viernes, 2 de febrero de 2018

Educar las emociones

El paradigma de la educación racional, centrada en el aprendizaje de contenidos, ignorando las dimensiones no académicas de los estudiantes, particularmente las emociones, ha mostrado su agotamiento.

The paradigm of rational education, focused on content learning, ignoring the non-academic dimensions of students, particularly emotions, has shown its exhaustion.

Victoria Camps en su libro “El gobierno de las emociones” señala que “no hay razón práctica sin sentimientos” para relevar la contribución de las emociones al bienestar de las personas y la sociedad, aunque también las hay aquellas que provocan deterioro personal e impactan negativamente en la convivencia social. Por lo tanto, hay que conocerlas y aprender a gobernarlas, lo cual es posible, pues las emociones, como tantas expresiones humanas, se construyen socialmente. Veamos qué papel puede jugar la escuela y los profesores en este desafío.

El paradigma de la educación racional, centrada en el aprendizaje de contenidos, ignorando las dimensiones no académicas de los estudiantes, particularmente las emociones, ha mostrado su agotamiento. Por ello se requiere urgentemente un cambio en ese sentido, lo cual solo será posible en la medida que la sociedad revalore el papel de las emociones como un elemento primario, fundamental y sustantivo del proceso de aprendizaje, pero también el de la enseñanza. Debemos tener claro que no se aprende lo que no se quiere aprender, no se aprende aquello que no motiva, y si algo no motiva se debe a que no genera emociones positivas que impulsen a la acción en esa dirección. En este sentido la evaluación de la motivación escolar en nuestro sistema educativo, constituye un avance que debemos traducir en prácticas más visibles en nuestras aulas y recintos escolares.

Esta es la clave de considerar a las emociones como parte del aprendizaje, por lo cual la educación emocional se constituye en una necesidad que va más allá del ámbito escolar. La educación emocional debe ser vista, conceptualizada y puesta en marcha para procurar que los estudiantes se conozcan a sí mismos y conozcan a los demás, se respeten, respeten a los otros y al entorno donde viven, de manera que se pueda plantear el desarrollo integral de su personalidad como requisito para la construcción de la felicidad.

Las emociones se construyen en la convivencia, por eso educarlas es importante, pues les da las herramientas para manejar sus impulsos y emociones. Por lo tanto, el esfuerzo de la educación emocional debe estar orientado a que los estudiantes aprendan a aceptar sus emociones y sentimientos, y a partir de ello, a decidir qué conducta es la más apropiada, según las circunstancias en las cuales se convive, de manera tal que las mismas contribuyan a una interacción social y personal constructiva, positiva y capaz.

El docente no es un actor neutro en su rol pedagógico, tanto en razón del desarrollo curricular, como por la manifestación de sus propias emociones y del impacto de éstas en los estudiantes. De esta manera, el proceso de aprendizaje-enseñanza se ve influido por la forma en que el profesor logra manejar sus propias emociones y sentimientos con respecto a sí mismo, su labor docente, su concepción de la pedagogía, pero sobre todo por la percepción desarrollada por los estudiantes a su cargo, de manera tal que las actitudes que asuma pueden contribuir o dificultar el aprendizaje por parte de los estudiantes.


Por último, dado que la educación debe ser un proceso integral, donde conocimiento y emoción constituyen un todo, estos dos componentes del proceso educativo no deben ser vistos como opuestos, alternativos ni los extremos de un intervalo que define la vida de las personas, sus conductas o comportamientos. El conocimiento y la emoción constituyen un todo dialéctico, de manera tal que la modificación de uno irremediablemente influye en el otro y en el todo del que forman parte. Por ello en el aula muchas veces el aprender depende más de la emoción, que de la razón con que se trabajan los objetivos del aprendizaje. Todo esto nos conduce a señalar que si el profesor se gana el corazón de sus estudiantes, el aprendizaje está prácticamente asegurado.

Las oportunidades de esta crisis