas sean escuchadas, examinadas críticamente y respetadas, pero no necesariamente tratadas como iguales en fundamento o evidencia. Propone que el rol principal del docente no es transmitir su propia opinión, sino diseñar y facilitar discusiones deliberativas de alta calidad planteando preguntas provocadoras y bien estructuradas, asegurando que los estudiantes comprendan los hechos base del tema en discusión, garantizando que se escuchen múltiples puntos de vista, enseñando y haciendo cumplir las normas del diálogo civilizado y respetuoso, y guiándolos para que evalúen la solidez de los argumentos basándose en evidencia y razonamiento, no en prejuicios.

Respecto de los profesores, propone que deben ser transparentes sobre sus propias respuestas cuando se les pregunta directamente, pero haciéndolo de una manera que no cierre el debate. Por ejemplo: "Mi opinión personal es X, y se basa en Y. Pero lo importante aquí es que ustedes analicen la evidencia y lleguen a sus propias conclusiones. ¿Qué piensan ustedes?". Esto evita el adoctrinamiento y modela la honestidad intelectual. Advierte, además, que es necesario considerar la diferencia entre los temas "cerrados" y los temas "abiertos”; los primeros son aquellos en los cuales existe un consenso abrumador basado en evidencia (ej.: el Holocausto ocurrió, el cambio climático es causado por el hombre), en estos, la "neutralidad" es dañina, pues legitima posturas negacionistas y el docente debe presentar los hechos. Los segundos, son aquellos sobre los que ciudadanos informados y razonables pueden disentir legítimamente (ej.: políticas de inmigración, soluciones económicas, impuestos) siendo la "neutralidad activa" crucial para que el estudiantado delibere y forme su propio criterio.

La incorporación de la contingencia política en la sala de clases es una oportunidad para desarrollar competencias democráticas, que desarrollen las habilidades de un ciudadano con pensamiento crítico, capacidad para argumentar con evidencia, empatía para entender posturas diferentes, disposición a participar en discusiones públicas de manera informada y respetuosa. En momentos electorales, en los que se acrecienta la polarización, este rol adquiere una relevancia crítica. Mientras el espacio público se fragmenta y encapsula en burbujas ideológicas, la escuela puede -y debe- constituirse en uno de los pocos ámbitos para el ejercicio de un diálogo plural y fundamentado, lo que requiere, sin embargo, una intencionalidad pedagógica que no basta con permitir que los estudiantes “hablen” o “escuchen” al docente, sino que es preciso enseñar a escuchar activamente, a construir argumentos, a identificar las falacias y a reconocer que las ideas deben sustentarse en razones, no únicamente en emociones.

La investigación educativa comparada confirma que el diálogo político escolar, cuando es cuidadosamente mediado, incrementa la participación cívica futura, la tolerancia y la comprensión política. Algunos países han abordado estrategias exitosas, como Finlandia, al incorporar los debates en proyectos interdisciplinarios que privilegian el pensamiento crítico y la resolución colaborativa de problemas. En Canadá, diversas provincias han desarrollado guías para el tratamiento de “controversial issues” que incluyen rúbricas para evaluar la solidez argumentativa y protocolos para salvaguardar la seguridad emocional de los estudiantes. En ambos casos, se asume que formar ciudadanos requiere enseñar a argumentar y deliberar sobre temas que dividen. En Chile, la Ley 20.911, que crea el Plan de Formación Ciudadana, establece un marco para integrar estos contenidos en la enseñanza. Sin embargo, en la práctica, muchos establecimientos evitan tratar la contingencia por temor a conflictos con apoderados o a denuncias de parcialidad. Esto genera que gran parte de la socialización política de los estudiantes ocurra fuera del aula, en entornos que no siempre promueven el contraste crítico de ideas y la escuela y los docentes renuncian a su responsabilidad formadora.

El desafío para el profesorado es considerable, además de la presión curricular, debe lidiar con la diversidad de posturas y, en ocasiones, con la desconfianza de sectores que ven la discusión política escolar como una amenaza. Sin embargo, renunciar a este espacio significa abdicar de la formación ciudadana. Si la escuela no enseña a dialogar sobre lo que nos divide, ¿Quién lo hará? La política no es solo competencia de las élites, sino la forma en que decidimos cómo vivir juntos. El docente que asume esta tarea con responsabilidad, neutralidad activa y rigor formativo contribuye a la salud de la república. Y esa, en los tiempos actuales, es una labor impostergable.

https://opinion.cooperativa.cl/opinion/educacion/politica-en-la-sala-de-clases-desafio-y-oportunidad-para-el-profesorado/2025-08-25/104725.html

https://www.elquintopoder.cl/educacion/politica-en-la-sala-de-clases-desafio-y-oportunidad-para-el-profesorado/

https://www.ulagos.cl/cienula/opinion-la-politica-en-la-sala-de-clases-desafio-y-oportunidad-para-el-profesorado/



martes, 17 de diciembre de 2024

Expectativas ante el nuevo traspaso de las escuelas públicas

Hace 40 años fueron traspasados los establecimientos educacionales desde el Ministerio de Educación a los municipios del país. Son pocos los docentes que aún permanecen en el sistema escolar y que vivieron dicha experiencia, pero la memoria histórica, la experiencia colectiva, ha traído al presente dichos días ante el eminente nuevo traspaso de las escuelas, jardines infantiles y liceos, pero ahora de manera inversa, a los creados Servicios Locales de Educación Pública (SLEP), que configuran unos nuevos territorios escolares que, para el caso de Chiloé, coincide con la provincia.


Paralelamente, por estos días, hemos presenciado en los medios de comunicación la situación caótica producida en Atacama en el marco de este traspaso y que mantiene por más de 60 días a los estudiantes sin clases.

Diversos actores locales en la provincia están preocupados por la implementación de este nuevo cambio, aunque coincidentes en necesidad de llevarlo a cabo, especialmente ante las dificultades administrativo financieras que han surgido estos últimos años en algunos municipios y que responden al modelo de financiamiento y gestión imperante. Chiloé necesita el cambio, pero espera que éste sea bien realizado, y para que aquello goce de altos estándares y baje los niveles de angustia que comienza a instalarse en algunas comunidades educativas, sugerimos algunas medidas simultáneas de mediano plazo, que se deben abordar antes, durante y los primeros años de este nuevo traspaso para generar adhesión y no desencanto, mejores compromisos y no nuevas frustraciones.

En primer lugar, creemos que hay que construir capacidades de gestión en gobernanza multinivel. La variedad de actores involucrados exige que los nuevos directivos tengan las habilidades para coordinar territorialmente las intervenciones, injerencias y potencialidades de apoyo de la institucionalidad pública, que comprende a los municipios de origen hasta las diversas dependencias de relevancia educativa provincial y regional. Liderazgo para la coordinación de atribuciones, articulación de expectativas y modalidades de trabajo en red que doten a la nueva institucionalidad pública de legitimidad y autoridad educativa.

En segundo lugar, se debe realizar un mapeo que dé cuenta de las condiciones de la infraestructura y del equipamiento en todos los establecimientos educacionales, de modo que se establezca un programa de mejoramiento y comprometa a los municipios y al gobierno regional en esta tarea. Los establecimientos educacionales del SLEP Chiloé deben cumplir con estándares mínimos de operación, que garanticen seguridad a docentes y estudiantes, pero también espacios adecuados para la buena enseñanza y la vida comunitaria.

Tercero, depurar con trasparencia las condiciones de traspasado de profesionales docentes y de apoyo de los establecimientos educacionales, asegurando tranquilidad y estabilidad laboral, dotándoles de autoridad educativa y pedagógica, generando oportunidades de perfeccionamiento e invitándoles a ejercer su profesionalismo con eficacia y responsabilidad frente a sus comunidades. Este desafío requiere de un pacto por una educación de calidad, culturalmente pertinente, vinculada a los desafíos territoriales y acogedora de los sueños de niñas, niños y jóvenes, pero también de las esperanzas de sus familias y de las necesidades socioproductivas del territorio insular.

No podemos repetir la experiencia pasada de traspaso inconsulta, de ambiguas atribuciones y precario financiamiento. Hoy, al conocimiento y la experiencia pasada y reciente, debemos agregar voluntad y determinación para no repetir errores; es en el sistema educacional donde mayores certezas se requieren para abordar los cambios sociales que se esperan construir.

https://opinion.cooperativa.cl/opinion/educacion/expectativas-ante-el-nuevo-traspaso-de-las-escuelas-publicas/2023-11-08/162313.html 

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