miércoles, 28 de mayo de 2008

¿ISO 9001 EN LA EDUCACIÓN?

La escuela puede ser vista como una organización educativa susceptible de ser administrada como un sistema, con determinadas funciones interrelacionadas, cuyos medios y procesos para alcanzar sus fines, metas y objetivos deben estar basados en una dimensión pedagógica como su eje de actuación. Lo anterior centra la preocupación en la interrelación académica entre los niveles educativos del sistema escolar, lo que constituye una cuestión de calidad poco abordada, a pesar que para determinar si lo estimado académicamente por un nivel, es pertinente para el siguiente y si cuenta con una secuencia de criterios de formación para el estudiante, como currículo pertinente, docentes idóneos, organización escolar adecuada o métodos pedagógicos apropiados. La interrelación académica entre los niveles educativos debe determinar una cadena de eficiencia, detectando con oportunidad las áreas de mejora que deberán ser atendidas y solucionadas, lo cual ayuda a elevar los índices de eficiencia terminal así como los de transición.

El sistema educativo que tenemos no es aún el que necesitamos. Las normas ISO 9001 promueven la adopción de un enfoque basado en procesos, tanto para desarrollar, implementar y mejorar la eficacia de un sistema de gestión de calidad, como para aumentar la satisfacción de las familias. Para que una organización escolar funcione de manera eficaz, debe identificar y administrar numerosas actividades entre sí. La estandarización de un sistema de calidad no implica que la formación de los alumnos tengan que ser iguales en todos los establecimientos, más bien, la normalización de los procesos apela al diseño particular de lo que la escuela desea lograr, a la documentación de cómo se hacen las cosas y a la verificación de cómo se hicieron. Para los escépticos será difícil homologar o sistematizar lo que siempre ha sido diferente y caótico; para los optimistas, se podrá certificar la calidad de la educación por un agente externo si previamente se establece un proyecto escolar y un sistema de calidad coordinados por un sistema de gestión escolar, donde el registro del aprendizaje de cómo se hacen mejor las cosas se convierte en un eje de actuación permanente.

En efecto, una actividad que utiliza recursos y que se administra con el fin de permitir que los elementos de entrada se transformen en resultados, se puede considerar como un proceso. Frecuentemente el resultado de un proceso constituye directamente el elemento de entrada del siguiente proceso. El enfoque hacia procesos dentro de la escuela, puede vislumbrarse primeramente a través de la identificación de éstos y posteriormente la concientización del personal de las interacciones entre éstos, así y por último su administración, considerando dentro de ésta la planeación, organización, control y evaluación. El concepto de calidad así entendido, opera como una disciplina, y por lo tanto requiere constancia en las prácticas y actividades del personal que conforma una organización que la desea alcanzar, requiere lógica en la descripción de los pasos que se siguen, sin olvidar cierto tipo de documentos indispensables para demostrar que se tiene calidad.

La implementación de un sistema de gestión de la calidad en una organización educativa trae consigo muchos beneficios, tal como una mejor administración de los procesos sustantivos, un mejor control en las áreas clave, una medición de un proceso de mejora, un mayor involucramiento del personal en sus actividades diarias, lo cual propone una motivación y por ende una mayor eficacia, una mejor pertinencia y excelencia en los procesos. Los países y las organizaciones educativas están depositando confianza en los beneficios que trae consigo la implementación y certificación de un sistema de gestión de la calidad basado en la norma internacional ISO 9001. Esta confianza se ha ido generando gracias a que otro tipo de organizaciones iniciaron la búsqueda de la mejora continua con resultados óptimos.

Aún cuando la certificación ISO 9001 siga siendo un fenómeno marginal en el mundo de la enseñanza, ya son muchos los profesionales del mundo docente que se preguntan si esta evolución constituye la mejor vía para perfeccionar la calidad dentro de las escuelas. Nosotros creemos que si lo es.

viernes, 2 de mayo de 2008

De la disciplina al control

Hace unos días estuve en Helsinki, por invitación de la Comunidad Europea y nuestro Ministerio de Educación para conocer la experiencia de dicho país en la enseñanza del idioma inglés. En este blog podrán encontrar mis registros de las reuniones e impresiones del –actualmente- mejor sistema educativo del mundo. A continuación quisiera compartir con ustedes otras ideas que “se me aparecieron” a propósito de esta experiencia.

Estar en un país de los más desarrollados del mundo causa una impresión desconcertante, más aún cuando la cultura y el comportamiento aprehensible en sólo una semana se le aparecen a uno como una cortina que impide la comunicación. En efecto, no nos quedaba más que mirar y observar con detenimiento quienes eran los finlandeses y por inferencia los del mundo desarrollado, podríamos decir. Vi un país de gente que confiaba en sus instituciones y en ellos mismos, en sus lugares de trabajo y en la calle. No existían funcionarios fiscalizadores que andaban sospechando de todos en el sistema educacional; la televisión en horario prime mostraba programas dedicados a la entretención, sin violencia, programas de entrevistas de actualidad y cine en inglés doblado al finés; en las calles las personas esperaban el cambio de luz del semáforo aún cuando no se veía acercarse vehículo alguno, y en los cruces con sólo paso de cebra, los automovilistas se detenían a lo menos a dos metros, sin amenazarnos, no escuché siquiera un bocinazo en esos días; la locomoción colectiva funcionaba como reloj, llegaban al paradero a la hora anunciada en el tablero electrónico; los transeúntes depositaban sus colillas de cigarrillos en los recipientes habilitados, nada de papeles o envases de comida en las calles. Nuestro cónsul me dijo que, como en toda sociedad, había crímenes, suicidios, pero nada de asaltos, hurtos ni lanzazos. Además, no eran temas de portada o apertura de noticiario. Más bien el reproche social a estas conductas llegaba a estos niveles de calificación.

Tremendos contrastes con nuestra realidad: hace unos días en tres de nuestros canales de TV abierta, a este mismo horario, mostraban programas de muertes pasionales, de delincuencia en las calles céntricas de la capital del país y de la “eficacia” de nuestra policía en apresar delincuentes. El sábado anduve caminado por el centro de mi comuna y a cada cierta cantidad de pasos debía hacerle el quite a la basura y restos de comida que habían tirado nuestros ciudadanos. En el trabajo me encontré con dos multas de dos instituciones fiscalizadoras del sistema escolar, ambas muy discutibles. También tenía un par de informes de que otros no hacían bien su trabajo y unas cartas “confidenciales” denunciando ciertas actitudes que habrían ocurrido en mi ausencia en unas escuelas. Pareciera que la orden del día que primero debemos cumplir es acusar.
Observé una situación más profunda. Percibí que ellos están viviendo en una sociedad que ha transitado de la disciplina cerrada a una sociedad con dispositivos de control abiertos y continuos. En efecto, nosotros seguimos confiando en una sociedad disciplinaria cuya técnica preferida es el encierro, el encierro en el hospital, en la cárcel, en la empresa, en la escuela o en el cuartel, propias de la realidad del siglo XIX (tengo esta manía de recurrir a la historia para explicar todo, pero la madre de las ciencias, es la madre). Nosotros apostamos a “normalizar” a las personas enfermas, a los que delinquen, a los niños y a los trabajadores, con la vieja técnica del encierro. Y ahí les dejamos caer todo el peso de nuestro poder moralizador, porque, en definitiva, lo que está de nuestro lado es la dominación serena del Bien sobre el Mal, la del orden sobre el desorden, la de quien sabe sobre el que no sabe. Nosotros seguimos hablando de hospitales, escuelas y cárceles, pero se trata de instituciones en crisis, que no son capaces de responder a las nuevas realidades que están instaurando un nuevo tipo de sanción, de educación y vigilancia. Si, allá la vida se desenvuelve a partir de una concepción del control social establecido institucional y conductualmente, de un control continuo y una comunicación instantánea.

El desarrollo no consiste en el bienestar material, sino en una convivencia distinta, donde los prisioneros no son tratados como niños ni los niños como prisioneros. Nuestros niños sufren una infantilización que no es la suya y las escuelas se comportan un poco como prisiones, lo mismo que nuestros lugares de trabajo. Nuestras relaciones se basan en la desconfianza del saber del niño y del trabajador: como no saben hay que encerrarlos y vigilarlos para que aprendan y trabajen. No estamos dando cuenta de los avances tecnológicos sobre todo, para dejar de tener relaciones e instituciones disciplinarias, que se fundan en la sospecha y la desconfianza, para construir relaciones e instituciones que se funden en la confianza y la colaboración, que permitan transitar bajo formas de control más sofisticados y colocados a disposición del aprendizaje y la convivencia más humana y no al servicio de la “normalización” por no saber, por no comportarnos como quieren quienes detentan el poder (el poder del guardia, del jefe o del profesor).

Nuestro gran desafío para ser desarrollados no consiste en tener más y mejores carreteras, más y más altos edificios, ni siquiera un PIB más alto, ni mayores exportaciones. Consiste en que nuestra educación cambie sus prioridades: dar a nuestros niños y jóvenes una formación valórica y ciudadana de país del primer mundo, lo demás viene por añadidura: la autodisciplina, la conciencia ambiental, la tolerancia y el respeto al otro, el compromiso social y con el país, el trabajo bien realizado, el buen comportamiento en las calles, el buen conducir, el beber con límites. En las sociedades disciplinarias los niños se envían o dejan en la escuela en horarios rígidos que si no los cumplen son castigados; en las sociedades del control los niños van a la escuela porque tienen conciencia de la importancia que ésta tendrá para su futuro personal y para su país; en las primeras las escuelas castigan a los niños que no aprenden, en las segundas los que no aprenden de una manera lo harán de otra. Esa es la diferencia, ni más ni menos. http://www.labatalla.cl/lb/col_del_2.asp

Las oportunidades de esta crisis