viernes, 24 de noviembre de 2017

Tres prioridades para la educación parvularia

Sobran razones para impulsar una política coherente y prioritaria para la educación parvularia en nuestro país; nunca antes tuvimos una población más y mejor educada, consciente de los impactos de una buena educación. Somos el país de la región que más ha mejorado sus resultados en las pruebas internacionales, con varias de nuestras universidades reconocidas y prestigiadas internacionalmente.


Diversas investigaciones permiten enfatizar que el desarrollo de la inteligencia, la personalidad y el comportamiento social en los seres humanos ocurre más rápidamente durante los primeros años. La mayoría de las células cerebrales y de las conexiones neuronales se desarrollan durante los dos primeros años y en el desenvolvimiento del cerebro -esencial para aumentar el potencial del aprendizaje- intervienen no solo la salud y nutrición de los pequeños, sino también otros factores como la interacción social y el ambiente que los rodea. Por el contrario, los niños que sufren tensión extrema en sus primeros años pueden ser afectados desfavorable y permanentemente en el funcionamiento del cerebro, el aprendizaje y la memoria.

Ahora bien, estas mismas investigaciones indican que los niños que tuvieron una  interacción estimulante con otros niños, experiencias positivas y gozaron de un entorno acogedor en su desarrollo emocional muestran un mejor desarrollo de las funciones del cerebro a la edad de 15 años. Otro importante estudio desarrollado en Estados Unidos por Carnegie Corporation en 1994, muestra que niños de 3 y 4 años que fueron a un buen preescolar, frente a quienes no tuvieron esa posibilidad, con el paso del tiempo alcanzaron un nivel de escolaridad significativamente superior, salarios más altos, tuvieron mayores probabilidades de tener vivienda propia y menor dependencia de los servicios sociales.

Sobran razones para seguir impulsando   políticas  coherentes y prioritarias para la educación parvularia en nuestro país; nunca antes tuvimos una población más y mejor educada, consciente de los impactos que este nivel educativo tiene en el desarrollo de nuestros niños. Somos el país de la región que más ha mejorado sus resultados en las pruebas internacionales, con varias de nuestras universidades reconocidas y prestigiadas internacionalmente. No obstante aquello, aún tenemos pendiente fenómenos complejos de abordar. Uno de ellos es la baja cobertura en el nivel parvulario, especialmente entre los sectores que más lo requieren. Ello nos desafía a fortalecer las instituciones educacionales del nivel parvulario como primera prioridad, pues sin resolver los temas de cobertura no se puede aspirar a tener una educación de calidad para el sector, por eso, la nueva educación pública y la Reforma de Educación Parvularia debe centrar en lograr una cobertura universal en el más breve plazo. En esa línea, las más de 800 salas cunas y jardines infantiles construidas en este gobierno, y los 75 mil nuevos cupos que esto supone, son un gran avance para el país y la región.

Una segunda prioridad es consolidar una nueva cultura de la infancia con educación temprana para todos los niños y niñas, enfatizando estrategias de “discriminación positiva” en favor de todas las familias de nuestro país y especialmente de las más vulnerables. Una nueva cultura de la infancia debiera partir por cautelar el cumplimiento de los derechos de todos los niños sin excepción alguna. Mas, el papel de la educación no puede limitarse a la transmisión de valores culturales de una sociedad, su función debiera orientarse a posibilitar que el niño desde su nacimiento tenga todas las oportunidades posibles para desarrollar sus potencialidades.

La tercera prioridad es contar con una nueva cultura educativa de calidad y ello debiese tener como objetivos una educación que ponga la mayor importancia al mundo interno del niño y a su núcleo psicoafectivo; descubrir y alentar las potencialidades de cada niño y niña; dar especial atención al desarrollo del lenguaje con enfoques multiculturales; mejorar la articulación del nivel inicial con la educación primaria y mayor influencia sobre ésta; y, vincular más a la familia como agente educador y socializador, propiciando la reflexión y comprensión de su papel en el desarrollo de la infancia.


Para lograr este objetivo, la nueva Subsecretaría de Educación Parvularia está promoviendo un Marco para la Buena Enseñanza, el que será un referente que defina prácticas pedagógicas de calidad para la primera infancia y que resguardará el sello formativo y didáctico de este primer nivel educativo.

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