martes, 24 de julio de 2007

La difícil convivencia escolar

El hecho de que las escuelas aparezcan a menudo en noticias policiales nos preocupa seriamente a todos los miembros de la comunidad educativa. En efecto, los episodios de violencia en nuestros colegios parecen tener una gran capacidad de atraer la atención pública, causando lo que hoy día se ha dado en denominar una alta «alarma social», por lo que la aparentemente nueva lacra de la violencia escolar se añade a las ya innumerables fuentes de demanda y presión social con que nuestras escuelas y nuestro profesorado deben enfrentarse. El vandalismo y la agresión física son estrictamente fenómenos de violencia; en el primer caso, contra los bienes; en el segundo, contra las personas. A pesar de ser los que más impacto tienen sobre las comunidades escolares y sobre la opinión pública en general, los registros indican que son muy limitados en el total de los casos de conducta antisocial que se registran en los establecimientos escolares. Pero ahí están, para copar la agenda: “abusos deshonestos”, “acusación a docente”, “toma de colegio”, “narcotráfico escolar”, “riñas entre estudiantes”, “agresión de apoderados”.

En el debate acerca de la violencia y el comportamiento antisocial en las escuelas subyacen cuestiones y retos de gran alcance y con profundas implicaciones para nuestra sociedad. Lo que «nos estamos jugando» aquí, es si la escuela puede continuar siendo un instrumento de cohesión social y de integración democrática de los ciudadanos, o de si es un escenario donde se replican a menor escala los conflictos de las familias y de la comunidad, siendo ésta sólo un reflejo de lo que allí ocurre. Creemos que las medidas de atención a la diversidad, el aprendizaje de la convivencia, la educación en actitudes y valores, se muestran como prioridades irrenunciables para la educación institucionalizada. Sin embargo, el carácter no estrictamente académico choca, a veces incluso con dureza, con ciertas culturas profesionales y personales de directivos y con la propia practica docente, y aún mucho más, con ciertas posiciones ideológicas en política educativa y curricular; y esto es así sobre todo en el ámbito de la educación media, el nivel del sistema educativo donde siempre se concentran los grandes debates de fondo sobre la educación.


El riesgo de fragmentación social y cultural, y de deterioro de la escuela como espacio público y ciudadano que tales posiciones sin duda implican, hacen aún más urgente la toma de conciencia de los actores educativos acerca del auténtico alcance de la responsabilidad que tenemos sobre este tema, y del esfuerzo por distinguir los deberes permanentes con la formación de nuestros niños y jóvenes, con los afanes por usar las comunidades escolares como instrumentos de promoción de intereses personales, de espacios de competencia de poderes o de escenarios de notoriedad comunicacional. Esto último constituye una abierta manipulación de los estudiantes y de sus familias en su legítima aspiración de dejarles la mejor de las herencias posibles: una buena educación.

viernes, 13 de julio de 2007

El Maletín Literario y la Promoción de la Lectura

A propósito de la iniciativa gubernamental del “maletín literario” han surgido unas voces señalando sugerencias para su mejor implementación y otras para promover la lectura en nuestra población, pero también, hemos conocido algunas experiencias que se estarían iniciando con el objetivo de que nuestros alumnos lean más y mejor. Primero quisiera recordar que desde 2003 la Región de Los Lagos está certificando la competencia lectora en los alumnos de primero básico en el “día regional de la lectura”; lo mismo está haciendo desde 2006 la comuna de Maipú, con el “día comunal de la lectura”; ambas el 12 de julio, en conmemoración del natalicio de uno de nuestros Premios Nobel, en este caso el de Pablo Neruda. En esta fecha los alumnos reciben una “certificación de su competencia lectora”; que es el primer gran reconocimiento al logro académico más trascendente de su infancia. Cuando las personas aprenden a leer ganan en libertad, son más autónomas, comienzan a soñar mundos nuevos a los que acceden a través de la lectura, a aprender por si mismas, a acceder a información que seleccionan. En definitiva, aprender a leer es un hito transformador que no puede pasar inadvertido en el proceso educativo y más allá de cumplir con un indicador de eficiencia institucional, debe ser reconocido como el momento más significativo de la vida académica de nuestros niños: su “primer título” y reconocimiento social de éxito escolar.

En segundo lugar, me parece inexplicable que reconociendo la importancia de la necesidad de mejorar la comprensión lectora en la vida de las personas, de su impacto en la productividad del país, en la calidad de nuestra democracia, aún se carezca de una política nacional que impulse la lectura temprana de manera decidida. Estos esfuerzos regionales, comunales y de algunas escuelas, dan cuenta de la necesidad de otorgar recursos para que autónomamente estos niveles puedan definir sus estrategias o continuar más sistemáticamente con las que están llevando a cabo con mucho esfuerzo. El Ministerio de Educación debiera fijar una política de apoyo donde quepan las diversas iniciativas que se están desarrollando y que fortalezcan la integración de la comunidad y de la familia para generar un ambiente que promueva la lectura efectiva en nuestras escuelas. El “maletín literario” anunciado por la Presidenta puede ser una inversión vistosa pero poco efectiva si no se complementa por ejemplo, con medidas como las que comentamos.

En tercer lugar, quisiera señalar que aquí tenemos una gran oportunidad para dar un sentido a la gestión de nuestras escuelas. Muchas veces hemos escuchado que la gran reforma educativa que hemos venido implementando durante estos años carece de la adhesión necesaria y de un sentido movilizador para nuestros docentes y que en ello estaría la razón fundamental de la carencia de compromiso y entusiasmo con estos cambios y con los éxitos alcanzados. No deja de existir cierta razón en esta crítica, pues muchas de estas medidas han sido “bajadas” –y siguen siéndolo- desde el nivel central del sistema e implementadas con la misma rigidez tanto en la escuela de Futaleufú como en la de Pudahuel. Esta es una oportunidad para apoyar la generación de espacios de autonomía en las escuelas y el desarrollo del profesionalismo de nuestros docentes. Este es un espacio privilegiado para que los directores de escuela puedan definir las metas a lograr y los recursos a utilizar. No hay excusa para que los alumnos no puedan leer el primer año en la escuela, como no la hay para que el profesor no enseñe eficientemente sino con uno, con otro método, pues debe tener la libertad de elegir como enseñar, ser tratado como profesional, y no adscribir involuntariamente a metodologías que no domina o verse expuesto a asistir a mini cursos para ser habilitado, lo cual nunca logrará. Aquí se juega el profesionalismo docente, si éste no es capaz de que sus alumnos aprendan a leer, difícilmente podrá enseñarle las matemáticas, las ciencias, transmitir la cultura o la formación cívica necesaria para la convivencia social.

La iniciativa del maletín literario, siendo una buena idea, puede convertirse en un elemento extraño para las familias, incomprendida o un despilfarro de recursos por los especialistas y carente de sentido para la comunidad, sino es acompañada de un esfuerzo de coordinación con quienes tienen las atribuciones, la voluntad y el entusiasmo de transformarla en una gran idea para el país. La Presidenta nos ha planteado un desafío para con las familias más modestas, es nuestra responsabilidad no construir argumentos para descalificarla anticipadamente.

Las oportunidades de esta crisis